Por Edwin Montesinos y Alex Rivero | 24 de septiembre de 2021
“Amigo, estamos buscando colmillos de jaguar, ¿vende?”, pregunta un hombre en una tienda de artesanías de la Amazonía, donde suena de fondo el ritmo pegajoso de la cumbia. El vendedor baja el volumen de la música y susurra: “En cantidad, no vas a encontrar…”. Confiesa que tiene, por ahí, colmillos sueltos, que puede vender a 120 o 100 soles pues admite que no se están comercializando mucho.
El comprador recorre otros puestos y encuentra a otro comerciante, que lo invita a pasar más adentro y le muestra varios colmillos amarillentos, de unos cinco centímetros. “Te voy a dejar a 100 soles”, ofrece. Luego, saca un cráneo, con todos sus dientes y los cuatro colmillos. “Este es completo. Esto es bacán”, remata el vendedor del mercado Anaconda, en Iquitos, capital de Loreto, la región más grande del Perú y la que concentra el comercio ilegal de partes del también llamado otorongo o Panthera onca (Nombre científico).
Los reportes oficiales revelan que las intervenciones de las autoridades peruanas ante el tráfico ilegal de partes de jaguar han disminuido durante la pandemia del Covid-19, sin embargo este problema persiste en la Amazonía peruana bajo diversas modalidades, que van desde la venta de piezas en mercados artesanales hasta los ofrecimientos a través de Internet y las redes sociales.
Periodistas de Convoca.pe recorrieron los mercados de Iquitos y comprobaron que continúa la venta de partes de jaguar. Dos lugares son claves: Pasaje Paquito, un callejón en el mercado de Belén, y el mercado de artesanías Anaconda.
“Amigo, ¿vendes colmillo de jaguar?”, sigue preguntando el hombre que recorre las tiendas de artesanías. El mercado tiene poca gente, “por la pandemia del Covid-19”, le han dicho otros comerciantes. Un vendedor interesado le responde y repregunta: “¿Quieres todo completo? ¿Puro quieres o en collar? ¿Uno quieres o quieres cuatro?”.
El jaguar entero y vivo tiene un valor que va más allá del dinero, pero que aún no es conocido por la mayoría de la población. El felino más grande de América y el tercero más grande en el mundo tiene un rol vital en el equilibrio de los ecosistemas: Como depredador, controla el comportamiento y las poblaciones de las especies de las cuales se alimenta, destaca el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés).
Con 22 mil 210 jaguares, el Perú es el segundo entre los países que albergan la mayor población de estos felinos, según estimaciones de un estudio internacional publicado en la revista Plos One, en marzo de 2018. Brasil ocupa el primer lugar pues tiene la mitad de los jaguares que hay en el mundo: 86 mil 800 ejemplares.
El mismo estudio estima que, en total, habría 173 mil 151 jaguares distribuidos en 18 países. A pesar de este número de ejemplares, la investigación advierte que “durante los últimos 100 años, el rango de esta especie en América del Sur ha sido reducido a la mitad de su distribución histórica”. En el Perú, la reducción del número de otorongos tiene que ver, en gran medida, con el tráfico ilegal de las partes de este felino.
Loreto concentra el tráfico ilegal
El jaguar habita en Loreto, Ucayali, Junín, San Martín, Madre de Dios, Cusco y Puno, pero sus partes también se pueden encontrar en otras regiones del Perú. En 2018, el Serfor reportó que halló a un espécimen muerto en Junín, colmillos en Ucayali, un cráneo en Lima, pieles en Loreto, Huánuco y Áncash, y una cartera decorada con piel de otorongo en Cusco.
Desde 2013, hubo 46 intervenciones relacionadas con el jaguar en todo el Perú, según reportes del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) y la Gerencia Regional de Desarrollo Forestal y de Fauna Silvestre de Loreto (Gerfor Loreto). Han encontrado jaguares vivos y muertos e incautado colmillos, pieles y artículos elaborados con piezas de jaguar.
