A cinco años del 14N, la ciudadanía recuerda la represión que acabó con la vida de dos jóvenes, Inti Sotelo y Bryan Pintado, y dejó más de 200 heridos. Ese hecho marcó el inicio de un periodo de desconfianza hacia las autoridades y de preocupación por el uso de la fuerza en las protestas.
Convoca.pe conversó con Pacha Sotelo, hermano de Inti, quien explica que hoy existe un ambiente de tensión cuando la gente decide movilizarse; “Hoy uno sale a marchar sin saber si va a regresar. Ese temor no es casual, se ha instalado desde el propio Estado”, comenta.
Para las familias del 14N, cada nueva marcha también recuerda lo ocurrido en 2020 y la falta de resultados en el sistema de justicia.
La ola criminal que motiva a protestar
La inseguridad se ha convertido en una de las razones principales por las que muchas personas están regresando a las calles. Las cifras muestran un país donde los delitos crecen sin freno y afectan a más familias cada día. Solo este año, 56 choferes fueron asesinados, la mayoría por sicarios en motocicleta; además, se registraron 118 atentados contra el transporte público, un sector golpeado por extorsiones y amenazas constantes, según cifras del Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público.
Entre enero y octubre, la Policía recibió 23.213 denuncias por extorsión, es decir, una cada 20 minutos. En ese mismo periodo, hubo 2.263 denuncias por homicidio en distintas regiones del país. Estos números reflejan una situación que se ha vuelto parte de la vida diaria, el miedo a ser víctima de un delito.
Para Pacha Sotelo, hermano de Inti, esta realidad explica por qué crece el descontento ciudadano. . “Hace unos años, las extorsiones no afectaban a tantos. Ahora le llegan a cualquiera. Es un efecto dominó. La gente ve que las leyes que antes perjudicaban a unos pocos ahora afectan a miles. Y todo regresa al Congreso, que es la raíz de lo que está mal.”
Señala que mucha gente siente que la criminalidad avanza más rápido que la capacidad del Estado para detenerla. La inseguridad ya no afecta solo a unos pocos. Le puede tocar a cualquiera, y eso cansa. La gente siente que las instituciones no están respondiendo
Ese sentimiento, explica, no es solo personal. Para las familias de las víctimas del 14N, cada movilización es un recordatorio del riesgo que enfrentan quienes protestan. Y, al mismo tiempo, una razón más para insistir en justicia.
Sotelo reconoce que la fuerza que se vio en el 2020 no se ha replicado. Las consignas se han fragmentado, los liderazgos ciudadanos han sido perseguidos y estigmatizados, y el despliegue policial es hoy mucho más sofisticado.
“He participado en marchas desde septiembre y estamos desorganizados. Mientras tanto, la Policía está mucho más organizada que en 2020. Se dividen, te acorralan. Al final tienes 50 manifestantes contra 100 policías.”
“Esa dinámica ha convertido zonas del Centro de Lima; como el Congreso, la avenida Abancay o el jirón Junín, en espacios donde el cerco policial y la represión se repiten en cada marcha.
Otro factor es la salud mental de quienes protestan: ‘Tenemos bajas físicas por perdigones, bombas y golpes, pero también bajas emocionales. Hay personas que no pueden volver porque la pasaron muy mal. Eso también debemos cuidarlo’.”
Pese al miedo, las marchas no cesan. Para Pacha Sotelo, hay un motivo central que sigue movilizando a la ciudadanía; la normalización de la criminalidad y la percepción de un país capturado institucionalmente. El hartazgo se convierte en motor. “Es frustración. La gente se pregunta: ¿cómo pueden seguir haciendo esto sin reacción ciudadana? Y por eso algunos seguimos saliendo.”
Memoria y resistencia en jueves de lucha
Mientras las calles se vuelven más peligrosas, muchas familias han buscado nuevas formas de hacerse escuchar. Desde hace tres meses, todos los jueves se realiza un plantón frente al Palacio de Justicia contra la ley de amnistía aprobada por el Congreso. Allí participan familias de víctimas de violencia estatal ocurrida entre 1980 y 2000, y también los deudos del 14N.
“La familia Sotelo ha resistido desde el arte y la educación, porque en las calles era regalarse. En los plantones encuentras unión, memoria. Alimenta el alma. Te recuerda que no estás solo.” Para ellos, estos espacios son una forma de sostener una lucha que ha sido larga y desgastante.

Un juicio trabado y una justicia que avanza a paso lento
A cuatro años del 14N, el caso sigue abierto, pero avanza con demoras constantes. En los últimos tres meses se han suspendido tres audiencias por motivos administrativos; notificaciones incompletas o errores mínimos que obligan a reprogramar todo por semanas.
“Son cosas mínimas, una letra mal tipeada, una copia que no se entregó. Todo sirve para aplazar. Cada suspensión cansa. Nosotros llevamos cinco años, pero hay familias que esperan justicia desde hace 15 o 20.”, recuerda Pacha.
Este viernes 14, en la Universidad Católica, las familias darán a conocer públicamente el avance del caso, tanto en el aspecto legal como en el acompañamiento a los deudos.
Un 14N distinto, pero no silencioso
El Perú llega a este nuevo 14 de noviembre en medio de una fuerte crisis de seguridad, desconfianza en las instituciones y una ciudadanía fragmentada. Aún así, jóvenes, transportistas y diversos colectivos vuelven a convocar protestas. La fuerza del 2020 marcó un momento, pero hoy es la memoria la que sostiene a quienes siguen marchando. Como señala Pacha Sotelo: "Finalmente el tiempo hace su trabajo y obviamente muchas personas quizás olvidan, pero nunca es tarde, ¿no? Como para continuar resistiendo"