Por Elena Miranda | 3 de marzo de 2021
El día que le aplicaron la vacuna experimental contra el COVID-19, Rafaela* no pensó que era algo irregular pues, cuando los investigadores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), a cargo de los ensayos clínicos con 12 mil voluntarios de la vacuna de la farmacéutica china Sinopharm en el Perú, le ofrecieron al personal que trabajaba en el estudio la posibilidad de inmunizarse de forma voluntaria, le dijeron que este beneficio estaba dentro del protocolo aprobado por las autoridades sanitarias.
“Me dolía mucho el brazo, me dolía la garganta y el cuerpo, tenía malestar general, inflamación de garganta. No sabía si era por la vacuna o por un resfriado. Le conté a mi jefe directo, pero minimizó los síntomas y dijo que si tenía un síntoma que nunca había tenido, recién podría avisarle a un médico para que me viera”, recuerda Rafaela tras haberse aplicado la vacuna en septiembre de 2020. Su jefe se había negado a vacunarse y solo aceptó que lo inmunizaran meses después.
“Cuando me vacuné, no hubo nada más. Posteriormente, nunca me preguntaron cómo estás, cómo te estás sintiendo, te has medido la temperatura. Se nos negó la atención post vacuna”, afirma Rafaela, quien reconoce que no se les informó, de manera clara y concisa, cómo iba a ser el procedimiento tras la vacunación.
Rafaela, así como varios trabajadores del estudio clínico, solo sabía que Sinopharm había enviado un lote para vacunar al personal del estudio, pero nunca supo ni siquiera el nombre del proyecto anexo. Recién lo conoció cuando el Instituto Nacional de Salud (INS) emitió, en febrero último, un comunicado referente al lote adicional de vacunas que figuraba en el protocolo de investigación como “Plan de ampliación de medidas tendientes a evitar el contagio por COVID-19 y la saturación del sistema de salud”.
En la página 153 del protocolo de ensayos clínicos de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, se establece que la empresa China National Biotech Group “CNGB enviará un lote de 3,200 dosis de vacuna para ser administrado voluntariamente al equipo de investigación y personal relacionado al estudio. Esto no se considera actividad de investigación y no se recolectarán datos con propósitos de análisis. Por seguridad, el personal vacunado será observado por media hora post vacunación y tendrá un seguimiento de eventos adversos similar al descrito en el protocolo para los voluntarios de investigación".
La falta de monitoreo a los vacunados fuera del ensayo clínico fue destacada en el informe de la Comisión investigadora sobre el uso de vacunas experimentales durante el estudio de Sinopharm en el Perú, liderada por el exministro de Salud, Fernando Carbone. Los entrevistados dijeron a la comisión investigadora del "vacunagate" que no les hicieron seguimiento alguno, luego de haber recibido la vacuna candidata. Según la comisión, eso constituiría una infracción al protocolo del estudio.
“Sabíamos que existía un protocolo, pero no lo que incluía, como el seguimiento y la observación 30 minutos después de aplicada la vacuna”, relata Rafaela, quien recuerda que la única atención que tuvieron con ella, ante sus quejas tras la vacunación, fue hacerle una prueba PCR, con Suiza Lab, el laboratorio que hacía las pruebas a los voluntarios, para descartar si tenía COVID-19, pues el equipo de investigadores no podía arriesgarse a que se paralizaran los ensayos clínicos por el contagio de su personal.
Me dolía mucho el brazo, me dolía la garganta y el cuerpo, tenía malestar general, inflamación de garganta. No sabía si era por la vacuna o por un resfriado. Le conté a mi jefe directo, pero minimizó los síntomas". Testimonio de trabajadora vacunada en la UPCH.
Rafaela le preguntaba a su jefe por qué no les iban a revisar o hacerles seguimiento, si le iban a avisar a su familia, si le pasaba algo, pero recibía la misma respuesta: a diferencia de los voluntarios registrados en los ensayos clínicos, ellos no tenían un seguro médico, no correspondía hacerles ningún seguimiento. “Preguntaba porque esperaba una respuesta diferente”, agrega.