Catorce de los 46 operativos de los últimos ocho años se realizaron en Loreto, la única región que reporta intervenciones todos los años desde 2016, al menos dos cada año. Allí, las autoridades incautaron ocho pieles, tres cráneos, una pata y tres productos hechos con partes del jaguar. Sin embargo, un reporte de Wildlife Conservation Society (WCS) ubicó hasta 96 partes de este felino en Iquitos, mayormente, en centros de venta. El 45% eran pieles enteras o fragmentos utilizados para elaborar artesanía y el 37%, colmillos.
A partir de 2019, las incautaciones de pieles, cráneos, colmillos y productos elaborados con las partes del felino, como carteras, calzado y collares, disminuyeron en todo el país: de 22 registradas el año anterior a siete. A pesar del menor número de decomisos, el tráfico subsiste y sigue concentrado en Loreto, donde se han realizado cuatro de las seis intervenciones de los últimos dos años.
Con la pandemia del Covid-19, hubo tres decomisos de partes y productos de jaguar en 2020 y tres en 2021, según los reportes del Gerfor de Loreto y el Serfor. En tres de los operativos realizados en Loreto, las autoridades incautaron dos pieles, una en el aeropuerto Francisco Sacada Vigneta, de Iquitos, y otra en la comunidad de Santa Maria de Nanay, y un cráneo, en esta misma comunidad.
Pieles para decoración
Desde 2013, las autoridades realizaron 38 incautaciones de partes de otorongo. Más de la mitad de incautaciones de partes de jaguar, 24 en total, realizadas desde 2013, son pieles, según el Serfor. Suelen usarse para decoración, como muestran algunas de las actas de intervención a las que accedió Convoca.pe.
Tres pieles fueron incautadas en restaurantes: El Bujurqui, en el distrito limeño de San Martín de Porres; La cabaña de Guayaquil, en el distrito chalaco de Ventanilla; y el restaurante campestre Shamurai, en la provincia de Chanchamayo, en Junín. Dos se hallaron en hoteles: El hospedaje Satipo, en la provincia del mismo nombre en Junín, y el hotel El Cóndor, en Ica, en julio de 2021. Las personas intervenidas no poseían documentos que acrediten el origen legal de estas piezas.
En las conversaciones que tuvo Convoca.pe con los vendedores en mercados de Iquitos, estos dijeron que no tenían pieles para vender. “La venden más barato que los colmillos”, dice uno de los vendedores. “Es lo que se ve más, más fácil que te puedan decomisar”, explica otro. “Las pieles, aparte, es más difícil que envíes”, añade un comerciante.
A pesar de que Loreto concentra el 33,3% de las pieles de jaguar incautadas, según reportes de la Gerencia Regional de Desarrollo Forestal y de Fauna Silvestre, Gerfor de Loreto y la oficina de la Superintendencia Nacional de Aduanas y Administración Tributaria, SUNAT, es más fácil encontrar colmillos o cráneos en los mercados de artesanías de esta ciudad.
“Tengo más colmillos en mi casa”, dice un vendedor que no ofrece pieles de jaguar. Otro compañero ofrece “conseguir más”. Los vendedores hablan del tamaño de los colmillos: “Tengo de ocho centímetros, de nueve centímetros…”.
Venta en Internet
Mientras que los colmillos de jaguar se venden en los mercados de artesanías, algunas pieles se ofrecen por internet. Convoca.pe buscó en más de 20 grupos de Facebook de ventas de Iquitos y encontró cuatro publicaciones que ofrecían pieles. Dos vendían la piel enmarcada en vidrio y datan del 2016 y 2019. Las otras dos ofertas eran de 2020 y 2021 y mostraban la piel suelta. En la publicación más reciente, el usuario ofreció el mismo artículo en dos grupos y fechas diferentes.
Como en los mercados, el comercio ilegal de pieles de otorongo por Internet no se oculta. “No hay códigos. Lo que siempre dicen ahí es ir al inbox. Y uno no puede entrar, más que la persona que quiere vender o quiere comprar. Ya es un tema más privado. Nosotros, como gerencia, no tenemos esa tecnología para interceptar e intervenir”, explica Adler Vela Tello, biólogo y especialista de la Gerencia Regional de Desarrollo Forestal y de Fauna Silvestre, Gerfor, de Loreto.
