1. Levántate temprano, a las 6 se acaba el agua
Lunes, 13 de septiembre del 2021.
Los ojos de Arturo Basteres, el vigilante del agua, se abren a las 3:30 de la mañana. El campesino de 58 años despierta, se pone una gorra de lana y se abriga con ropa gruesa. Antes de salir, se acomoda la mascarilla, coge una maleta con documentos de la junta de regantes de Tarmatambo Alto y se despide de su perro.
Camina hacia el complejo arqueológico de Tarmatambo. A unos pasos de allí se ubica el Juntay Wasi, un local y hospedaje del Comité de Regantes de Tarmatambo Alto. Este ambiente puede albergar hasta 20 usuarios de los 209 que existen en la zona y que son los propietarios de más de 200 andenes aproximadamente.
A las cuatro de la mañana, Basteres se sienta en su carpeta, ubicada al fondo del primer piso del local comunal. Allí comienza a confirmar los horarios de uso del agua de riego del manantial Huaylara, para un grupo de campesinos que esperan su turno desde hace una hora. La madrugada es gélida.
Los usuarios se sientan y aguardan. Llegaron temprano porque temen perder su cuota de agua. “Si alguno no llega, pierde su cupo, y se le da a otro que solicite”, relata el vigilante Basteres. Es un funcionario de la junta de regantes cuya labor es confirmar los horarios —cada lunes y jueves— y hacer que se cumplan todos los días.
Hoy, esperan los usuarios de los lunes, martes y miércoles. El agua para regar los andenes, por dos horas, cuesta 30 céntimos. Son más de diez los usuarios que confirmarán su cupo en estos días. Pero, hoy, de acuerdo con una lista que poseen Basteres y Crisóstomo Colachagua, presidente de la junta de regantes, solo cinco usuarios podrán inundar sus tongos.
El tongo es una unidad de medida que usan los agricultores para sus campos de cultivo. Tres tongos equivalen a un andén.
Los hermanos Amador y Lucía Ladera regarán cuatro tongos, desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde. Casi a la misma hora, Víctor Limache regará tres tongos y medio. Elvis Ramón regará otros dos, desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la noche. En reemplazo de Premitiva Canchán, usuaria que no llegó a separar su cupo, estará Yolanda Pacheco, quien necesitará agua para un tongo y medio a la misma hora que Ramón.
A medida que amanece, los usuarios se van dispersando. A las seis de la mañana, la última campesina, una familiar del usuario Isaías López, se despide de la tesorera y del vigilante del agua. Así termina la jornada madrugadora de entrega de autorizaciones, hasta el próximo jueves. Alguien pregunta sobre lo recaudado. “Siete soles”, responden. Se cierran las puertas del agua. Ha culminado el rol de riego, la patacha.
2. ¿El agua infinita dónde está?
Lunes, 13 de septiembre del 2021.
El vigilante del agua también es el protector del punto de abastecimiento más importante de Tarmatambo Alto: el mencionado manantial de Huaylara. Este lugar está ubicado subiendo hacia la Cooperativa Huaylara (una antigua hacienda japonesa), a unas tres horas de trocha desde el sector de Llamapashilon.
Arturo Basteres nos guía por la ruta. Caminamos siguiendo el borde de la Troncal, canal principal que alguna vez el imperio incaico usó para distribuir el agua hacia los andenes de Tarmatambo. Los pobladores usan esta misma ruta para dirigirse hacia la parte alta, donde queda la comunidad campesina de Ayas.
A unos 15 minutos de la cooperativa, se encuentra el manantial. Está resguardado por un cerco de adobe que fue levantado sobre un muro prehispánico durante la estadía de la familia japonesa en la vieja hacienda. La infraestructura ancestral de los incas aún resiste al tiempo. El agua brota, creen los lugareños, del corazón del apu (cerro), pues no hay una fuente visible que indique su origen.
Al principio, los agricultores usaban este líquido para beber, regar y lavar su ropa. También para asearse. Pero hace poco instalaron un tubo de dos pulgadas que lleva el agua del manantial hacia sus casas. Los usuarios de Tarmatambo no comparten el servicio con nadie salvo con la cooperativa, que usa el agua desde las diez de la noche hasta las ocho de la mañana del día siguiente.
