El ciudadano que llamaremos por las siglas G.V.F. para proteger su identidad, conoció que fue diagnosticado como infectado por el COVID-19, el domingo 5 de abril último. La noticia le causó tal preocupación que hizo que los síntomas que ya presentaba —fiebre, taquicardia y dificultad respiratoria— se agravaran y fuese trasladado a un hospital desde su domicilio. Al ser llevado a uno de los nosocomios de referencia para pacientes con coronavivus, experimentó lo dura e insensible que puede ser el sistema de salud pública en el país, incluso en tiempos de pandemia.
G.V.F. vive en la zona de Canto Rey, en el distrito de San Juan de Lurigancho, y a sus 36 años es padre de familia de dos niños. Antes de recibir el diagnóstico de que padecía el nuevo coronavirus, él era uno de los miles de taxistas que recorría la capital para solventar los gastos de su hogar, pero ahora forma parte de los más de 20 mil peruanos contagiados por la enfermedad que tiene al mundo paralizado.
El paciente relató a Convoca.pe que sus sospechas sobre su estado de salud comenzaron el 27 de marzo, cuando empezó a sentir fiebre, dolor corporal y de garganta. Ante estos síntomas acudió al hospital de Canto Grande, donde solicitó una revisión médica para dar con el diagnóstico de su malestar.
En el nosocomio lo revisaron y le indicaron que solo tenía una afección en la garganta. "Me dijeron que tenía faringitis aguda, me pusieron una ampolla de clorfenamina y metamizol para aliviar mi dolor de garganta, y me dijeron que vaya a mi casa", indica G.V.F.
Sin embargo, el paciente comentó que con el paso de los días el dolor de garganta y la fiebre se hicieron más intensos, por lo que, el 2 de abril, G.V.F. volvió al hospital de Canto Grande donde se encontró con una enorme fila de personas que decían que presentaban síntomas del COVID-19 y buscaban que les realizarán pruebas para descartar que tuviesen la enfermedad. G.V.F. indicó que reclamó airadamente para exigir que le hicieran el hisopado (prueba de mayor confiabilidad), objetivo que logró y fue la única persona que pasó por el test ese jueves.
Desde el día de la prueba, G.V.F. tomó la decisión de aislarse dentro de su casa de forma preventiva. Se encerró en una habitación y esperó las indicaciones de las autoridades sanitarias, así como la respuesta a su prueba de COVID-19. "Me llamaron de la Dirección de Redes Integradas de Salud (DIRIS) de Lima Centro —a la cual pertenece el hospital de Canto Grande— para hacer un seguimiento de mi caso. Me aconsejaron que tuviera un baño de uso exclusivo, que comiera en platos descartables y que no tuviese contacto con nadie", refirió el paciente a Convoca.pe.
La tarde del domingo 5 una llamada del personal médico de seguimiento le confirmó sus sospechas. El hisopado dio positivo a COVID-19 y G.V.F. entró en estado de shock. "Me costó muchos asimilarlo. Solo pensaba en mis hijos", comentó con preocupación.
Además, el paciente narró que al enterarse del resultado de su prueba tuvo un ataque de taquicardia y la dificultad para respirar se agudizó durante horas. Sus familiares trataban por todas las líneas telefónicas disponibles conseguir una ambulancia que lo atendiera. G.V.F. tiene enfermedades preexistentes como presión alta, prediabetes y asma, por lo que sumado al coronavirus podría generar una complicación mayor a su salud.
La insistencia tuvo resultados y llegó a su casa una ambulancia del Servicio de Atención Médica de Urgencia (SAMU), cuyos paramédicos decidieron que por su estado de salud debía ser trasladado a un hospital. G.V.F. fue acompañado por su esposa al Hospital Nacional Dos de Mayo, centro elegido por el personal de salud por tratarse de un establecimiento de referencia para infectados por COVID-19. El paciente comentó a Convoca.pe que en ese momento no se esperaba el maltrato que recibiría.