La organización Wildlife Conservation Society (WCS) también ha empezado a indagar en Internet. “Para el caso de Perú, si bien tuvimos un hallazgo de una publicación donde se ofertaba colmillos de jaguar, la mayoría de resultados eran de pieles”, recuerda Ana Gallegos, asistente técnica de la iniciativa “Especies: Tráfico y salud” de la organización.
Gallegos explica qué tienen en cuenta para buscar ofertas de partes de jaguar en grupos de la red social Facebook: Usar el nombre de una región y agregar “mercado libre”, “olx” o, el más sencillo, “compra y venta”.
El precio del otorongo
Jack y Luis Murayari son dos hermanos que viven a una hora y media de la ciudad de Iquitos, en Loreto. Los Murayari tienen más de 60 años y habitan una casa de madera, levantada a unos 70 centímetros del piso de barro. Los Murayari eran cazadores en los años setenta y ochenta. Perseguían a sajinos y nutrias, pero la presa cuya piel era más codiciada y más dinero costaba, era el jaguar.
Aunque en la selva se le llama, también, otorongo, Jack y Luis se suelen referir a este como el tigre. Entre el ruido constante de la lluvia y algunos truenos, rememoran las épocas en que pasaban sus días viendo cómo buscar, atraer, atrapar y matar a este felino. No era fácil dar con él. “Le buscaban como si fuera una aguja que se ha perdido, porque su piel tenía valor. Cinco mil soles costaba, nomás, la piel”, comenta Jack, pero Luis recuerda que el otorongo costaba hasta 15 mil soles.
Las partes de jaguar que Luis y Jack solían retirar de su presa son similares a las que se ofertan actualmente en mercados de Iquitos. La diferencia es que, desde la época en que los hermanos eran cazadores, los precios han bajado.
“Hay colmillos de ocho centímetros, de nueve. Si es más grande, cuesta más. Antes de la pandemia, por el de nueve pedían mil soles. Venían a buscar pero, ahorita, está acumulado porque hay pandemia”, revela un vendedor de colmillos de jaguar, en Iquitos. “Dicen que ahí, en Corea, lo pueden vender caro. Los mismos chinos que venían nos hacían saber para qué quieren. Le ponen oro, como para los ricos”, agrega.
Antes del Covid-19, según el documento “Evidencias del tráfico de partes de jaguar en la amazonía peruana: 2018-2019”, de Wildlife Conservation Society, un colmillo era vendido a mil soles, los cráneos a 400, la grasa a 30, las pieles a 500 y las uñas a 50. El precio de un jaguar podía llegar a casi 4 mil soles (si consideramos que los dos colmillos superiores son los más grandes y que tienen 20 uñas).
La ruta del tráfico
Según las versiones de las autoridades, expertos y los actores en la cadena del tráfico de jaguar, los asiáticos conforman el grupo interesado en comprar partes de este felino. En su respuesta a Convoca.pe sobre este tema, el Serfor señaló que, “de acuerdo con los reportes recientes, se ha evidenciado una demanda de ciudadanos asiáticos”. De acuerdo con reportes a nivel internacional, se especula que los colmillos de jaguar pueden estar reemplazando la demanda de colmillos de tigre cada vez más escasos.
Esta demanda internacional evidencia una ruta aérea del tráfico de jaguar. Adler Vela, biólogo y especialista de la Gerencia Regional de Desarrollo Forestal y de Fauna Silvestre de Loreto, describe esta cadena. “La ruta más rápida es la aérea. Ir a comprar, de acá por el aeropuerto tratar de sacar. De acá, de frente, lo llevan a Lima y de Lima, lo intentan sacar lo más rápido posible. Algunas veces, cuando tratan de sacar por equipaje de mano, en la máquina de rayos X se puede ver. Pero si pasa eso, ya se dan cuenta y, a la siguiente, puede que hagan pasar por equipaje facturado. A menos que se dé un soplo o tiren dedo, no se haría una revisión exhaustiva”, explica el funcionario.
