Roberth Orihuela*
25 de mayo de 2023
Una camioneta 4x4 aparece de pronto en la carretera de trocha bajo el abrasador sol del verano y se acerca peligrosamente a un acantilado. A apenas dos metros del abismo gira e ingresa por un desvío que le permite bajar hacia una de las tantas caletas y playas ocultas entre las rocas y riscos que existen en el litoral de la región Arequipa, al sur del Perú. Allí dos hombres cargan varios montones de algas secas y los suben al vehículo, que puede cargar hasta 2,5 toneladas. Tras unos minutos salen conduciendo por la misma trocha. Serpentean por el agreste terreno, sin perderse, en la maraña de huellas que dejaron otras camionetas y motos de algueros que transitan por el lugar para sacar algas de sitios que a vista de cualquiera podrían parecer imposibles. La 4x4 se pierde con dirección a la carretera Panamericana Sur —la arteria de asfalto que une el Perú de norte a sur—. Su destino es una de las tantas plantas molineras que existen en la región. Estas empresas luego la exportan a manera de harina hacia el gigante asiático, China.
Y es que el negocio de las algas marinas no se detiene en el Perú desde los primeros años del milenio, posicionándolo como el segundo exportador de este producto acuático en Latinoamérica, sólo detrás de Chile. En 2003 las exportaciones fueron de poco más de 3 mil toneladas y para el 2022 aumentaron a más de 50 mil, casi todas obtenidas de las regiones del sur peruano. ¿A qué se debe este crecimiento?
Sucede que las especies de algas pardas (sargazo, huiro y aracanto) son ricas en alginato, una suerte de espesante o gel natural que las industrias chinas utilizan en diversos productos, desde cosméticos y fármacos hasta conservantes alimenticios, textiles y fertilizantes. Y la naturaleza ha bendecido al sur peruano y el norte chileno con todas las condiciones para que en sus aguas proliferen inmensos bosques marinos.
Antes del 2000, en el Perú las algas no generaban interés entre los pescadores artesanales del litoral. Pero poco a poco se han convertido en una fuente importante y hasta primordial de ingresos para muchos de ellos. Quienes ahora se han especializado en su extracción utilizando técnicas ilegales como el barreteo, ganzúas o buceando en el fondo marino. Esto a pesar de que la ley peruana solo permite la recolección de lo que el mar vara en las playas. De esta forma están afectando el delicado balance del ecosistema del que dependen mariscos, moluscos y peces.
De acuerdo con los pescadores que se oponen a los algueros, la actividad ilegal ha reducido la producción marina que sirve como materia prima para la gastronomía local: barquillos, lapas, choros, pulpos y ciertas especies de peces ya no pueden encontrarse o son escasos en mercados y restaurantes. Y eso sin contar que la desaparición de las praderas de algas también puede afectar la producción de oxígeno y la eliminación del dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera de la Tierra, porque producen entre el 50% y 85% del oxígeno que se libera al planeta.
El boom de las algas
Sixto Rojas es un dirigente de los pescadores artesanales de la provincia de Caravelí, al norte de Arequipa. Mientras camina por las playas del distrito de Chala, este hombre bajito y de piel tostada por el sol y la salinidad del mar explica que antes los pescadores recogían las algas que el mar varaba para venderlas a acopiadores que se las llevaban hacia Chile. Allá eran procesadas para enviarlas hacia la China. "La producción era mínima porque no valía mucho y porque aquí se vivía de la pesca”, añade.
Pero desde el 2008 el incremento del precio de las algas provocó un boom; pues las algas exportadas pasaron de un promedio de US $ 393, entre el 2001 y 2007, a US $ 650 la tonelada. Los empresarios de Chile y los acopiadores peruanos pedían más algas a los pescadores artesanales y les ofrecían más dinero. De pronto, algunos negociantes chilenos y otros chinos instalaron plantas de procesamiento en el puerto de Matarani, en la provincia arequipeña de Islay, y luego en el distrito de Atico, en Caravelí, con el fin de reducir costos de transporte y exportar más fácilmente. “Y esas algas que enviamos regresan en forma de productos procesados que cuestan miles de veces más. Sacan cosméticos, fármacos y hasta fertilizantes”, añade Sixto Rojas.