Falsas esperanzas
Según contó G.V.F., al ingresar al Hospital Dos de Mayo el personal intentó no recibir a la ambulancia, a lo que los paramédicos del SAMU exigieron a los médicos que el paciente confirmado con COVID-19 debía ser atendido. El infectado refirió a este medio digital que fueron minutos de tensión emocional, pues escuchaba la discusión entre los paramédicos y el personal hospitalario, quienes finalmente aceptaron su ingreso.
Luego de bajar de la ambulancia, G.V.F. fue trasladado a una de las carpas de atención externa para pacientes con el nuevo coronavirus, donde fue atendido por la doctora Matilde Condori, quien revisó su caso y encontró que, además de taquicardia y fiebre, tenía presión alta e indicios de neumonía, por lo que le recomendó que se debía tomar una radiografía del tórax para verificar la gravedad de la infección respiratoria y evaluar el internamiento.
No obstante, lo que parecía una buena señal se convirtió en decepción. A los pocos minutos de la recomendación de someterse al examen, la doctora Condori escribió una receta médica en la cual indicaba que debía seguir un tratamiento de cinco días con azitromicina, fármaco utilizado para tratar casos de neumonía, y paracetamol, para la fiebre. "¿Y la placa radiográfica?", preguntó G.V.F. a la doctora. Ella le respondió que debía hacer el régimen domiciliario, es decir regresar a su casa. “Es lo que podemos hacer por el momento”, le dijo. El paciente afirmó que tuvo que comprar las pastillas en una farmacia privada porque no le dieron las medicinas en la farmacia del hospital, pese a que es asegurado del Sistema Integral de Salud (SIS).
La sorpresiva noticia de los funcionarios sanitarios causó decepción en G.V.F. Junto a su esposa buscaba una respuesta al maltrato, pero no la encontraba. El toque de queda ya había empezado y ellos estaban a 20 kilómetros de su domicilio en San Juan de Lurigancho. En la zona del Cercado de Lima, donde está ubicado el hospital, ya no transitaban buses ni taxis, que pudieran llevarlos hasta su vivienda. "La calma que tenía por ver personal médico capacitado, se fue", expresó el paciente.
Eran las 7:30 de la noche, el infectado junto a su esposa trataron de encontrar ayuda en la ambulancia del SAMU estacionada en el hospital pero sus paramédicos ya no contaban con los implementos de seguridad sanitaria, por lo que no podían llevarlo de vuelta a su casa.
Rechazo de las autoridades
Al no encontrar ayuda en el hospital, G.V.F. junto a su esposa caminaron por el centro de Lima en pleno toque de queda. Pasaron por las avenidas Grau, Colmena y Abancay, donde fueron intervenidos por los contingentes policiales y militares. El infectado por COVID-19 dijo a Convoca.pe que, sumado a los malestares que sentía, también experimentó el rechazo de las fuerzas de seguridad del Estado.
"En el camino pedíamos ayuda a la policía y militares, pero nos respondían que no nos acerquemos y que continuáramos caminando. Era una escena holocáustica. Al decirles a los soldados o policías que tenía coronavirus, nos rechazaban", contó G.V.F.
El paciente agregó que en el cruce de la avenida Abancay con jirón Cusco, consiguieron que un patrullero los llevara hasta los alrededores de la Plaza de Acho. Eran casi las 8:30 de la noche y aún faltaba mucho camino para llegar hasta su domicilio en Canto Grande. G.V.F. y su cónyuge avanzaron unas cuadras más hasta que el cansancio y la taquicardia hicieron que decidiera detenerse a reposar cerca de la comisaría de Piedra Liza. En esa instalación solicitaron ayuda a los policías, quienes los trasladaron hasta la casa de ambos.