El hombre que recorre la galería de artesanía en Iquitos pregunta a los vendedores sobre cómo mandar las partes de jaguar que intenta comprar para un familiar en el extranjero. Los comerciantes advierten que si se intenta sacar colmillos por el aeropuerto, lo más probable es que se los quiten. Le sugieren que envíe los productos como encomienda, a través de una agencia de courier.
“Las partes de jaguar comercializadas ilegalmente incluyen garras, que son ofrecidas engastadas como adorno o dije o al natural, al igual que los colmillos y dientes. En cuanto a la piel, se ofrece entera o en trozos, en aplicaciones de productos artesanales o como pulseras. También se puede encontrar cráneos decorados y ungüentos que se venden como grasa de jaguar”, informó el Serfor a Convoca.pe.
En Iquitos, le han encontrado uso a la mayoría de las partes del jaguar, con accesorios para vestir y para reforzar creencias locales e internacionales. “Nuestros ancestros nos dijeron que cuando haces tu siembra, tienes que tener la cabeza o los dientes del jaguar incrustados en la tierra, para que te dé una buena cosecha”, explica Nancy, vendedora de un mercado de Iquitos.
La comerciante enumera las bondades de las partes del jaguar: que la pata de jaguar ahuyenta la maldad de los hogares; que los turistas compran el puño o la garra del jaguar para sobar las patas de caballo cuando hacen carreras; que la grasa la usan para sobar a los gallos de pelea, para que no se cansen y ganen, y también la usa el varón para sea como un otorongo en la cama. “Por eso, existe la creencia del salto del tigre”, explica Nancy.
“No he hecho la prueba”, admite Jack Murayari, el ex cazador, cuando se le pregunta sobre las propiedades de la grasa para la potencia sexual, pero señala que la grasa del jaguar es buena para el reumatismo. “Donde esté duro tu pierna, es bueno para hacerle masaje ahí”, afirma. Su hermano, Luis, sostiene que el aceite y la manteca del jaguar son buenos contra la artritis.
Una especie “casi amenazada”
Para Nancy, la vendedora de partes de jaguar en un mercado de Iquitos, desde el inicio de la pandemia del Covid-19, la demanda ha bajado. “No solo de ese producto sino también de todas las especies que siempre hemos vendido”, añade. Afirma que no están vendiendo partes del jaguar: “Estamos dejándolo ahí, que se aparee más”, explica. El tráfico es una amenaza constante.
El Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) confirmó a Convoca.pe que durante la pandemia, la oferta de partes de jaguar ha disminuido a nivel local, debido a la escasa presencia de turistas en Loreto.
Los hermanos Murayari creen que la cantidad de jaguares está aumentando. “Hace dos años, en junio, andábamos por ahí en su zona. Ahorita, hay más. Están aumentando. Y es peligroso ir por ahí. Ya no cuesta su piel”, parece lamentar Jack.
El ex cazador considera que, al haber bajado la demanda de la piel, el jaguar no está tan amenazado y se reproduce más. Sin embargo, los funcionarios y expertos consultados en este reportaje y los reportes de organizaciones internacionales advierten que el número de jaguares se está reduciendo.
“Como población, el jaguar es una especie casi amenazada, porque no tiene riesgo de extinción preocupante. Pero si no se hace algo, como población humana, para abordar las amenazas, podría llegar la especie a un mayor grado de amenaza”, advierte la bióloga Rosa Vento, especialista en tráfico y salud de especies de Wildlife Conservation Society, una organización con 50 años de presencia en Perú.
“Casi amenazado” es una categoría elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Esta categoría se usa para especies cuya población está en disminución (Dec) y en recuperación (RC). Pero es una categoría que está cercana a calificar como “vulnerable” y que podría entrar en dicha categoría en un futuro cercano.
El jaguar está protegido, según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), un acuerdo internacional concertado por 80 países, que entró en vigor para Perú el 25 de setiembre de 1975. Sin embargo, en este país, sus disposiciones se reglamentaron 30 años después, con el Decreto Supremo N° 030-2005-AG y el Decreto Supremo N°001-2008-MINAM. La CITES alienta a tomar acciones para “eliminar la caza furtiva del jaguar (Panthera onca) y el comercio ilícito de sus partes y derivados, incluyendo la venta en línea de especímenes”.