El crecimiento del negocio provocó una proliferación de empresas que se dedican exclusivamente a acopiar y picar las algas. Pasamos de tener dos grandes exportadores en 2002 a más de diez en 2005. Y hasta el momento ya hay más de 176 empresas registradas, de las cuales las más grandes se siguen contando con los dedos. Estas compañías, señalan los pescadores y también las sanciones e investigaciones de las autoridades locales, son las principales promotoras de la extracción ilegal de algas.
Una de las empresas que promovieron el boom de las algas en el país fue Algas Multiexport del Perú SAC. De capitales chilenos y creada en 1997, exportó más de 32 mil toneladas hasta el 2016. Tras varios problemas financieros, los dueños y ejecutivos de la empresa cambiaron de nombre a Sudamericana Empaque de Algas SAC y en octubre del 2020 el Poder Judicial peruano declaró a la empresa en quiebra e inició el proceso de liquidación. Hoy deben en impuestos 9 millones 291 mil soles (US $ 2,5 millones) al gobierno peruano. La compañía señala un local en un edificio de la ciudad arequipeña, pero allí nadie da razón de ellos y no hay forma de contactarlos.
Otra de las antiguas empresas que exportaban grandes cantidades y no cumplían la ley era Crosland Tecnica SA. Se trata de un conglomerado empresarial que tiene intereses en los sectores automotriz, inmobiliario, gastronómico, ferroviario y otros bienes de consumo, como las algas. Esta sociedad incursionó en la exportación de algas desde los años 90 hasta el 2016. Ese año el Ministerio de la Producción (Produce) la sancionó por operar una planta de picado de algas sin contar con el equipamiento e instrumentos que exige la norma. Los empresarios aceptaron la culpa y buscaron acogerse a una terminación anticipada para pagar solo el equivalente a US $ 4 mil. Sin embargo, el ministerio rechazó el intento y la multó con S/ 59.250 o US $ 18 mil, además de la suspensión de su licencia de operación.
Luego de esto, Crosland Tecnica SA trasladó sus intereses en el negocio de las algas a su subsidiaria Algaex SA. Así lo indican en su sección de trayectoria empresarial, en su portal web. Desde entonces y hasta ahora esta compañía ha exportado otras 31 mil toneladas de algas marinas con sus tres plantas de procesamiento ubicadas en la región Ica. Aunque ninguna de ellas aparece en el registro de plantas pesqueras del Produce, que es el listado de las empresas autorizadas para el procesamiento de productos marinos, como las algas o peces.
Una cadena de ilegalidades
El total de las exportaciones de algas marinas en el 2022, según el registro de la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria y Aduanas (Sunat), fue de 50.635 toneladas. Esto es 14% más que lo exportado en 2021 y 40% más que lo exportado en 2020. Y sin ir muy lejos, es casi el doble de lo que se exportó en 2017.
Este rápido crecimiento en las exportaciones se debe a dos factores, explica el dirigente Sixto Rojas. El primero es la disposición de los algueros por depredar todas las algas que puedan mientras el precio lo justifique. Y el segundo, son las empresas que procesan y exportan las algas y que impulsan la depredación sin importarles la procedencia legal o ilegal de estas.
Luci Córdova es una pobladora del distrito de Chala. No es pescadora ni alguera reconocida por las asociaciones locales, pero recolecta las algas que el mar vara en las playas que quedan cerca de su casa. Esta mujer de cincuenta años es padre y madre para sus hijos y no tiene un empleo fijo. Vio en la recolección de algas un medio para ganar unos soles y cada vez que puede acude a la playa para recolectar junto a sus hijos.
