Las manchas negras y espumosas sobre el mar, así como los residuos de petróleo que aún se observan en algunas playas de Lima y Callao, contradicen lo que afirma la empresa responsable del derrame de al menos 11.900 barriles de crudo, la Refinería La Pampilla, subsidiaria de la corporación española Repsol, acerca de que las labores de limpieza ya están en su fase final, a más de un mes de ocurrido este desastre ecológico.
Precisamente una de las interrogantes formuladas por la misión de expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el reporte que presentó al ministro del Ambiente, Modesto Montoya, el 18 de febrero último, fue “¿Bajo qué criterios se determina que una zona está limpia?”, al referirse al nivel de limpieza del combustible vertido en el mar de Ventanilla, el pasado 15 de enero.
Para los especialistas de la ONU, que llegaron al Perú en respuesta al pedido de apoyo de la Presidencia del Consejo de Ministros y del Ministerio del Ambiente, uno de los principales problemas de un derrame de hidrocarburos es determinar cuándo una zona está limpia. “Los umbrales que, a su vez, determinan el final de las acciones de limpieza, deben ser definidos de forma proactiva por las autoridades, en función del contexto de la contaminación”, señala el informe.
La última supervisión de los daños realizada por el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), adscrito al Ministerio del Ambiente, al 23 de febrero, reveló que aún hay trazas de petróleo en el mar y en la playa, así como en aves. Dicha entidad viene realizando diariamente acciones de evaluación y emitiendo reportes con los resultados preliminares.
Una de las principales preocupaciones de los expertos y autoridades es la contaminación que produce la presencia de una espuma oleosa, de color marrón, en la superficie del mar, debido al impacto del oleaje. De acuerdo con el reporte de la misión de la ONU, esta espuma aceitosa es trasladada por el viento y las corrientes marinas hasta acabar en la arena de las playas, donde puede ser recogida manualmente.
Esta espuma, similar a la que generan los detergentes, formada como consecuencia del derrame de petróleo, sigue matando a la fauna silvestre que habita en la bahía de Ancón y en la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, alertó el ministro del Ambiente, Modesto Montoya, a mediados de este mes. “Hay una espuma blanca que está matando todo lo que hay en la superficie”, afirmó.
“Los trabajos de limpieza en el mar y playas afectadas por el derrame de petróleo del pasado 15 de enero presentan un avance de 82%”, aseguró Repsol en su último comunicado, del 23 de febrero. Desde que ocurrió el derrame, esta empresa ha destacado por sus imprecisiones sobre la magnitud del incidente y su impacto en el ecosistema marino.
Juan Carlos Sueiro, de la ONG Oceana, cuestionó el porcentaje de avance de limpieza señalado por Repsol, porque no se sabe sobre qué total calculado la empresa da esta cifra. “¿El 82% de qué?”, preguntó el especialista, al recordar que esta medición es parte del trabajo que le corresponde al Estado.
En su comunicado, Repsol señala que ha culminado el proceso de recuperación de hidrocarburos en la superficie del mar y precisa que en las playas continúa la limpieza con la metodología Scat. La compañía adelantó que, cuando termine esta labor, convocará a las autoridades para que certifiquen el buen estado de las playas.
"Después de que la autoridad competente verifique que se han alcanzado los criterios establecidos, se realizarán los muestreos y análisis correspondientes, mediante los cuales definirán las zonas que requieran ser sometidas a un plan de rehabilitación", explicó la compañía en un comunicado anterior, del 18 de febrero.
El establecimiento de los umbrales que determinan el final de las acciones de limpieza del petróleo vertido en el mar es importante, según el informe elaborado por la ONU, porque permitirá que los equipos de inspección y monitoreo desarrollen criterios técnicos para evaluar los niveles de avance de la limpieza, de acuerdo con las metas a ser alcanzadas.
Si no hay más hidrocarburos móviles visibles en el agua o en las costas circundantes, si se han tomado todas las medidas necesarias o adecuadas para evitar más daños o si los hidrocarburos residuales no tienen o han dejado de tener un impacto evidente en el funcionamiento de los ecosistemas, son algunos de los criterios que, según el reporte de Naciones Unidas, pueden ayudar a determinar cuándo deja de ser técnicamente necesario o beneficioso que sigan las labores de limpieza.