Ante la falta de atención médica en la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Rafaela podía acudir a EsSalud, pues estaba asegurada por su contrato de trabajo, o recurrir a la Clínica Cayetano Heredia, donde los trabajadores de la universidad tienen 10% de descuento en los precios. “No es lo mismo la atención en EsSalud a que te vea un equipo científico que conoce sobre la vacuna y los efectos post vacuna”, señala la trabajadora.
¿Hubo cierto interés científico de los investigadores o de las personas a cargo en ver cómo iban evolucionando los trabajadores tras recibir la vacuna?, preguntamos. “No, nos dejaron a nuestra propia suerte. Ni siquiera me hicieron una prueba rápida para saber si tenía anticuerpos, aunque ellos sí se la hicieron”, dice Rafaela en alusión al comentario que hizo el sub investigador Javier Bustos a los trabajadores sobre el hallazgo de anticuerpos en su organismo tras aplicarse la vacuna.
Los responsables del ensayo clínico sí se hicieron pruebas después de aplicarse la vacuna. Germán Málaga, investigador principal de la Universidad Peruana Cayetano Heredia a cargo del ensayo clínico, declaró en el Congreso de la República que se tomó una prueba para determinar si tenía anticuerpos, tras haberse aplicado la vacuna en dos oportunidades y, como el resultado evidenció que no los tenía, decidió aplicarse una tercera dosis, al igual que otros 39 trabajadores del estudio.
La vacunación del personal del ensayo era voluntaria, pero Rafaela afirma que se sintió presionada a aplicarse la vacuna experimental contra el COVID-19, porque estaba trabajando en un lugar en contacto directo con los voluntarios del ensayo clínico o con las muestras de estos. “Me he sentido presionada por mí misma, no por los investigadores”, aclara.
Sin embargo, antes de que Rafaela decidiera vacunarse, Javier Bustos, uno de los dos sub investigadores del ensayo clínico, le comentó a los trabajadores que se había inmunizado, que se había hecho una prueba rápida y había generado anticuerpos contra el coronavirus. “Como era uno de los jefes y se estaba vacunando, daba confianza de que no nos iba a pasar nada. Yo acepté. No todos aceptaron. Mi familia saltó porque hay mucha gente que tiene miedo a una vacuna experimental. Hay personal del proyecto que nunca se vacunó porque tenía miedo”, refiere.
Como hubo trabajadores del proyecto que no quisieron vacunarse, pese a haber aceptado inicialmente, se buscaba otro personal de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, que no era parte del estudio, para que fuera inmunizado. “Al descongelarse las vacunas, ya no se pueden volver a meter al refrigerador y deben ser usadas o si no, se pierden”, explica Rafaela.
En septiembre de 2020, Rafaela publicó en sus redes sociales que había recibido la vacuna contra el COVID-19. Ante los comentarios de sus amigos que le preguntaban si era voluntaria en los ensayos clínicos de Sinopharm, ella respondió que habían dado un lote de vacunas para los trabajadores del estudio. “Nunca oculté que me estaba vacunando”, comenta.
“Confiamos en esos doctores, porque son nuestros jefes y gente de renombre que se dedica a la investigación de años. Como profesional, uno aspira a ser como ellos y les tenemos mucha admiración”, comenta Rafaela. Sin embargo, recuerda que le incomodó que le negaran la atención médica después de la vacuna “porque no era la forma ni la manera de tratar a su personal de trabajo”.
¿Tenías conocimiento de los derechos de los voluntarios en un ensayo clínico?, volvimos a preguntarle. “Nos dijeron que estábamos en un 'mini proyecto' dentro del proyecto general pero, como era de manera voluntaria, dijeron que no teníamos nada de eso, seguro de vida, etc.”, sostiene Rafaela que le dijeron después de haberse vacunado.
¿Has renunciado voluntariamente a los derechos de los voluntarios al vacunarte fuera de los ensayos clínicos? ¿Te han obligado a renunciar o consideras que te han negado estos derechos?, insistimos en preguntar. “Nos han negado los derechos”, asevera Rafaela.
Rafaela no firmó ningún documento antes ni después de recibir la vacuna contra el COVID-19, tampoco recibió un carné de vacunación. No tiene ninguna prueba de haberse inmunizado contra el coronavirus. Su nombre figura en la lista de las 470 personas que recibieron la vacuna fuera del ensayo clínico con voluntarios, en el rubro de personal del estudio.