La Cooperativa Huaylara todavía posee la infraestructura original de la Troncal principal, surcada por los incas pero ya que fue intervenida por manos modernas. “Entre los años 1996 y 1997, una gestión municipal unió el concreto con el canal ancestral de piedra”, recuerda el actual alcalde de la comunidad campesina de Tarmatambo, David Pucuhuayla. La diferencia de estilos se hace visible en el límite que separa a la cooperativa de la comunidad campesina.
3. Akshu tarbuy: quema, siembra y baila
Sábado, 11 de setiembre de 2021.
Melquiades Ramón ha subido las gradas prehispánicas que conducen a uno de los tongos más cercanos al centro ceremonial del complejo arqueológico de Tarmatambo. El lugar se ha convertido en un templo del deporte: el estadio de San Juan Pata.
La superficie de un andén suele dividirse en dos o tres tongos. Pero, hoy, Melquiades solo labrará un tongo, de 775 m2 aproximadamente, ubicado a unos 100 metros del campo de fútbol, en la falda de un apu. Pertenece al usuario Ricardo Silva, de 65 años.
Un día antes, el viernes, el andén se limpió con fuego. El quemado es una práctica habitual en Tarmatambo. Los campesinos y jornaleros acumulan la maleza en pequeños montones de basura y la chamuscan, normalmente al centro del terreno.
Este proceso puede durar todo el día. Algunos dejan que el fuego lo consuma todo. Otros son más cuidadosos. Días antes, Melquiades y un grupo de sus colegas trabajaron este tongo hasta la tarde. Utilizaron el barbecho, técnica para remover y dejar bloques de tierra, y la curpiada, para voltear la tierra y dejarla plana, lista para dibujar los surcos.
Luego, la surqueada, como la llama Ricardo Silva, requiere de precisión. Los surcos por donde pasará el agua del regadío no deben ser tan rectos, tampoco serpenteantes, ni muy superficiales ni tan profundos. “El agua tiene que penetrar”, explica.
Uno de los jornaleros se equivoca en el proceso: los surcos están incorrectos y el agua se podría desperdiciar. Entonces, Ricardo Silva ordena corregirlos. Sobre la marcha, comienza la botada de semilla, pequeños tubérculos que luego serán cubiertos por la tierra nutrida con fertilizantes (akshu tarbuy). Estamos en el proceso de sembrado.
Como penúltimo paso, se reparte un poco del guano de carnero por cada hueco de siembra y se combina con las semillas. Por lo menos, unos cinco costales de este fertilizante orgánico nutren todo el tongo. Finalmente, tocará el riego, aunque es preciso esperar seis días.
La patacha (o turno) para Ricardo Silva corresponde a la jornada 17 de cada mes. Silva posee cuatro tongos y, en cada uno, realiza el mismo proceso, contrata al mismo personal e invierte casi el mismo monto.
Haciendo un cálculo rápido de gastos para producir un andén, el monto podría llegar a superar “los dos mil soles”, asegura el patrón, mientras a lo lejos se escucha una orquesta interpretar melodías de la fiesta del Santiago.
4. Inundación, una espada de doble filo
Sábado, 11 de setiembre de 2021.
Esperanza Quispe termina de lavar su ropa en la Troncal principal de Tarmatambo mientras espera que den las cinco de la tarde para regar el pequeño tongo que tiene a la mitad del apu, cerca de las collcas (almacenes ancestrales). Su esposo, Eduardo Puchoc, sube hacia el andén unos minutos antes del riego.
De pronto, las vecinas de Esperanza se quejan. Dicen que una campesina estaría usando el agua del regadío fuera de tiempo. Esperanza verifica lo dicho, dado el bajo volumen del líquido en la canaleta.
A pesar de ello, a las cinco en punto de la tarde, Eduardo destapa la entrada del ramal que da a su chacra El agua cae como cascada por el tramo de unos 15 metros, hasta llegar al andén vecino que está sobre el tongo de Esperanza.
El agua pasa por el borde y recorre el ramal con dirección a la mujer. Poco a poco, va llenando los surcos de la chacra, inundando el tongo. Tras unos 15 minutos, el flujo deja de ser persistente. A Esperanza esto le parece raro.