Varios vendedores con los que Convoca.pe intentó conversar no querían dar detalles sobre la venta de partes de jaguar. Algunos responden que no conocen de mafias, que ellos solo comercializan las partes, otros no muestran los productos del otorongo, pero aseguran que pueden conseguir pieles y otras partes, si alguien quiere comprar.
Este medio digital intentó entrevistar a funcionarios del gobierno sobre el tema, pero las solicitudes a la Dirección de Medio Ambiente de la Policía Nacional del Perú, en Loreto, fueron rechazadas y las preguntas que se enviaron por correo no fueron respondidas.
Al solicitar al Ministerio del Interior el registro de partes de jaguar incautadas del 2012 al 2021, 23 divisiones de la Policía Nacional del Perú, de diferentes regiones, incluida Loreto, informaron que “no registraron novedad con relación a la información solicitada”.
Solo la Unidad Desconcentrada de Protección de Medio Ambiente de Ica informó sobre una incautación reciente de una piel en un hotel de la región. Entre 2012 y 2021 solo hubo una incautación de la Policía de partes de jaguar y fue en Ica, hace unos meses.
Aunque el Serfor no otorgó una entrevista a Convoca.pe, sí accedió a responder nuestras preguntas por correo. Informó que estaba realizando acciones en el marco de los planes internacionales que Perú había ratificado, como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS) y el Plan Jaguar 2030 (del cual Perú es signatario).
El Serfor informó que está elaborando el Plan Nacional de Conservación del Jaguar, con los aportes y participación de autoridades nacionales, regionales, locales y organizaciones vinculadas con el jaguar. Para ello, ha realizado talleres dirigidos a los gobiernos regionales y a los operadores de justicia, con el fin de compartir experiencias e identificar necesidades y acciones de coordinación.
Este plan fue anunciado por el Serfor en 2019. Se planteaba que estuviera listo para el 2020 pero, a finales de ese año, la institución anunció que estaría listo para este año. El plan está en la etapa de validación por las entidades encargadas de coordinar su implementación y, luego, será aprobado, según informó el Serfor a este medio digital.
Para generar conciencia en la ciudadanía sobre la importancia de la conservación de las especies amenazadas, en 2018, el Banco Central de Reserva del Perú puso en circulación 10 millones de copias de la moneda de un sol alusiva al jaguar, como parte de la serie numismática “Fauna silvestre amenazada del Perú”.
Otras amenazas
Además del comercio ilegal hay otras amenazas en la que expertos, funcionarios e, incluso, cazadores concuerdan. “Ya no solo los matan por negocio, sino por defensa. Cuando el jaguar quiere agarrar a una persona, esta tiene que defenderse matándolo. Cuando ataca su ganadería, ahí le matan. Para no perder a sus animales, tienen que matar”, cuenta el ex cazador Luis Murayari, quien conoce sobre la situación en los alrededores, a pesar de que ha dejado de cazar jaguares.
“Hay más salidas de jaguares a centros poblados, a comer los pollos, los perros”, informa Adler Vela, del Gerfor de Loreto. Los pobladores no se quedan de manos cruzadas, explica el funcionario, y en las noches están a la expectativa de que el felino aparezca para matarlo. “Ellos saben que las patas, los colmillos, sus partes tienen un valor económico”, añade.
La especialista de Wildlife Conservation Society, Rosa Vento, reconoce que si bien en Iquitos hay una oferta de partes de jaguar, “no podemos asegurar que el tráfico de jaguar solo proviene de una caza dirigida, solo con la intención de cazarlo para poner sus partes en el mercado; sino que pareciera que es una cuestión ocasional, derivada de algunos eventos que pueden ocurrir en la Amazonía”.