Aunque los investigadores a cargo de los ensayos clínicos no han tenido el cuidado debido con sus propios trabajadores que recibieron la vacuna experimental contra el COVID-19, aparentemente sí lo tuvieron con los voluntarios enrolados oficialmente para el estudio, pues debían rendir cuentas a Sinopharm y al INS. “Ha sido diferente cómo nos trataban a nosotros y cómo trataban a los voluntarios”, prosigue Rafaela.
A los voluntarios se les hacía un seguimiento diario, se les explicaba el ensayo, paso a paso, tal como establecía el protocolo del ensayo clínico. “Eso no lo hacen las cabezas, sino la gente de abajo, los peones de este juego. Si nos contratan para algo, ya sea por vocación, lo hacemos de manera eficiente. Los médicos, enfermeras y personal siempre tratamos a los voluntarios de la mejor manera y hasta con una actitud amical”, recuerda Rafaela.
A pesar de que los voluntarios se registraron en las fechas previstas y se llenaron los cupos, hubo varios inscritos que renunciaron, cuando acudían al centro de vacunación y les explicaban el proceso. “Cuando renunciaba un voluntario, los jefes de laboratorios tenían que buscar a otro. Nos preguntaban si teníamos un familiar que quisiera ser voluntario, porque acaba de renunciar uno y así empiezan a entrar al estudio personas cercanas a los trabajadores”, señala.
Germán Málaga, investigador principal de la Universidad Peruana Cayetano Heredia a cargo del ensayo clínico, declaró en el Congreso de la República que se tomó una prueba para determinar si tenía anticuerpos, tras haberse aplicado la vacuna en dos oportunidades.
Cuando la lista de los 470 vacunados fuera del ensayo clínico de Sinopharm se hizo pública, luego de que se conociera que uno de ellos era el expresidente Martín Vizcarra, Rafaela dice que ella y otros trabajadores se sintieron traicionados por la Universidad Peruana Cayetano Heredia, pues en vez de respaldar a su equipo de investigación, los exhibió para salvaguardar su imagen institucional.
Rafaela considera que se debe diferenciar entre la vacunación al personal del estudio y a los políticos, funcionarios y gente que no tenía nada que ver con la investigación. “Lanzar una lista sin ningún tipo de explicación, a pesar de que sí había un proyecto para que el personal de laboratorio sea vacunado y que no tiene nada que ver con los políticos y empresarios vacunados, me parece algo muy bajo”, opina.
“Nos ha hecho quedar como los malos de la película. No era que queríamos vacunarnos para salvarnos y dejar a la gente de lado. Si fuera así, no haríamos investigación. No estamos aquí por el sueldo sino porque nos gusta hacer investigación científica”, comenta Rafaela, quien añade que los trabajadores mejor pagados del ensayo clínico de la vacuna de Sinopharm ganaban 1,500 soles. El pago a los investigadores era distinto.
Aunque Rafaela fue contratada para trabajar de lunes a viernes, de 9 a.m. a 5 p.m., este horario no se cumplía porque solían quedarse dos horas más. Luego, los investigadores les pidieron que acudieran los sábado de 9 a.m. a 1 p.m. Justificaban la falta de pago por horas extras diciendo que era un ensayo nuevo y todavía no se "acomodaban".
Además de trabajar para los ensayos clínicos de la vacuna de Sinopharm, algunos trabajadores apoyaban en otros proyectos de la universidad, cuando no había mucha afluencia de voluntarios. Al contratarlos, les hicieron firmar un acuerdo de confidencialidad sobre el ensayo clínico de la vacuna y cualquier otro que realizara la universidad.
Debido al bajo sueldo que les paga la universidad y a la falta de respaldo de esta, los trabajadores temen que no podrán costear un proceso legal, si se requiere, tras la investigación fiscal sobre la aplicación de la vacuna experimental contra el COVID-19. Esto se suma a la decepción por el mal manejo de la vacuna por parte de la universidad y al desinterés por la salud de su propia gente. Por ello, Rafaela pide una profunda investigación a la Universidad Peruana Cayetano Heredia y a sus investigadores.
(*) Rafaela es un nombre ficticio, pues la trabajadora de la UPCH pidió a Convoca.pe mantenerse en el anonimato para evitar posibles represalias.