La técnica de riego requiere una gran cantidad de agua. La inundación total del tongo es parte de la praxis campesina, pues el agua debe penetrar hasta la semilla del sembrío, sus costados y los surcos, por un periodo de una a dos horas, dependiendo del tamaño.
El mal uso de la técnica de la inundación podría desencadenar un colapso del mural de piedras y la producción en la andenería se vería suspendida.
Al parecer, se habían cruzado los horarios de riego y esto llevó a un conflicto entre los usuarios de la tarde del sábado. Eduardo llama por celular a Quisho, el sobrenombre del presidente del comité de riego, Crisóstomo Colachagua.
Colachagua le explica que hubo una confusión. El horario de ella no pertenecía al día correcto sino que se había trasladado para el día siguiente, a la misma hora. Eduardo entiende la situación y busca un espacio entre los horarios que quedan para terminar de hidratar su tongo.
5. Pirca, tu andén colapsado
Lunes,13 de setiembre de 2021.
De camino a Huaylara, el vigilante Arturo Basteres cuenta que Melquiades Ramón, alguna vez, generó el colapso de un andén. El jornalero inundó el tongo de una usuaria “sin su permiso”, relata. El agua se desbordó, remojó y colapsó los muros después de acumular tanto líquido.
El deterioro de los muros de piedra se debe a dos causas: el uso excesivo del agua de riego o la mala práctica de la limpieza por quemado, cerca o en el mismo bloque de piedras del andén. Ambas actividades debilitan esta infraestructura y, durante la época de invierno en la sierra, en marzo y abril, las intensas lluvias la hacen colapsar.
Una gran mancha oscura en un muro con piedras chamuscadas se deja ver al costado de un arco de fútbol, en el estadio de San Juan Pata. Este es el último caso de afectación a un andén prehispánico. El tongo es de Abencia Canchán, confirma el vigilante del agua.
Crisóstomo Colachagua y Arturo Bastares revelan que, a principios de este año, algunos de los andenes de Tarmatambo colapsaron por el desborde de agua de la Troncal principal, debido a las intensas lluvias.
Cuando la temporada termina, los propietarios de cada tongo afectado tienen la responsabilidad de restaurar las contenciones colapsadas. “Puede tomar hasta una semana pircar (restaurar o levantar) nuevamente el muro”, afirma Basteres.
Colachagua explica que hay dos o tres albañiles en Tarmatambo que son contratados para la restauración de estas estructuras prehispánicas.
6. No preservar un andén trae consecuencias
En los últimos dos años, se ha intentado preservar componentes del complejo arqueológico de Tarmatambo. En dos oportunidades, el Estado ha desarrollado labores de conservación: una para la limpieza del canal principal de irrigación —actividad impulsada por la Autoridad Local del Agua (ALA)— y la otra para la limpieza del complejo arqueológico coordinada por el Ministerio de Cultura.
En julio de 2021, el proyecto estatal Trabaja Perú se centró en la creación de empleos temporales para la limpieza de la parte peatonal, los caminos incas y el ingreso al monumento arqueológico. También techaron tres collcas, que son los almacenes para guardar la sobreproducción. Antes, en octubre de 2020, la agrupación de comuneros Picaflor Tarmeño además limpió más de 176 kilómetros de canales de riego y drenes, entre ellos el de la Troncal principal.
Los andenes son construcciones ancestrales. Las investigaciones sugieren que fueron construidos desde una época muy antigua, entre los 800 y los 200 años a. C. Hasta el año 1532 su uso fue extendiéndose a lo largo del territorio peruano, impulsado, en gran medida, por la cultura Wari, en el siglo VI, según el estudio Impactos de andenes y terrazas en el agua y los suelos: ¿Qué sabemos?, elaborado por el proyecto Infraestructura Natural para la Seguridad Hídrica de USAID y Forest Trends.
El Ministerio del Ambiente también reconoce a los andenes como infraestructura natural. En el citado estudio, los autores explican que estas terrazas “promueven la conservación de agua y suelos, y brindan una amplia variedad de servicios ecosistémicos, tales como la provisión de alimentos y pastos, la regulación hídrica [y] el control de erosión de suelos”.
Los campesinos de Tarmatambo han sabido cuidar los andenes para obtener beneficios. Lamentan que desde el Estado no haya proyectos de inversión para acompañar, de manera sostenida, el mantenimiento y preservación de esta imponente infraestructura.