El informe del organismo internacional también advierte que, para considerar cuándo continuar las actividades de limpieza más a fondo, se debe tener en cuenta “si podrían causar más daños que beneficios al medio ambiente y si ya no son capaces de promover con éxito y de forma significativa los procesos de recuperación natural de los lugares afectados”.
Para verificar que el mar y la costa ya están libres de contaminación por hidrocarburos, se requiere una fiscalización y obtener evidencias. Silvia Iglesias, especialista en gestión ambiental, explicó a Convoca.pe que se toman muestras de agua de mar y de suelo y comparando los resultados con los estándares de calidad ambiental establecidos por las normatividad en el Perú.
“Se determina la concentración de aceites y grasas en el agua de mar y se compara con el estándar de calidad ambiental. Si está por encima, todavía tiene contaminación. Igual se hace con la arena, según la norma de calidad ambiental para suelo”, detalló.
Esta labor le corresponde al OEFA, que puede ir haciéndola de manera progresiva, con el fin de monitorear cuánto va mejorando la calidad del agua y del suelo. Agregó que personal contratado por Repsol también puede hacer sus fiscalizaciones internas y monitorear cómo va el progreso de la descontaminación.
Actualmente, están vigentes los Estándares de Calidad Ambiental (ECA) para Suelo, aprobados mediante el Decreto Supremo N° 011-2017-MINAM, y los Estándares de Calidad Ambiental (ECA) para Agua, establecidos a través del Decreto Supremo N° 004-2017-MINAM.
Dos días después del derrame de crudo, el 17 de enero, el OEFA inició una evaluación ambiental integral para identificar el área afectada y tomó muestras de agua, comunidades hidrobiológicas y sedimentos, según informó dicha entidad. Desde esa fecha, los especialistas de este organismo vienen tomando muestras de agua de mar y sedimentos marinos en diversos puntos entre las costas de Ventanilla y Chancay.
Los resultados de la última supervisión ambiental de siete playas realizada por el OEFA, realizada el 24 de febrero, evidenciaron presencia de crudo en la Playa San Juan (Pasamayo) y que no había trabajadores de limpieza en esta zona. También observaron a personal limpiando las playas Bahía Blanca, Playuela y Pachacutec-Anexo Cavero (Ventanilla).
Un día antes, el 23 de febrero, los especialistas del OEFA econtraron petróleo en la playa Javier (Ventanilla) y frente a la playa Gallinacito, entre Ancón y Chancay. Además, encontraron una gaviota peruana con trazas de hidrocarburo en la playa El Almirante (Chancay).
El Ministerio del Ambiente asegura que está dedicado a fiscalizar y medir los daños provocados por los contaminantes y exigir a Repsol que repare y que vuelva el ecosistema marino a la situación anterior al derrame de crudo, según informó el último miércoles el titular de esta cartera, Modesto Montoya.
Sin embargo, tal como lo han venido informando las autoridades del Ejecutivo, Montoya reiteró que la empresa no ha cumplido “casi ninguna de las disposiciones administrativas”, por lo cual el OEFA le ha impuesto multas, que “son pequeñas de acuerdo con las normas”, y, “como siguen incumpliendo”, las sanciones económicas podrían llegar a los 304 millones de soles.
La superficie marina no ha vuelto a una situación normal, pero está bastante cercana, explicó Juan Carlos Sueiro, de la ONG Oceana. Sin embargo, advirtió que las zonas que tomarán más tiempo para recuperarse tienen que ver con los sedimentos, donde hay mayor acumulación de los hidrocarburos, con lo que se queda entre las rocas y los lugares que son refugio de peces e invertebrados.
Las zonas más críticas por la dificultad para su limpieza son las estrechas bahías rocosas, entre Ventanilla y Chancay, y las estructuras artificiales que actúan como trampas para el crudo transportado hacia el norte por las corrientes marinas, según el reporte de la misión de la ONU. “Esas zonas podrían ser una fuente de contaminación secundaria que podría tener consecuencias negativas para el medio ambiente durante mucho tiempo”, advirtieron los especialistas de este organismo internacional.