La bióloga Vento explica que en el “conflicto humano-jaguar”, el felino tiene un acercamiento que puede afectar económicamente al humano, ya sea matando a su ganado, arruinando sus cultivos o causándole un daño personal. Una de las consecuencias posibles de estas situaciones, más frecuentes en el pasado, “era la cacería del animal”, recuerda la especialista, aunque cree que en el Perú no hay conflictos que involucren al jaguar, sino a otros felinos como el puma.
Sin embargo, Rosa Vento considera que es posible que producto de esta caza, las partes, puedan ser derivadas al comercio ilegal. “En el Perú, no hay forma de que se comercialice legalmente partes de jaguar”, destaca.
En otras regiones, donde los funcionarios declaran que no hay presencia prominente de tráfico de las partes de jaguar, existen estos conflictos, encuentros, entre el jaguar y el humano, donde los felinos terminan muriendo.
Alex Chipana, funcionario de la Gerencia Regional Forestal y de Fauna Silvestre (Gerfor) de Madre de Dios, dice que la autoridad forestal y policial, muchas veces, no tiene conocimiento de estos asesinatos, porque suceden en chacras alejadas. “Por boca de vecinos conservacionistas dicen ‘han matado a un jaguar’ y, de ahí, recién se va a constatar al sitio”, informa.
Esta deficiencia en la fiscalización también se presenta en el comercio ilegal de las partes de jaguar. “No solamente hay problemas para controlar el comercio de jaguar sino también de todas las especies. Es común la falta de personal y, cuando hacen sus revisiones, los vendedores ya saben y guardan todo lo prohibido”, destaca Pedro Pérez, biólogo experto en fauna silvestre e investigador del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP).
Otro problema es la caza de las presas que sirven de alimento a los felinos y que también es codiciada por las personas para consumir o vender su carne. “La presa del jaguar es el pecarí. La cacería de sus presas se da en toda la Amazonía y todos los días. Creemos, esta es una opinión particular, que está es la afectación más fuerte que puede tener el jaguar, más que el comercio de sus partes”, explica Pérez.
“Nuestra preocupación es mantener a esa presa, para que se pueda mantener a las otras especies, como el jaguar. Nosotros podemos inferir cómo está la población del jaguar en base a sus presas, a qué cantidad hay. Si se acaban sus presas, los jaguares van a ir más lejos o las personas en conflicto con él van a matarlo”, agrega Pérez.
La sobrevivencia del más fuerte
“Cinco mil soles por una piel”, recuerda Jack. Con un otorongo al mes le alcanzaba a Jack y a Luis Murayari para vivir bien; al menos, con la demanda que había en los años setenta. Para cazar al jaguar, mataban monos con sus escopetas y lo colgaban en árboles, a tres metros de altura, como carnada. De otra forma, era difícil encontrar al felino. Incluso, habiéndolo sometido nada estaba asegurado.
“El otorongo ataca a la cabeza”, detalla Jack Murayari, quien recuerda la historia sobre un cazador que conoció que se había confiado al disparar a un jaguar. “Le había baleado, el tigre estaba echado y él, pensando que estaba para morir. Se acercó y le ha brincado encima el otorongo: le agarró su cara, su pecho, las piernas, ya estaba encima. Y él le ha metido su mano en su boca para defenderse”, relata.
A sus más de 60 años, a pesar de haber vivido de la caza, de haber matado un otorongo una vez al mes y ganado dinero con su piel, los hermanos Murayari aún buscan donde “caiga platita”. “Ya no estoy para irme al monte. Como agricultor, con mi hermano estoy trabajando”, acepta Luis. La vida está cada vez más difícil en Loreto, región que tiene un índice de pobreza total del 33,1%, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) y el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social.
En tiempos del Covid-19 y la grave crisis económica generada por las restricciones impuestas para evitar la propagación del virus, los vendedores de partes de jaguar ofrecen rebajas en los precios de los colmillos y prometen conseguir pieles a los compradores interesados. No las comercializan visiblemente, porque dicen que “la Policía viene”. Sin embargo, para encontrar las partes que los cazadores y traficantes le han quitado a los felinos, después de arrebatarles la vida, solo se necesita preguntar en los mercados de artesanía en Loreto. Tener el cráneo de un jaguar en la palma de la mano sigue siendo muy fácil en el Perú.