Horas de incertidumbre y maltrato terminaron al ingresar a su vivienda. Casi a las 10 de la noche por fin llegaron a su destino y pudieron ver a sus hijos. Para G.V.F. esta situación puede volver a repetirse, pues en los próximos días debe ser atendido por los médicos del Ministerio de Salud (Minsa). Señaló que continuará respetando la cuarentena en su habitación. “Solo pienso en superar la enfermedad y volver a abrazar a mis hijos", reflexionó.
Un trato más humano
Unos días después de que iniciara su tratamiento, G.V.F. nuevamente volvió a sentirse mal. Las dificultades respiratorias, el dolor de pecho y de espalda se presentaban con más recurrencia pese a que seguía el tratamiento con azitromicina y paracetamol que le dieron en el Hospital Dos de Mayo. Contó que llamó en reiteradas ocasiones al número de teléfono de la Diris Lima Centro para recibir atención domiciliaria, pero no recibió respuesta.
Desesperado, el miércoles 9 decidió actuar y acudir por sus propios medios a buscar ayuda en algún hospital. Cansado de esperar y recordando la atención que recibió en el Dos de Mayo, tomó un polo blanco, lo puso en la ventana de su auto como señal de auxilio y condujo hasta el nuevo Hospital de Ate. Dijo que estaba seguro que iba a lograr que lo atendieran ya que era el establecimiento que el presidente Vizcarra en esos días había destacado como el principal hospital para casos con COVID-19.
Se sorprendió cuando llegó al lugar. El paciente refirió que el hospital de Ate estaba lleno de gente que buscaba, al igual que él, ser atendida. No pudo ingresar. "Nos dijeron que el hospital no iba a atendernos porque le faltaba personal y que buscáramos otro lugar", comentó G.V.F, quien continuó manejando su auto con la tela blanca hasta llegar al Hospital Hipólito Unanue, en El Agustino, conocido como "Bravo Chico", donde logró ser recibido por un médico.
"Su trato fue totalmente distinto. Me hicieron sentir como un ser humano y me explicaron cómo debía llevar el tratamiento aislado", manifestó. Añadió que, si bien le dieron la misma receta de fármacos que en el Hospital Dos de Mayo, la diferencia principal fue que en el trato no se sintió como un "leproso".
Al preguntarle por qué no permanece en su casa si sabe que es un riesgo para él, G.V.F. contestó que si no sale le podría "pasar algo" en su domicilio. Agregó que tiene suerte de tener un auto para acudir al hospital porque las brigadas médicas no han vuelto a visitarlo para darle seguimiento a su caso. “Debo salir en mi auto al hospital para darle pelea el virus”, señaló.
G.V.F. indicó que ha vuelto dos veces al hospital de El Agustino para obtener las recetas de sus medicamentos. Además, refirió que los médicos de ese nosocomio le han recetado otros fármacos, además de la azitromicina y el paracetamol, que le han permitido luchar contra la neumonía causada por el COVID-19.
El próximo jueves deberá acudir nuevamente a consulta donde los médicos lo evaluarán para determinar si le dan el alta médica, aunque reconoce que si eso sucede deberá mantenerse en aislamiento junto a su familia hasta que las autoridades levanten el estado de emergencia.
“Deberé cuidarme mucho hasta que aparezca la vacuna con la cura del COVID-19. Diariamente busco las noticias de posibles vacunas que están probando. Espero que en un año ya se pueda tener la vacuna y poder volver a tener tranquilidad”, dijo G.V.F. Ha prometido llamar a este medio digital en unos días, con la esperanza de poder informar que es uno de los casos recuperados del virus, que tiene en jaque al mundo.
Convoca.pe buscó la versión institucional del Hospital Dos de Mayo y el Ministerio de Salud sobre este caso. El hospital señaló a través de su área de Prensa que “son cientos los pacientes que llegan a ese establecimiento por lo que sería difícil retornarlos a sus hogares”, pero no se obtuvo respuesta precisa sobre la situación denunciada por G.V.F. Por su parte, el Minsa no emitió comunicación alguna hasta el cierre de edición.