“Como no estamos registrados, los algueros nos quitan las algas que obtenemos y nos botan. Al final solo recogemos los desperdicios, lo que a ellos no les importa. Hemos pedido que nos dejen entrar en la asociación, pero piden mucho dinero y nos rechazan. Ya se han adueñado de las playas y también sabemos que van a las caletas, donde es difícil acceder y depredan. Nosotros no, nosotros solo recolectamos”, cuenta Luci, mientras muestra los montones de algas que ha juntado por más de dos meses y por los que buscará obtener a lo mucho el equivalente a US $ 400 dólares.
Luci y su familia venden las algas a un acopiador, que llega cuando menos lo esperan y les paga en efectivo sin pedirles un certificado de procedencia (documento que emite el Produce y que certifica que la alga no fue obtenida con técnicas ilegales) o un su carnet de pescadores artesanales, que emite la gerencia regional de la Producción.
“Estos acopiadores luego las llevan a las plantas picadoras, que blanquean las algas”, explica el dirigente Sixto Rojas. Él se refiere a que son las empresas y las Organizaciones Sociales Pescadores Artesanales (OSPAs) quienes emiten estos certificados de procedencia para legalizar las algas que los acopiadores les venden. Así también lo confirman funcionarios del gobierno regional de Arequipa, como el subgerente de Pesca, Omar Paz Valcarcel. Quién señala que se hace esto debido a la falta de fiscalizadores en el sector.
“En otros casos, los algueros que no tienen autorización van con los asociados y les piden que les emitan un certificado. Claro, eso tiene su costo, pero lo asumen porque igual salen ganando. Y las autoridades no hacen nada. Es fácil darse cuenta cuando una algas es cortada y cuando es varada. Solo tendrían que ir a las plantas y pararse a esperar que lleguen las algas”, añade Rojas.
Una de las empresas que tiene esas prácticas es Globe Seaweed International SAC. Esta compañía de capitales chinos es hoy por hoy la principal exportadora de algas marinas. Desde el 2005, cuando empezó a operar, ha enviado más de 191 mil toneladas hacia China. Y en sus 18 años de vida, Globe Seaweed International fue sancionada en siete oportunidades por el Ministerio de la Producción por entregar información falsa o incompleta sobre sus operaciones, impedir la labor de los fiscalizadores, realizar operaciones pesqueras sin autorización y procesar algas sin certificado de procedencia.
De acuerdo con la prensa local, en 2008 el Ministerio Público y la Policía intervinieron los almacenes de Globe Seaweed International ubicados en el distrito de La Joya (Arequipa) cuando un tráiler con 15 toneladas de algas sin certificados de procedencia fueron descargadas. En 2016, el Produce encontró que la empresa procesaba algas que habían sido obtenidas con técnicas ilegales y sin el certificado de procedencia que exige la norma. Le impusieron una multa por el equivalente a US $ 125 mil, pero nada más.
De igual forma en febrero del 2016, las autoridades fiscales incautaron 34 contenedores llenos de algas por un valor de US $ 637 mil, que estaban a punto de ser embarcados en buques para su exportación. Y en julio de ese mismo año, el Ministerio de la Producción intervino otra vez los almacenes de la empresa con 13 toneladas de algas marinas que no contaban con los certificados de procedencia. Finalmente, ese año abandonaron la región Arequipa y se mudaron a Ica. Desde entonces, no han vuelto a ser molestados por las autoridades. Esto a pesar de que ninguna de las nueve plantas productivas, que la empresa señala en su registro de establecimientos anexos, aparece en el registro de Plantas Pesqueras del Ministerio de la Producción.
Otra gran exportadora con antecedentes es Algas Sudamérica SAC. La empresa creada en diciembre del 2015 con un capital de apenas S/ 6 mil o US $ 1.500 creció rápidamente y en su primer año de operaciones movieron más de US $ 1,4 millones en exportaciones de algas. Luego todo fue cuesta arriba. Hasta la fecha ya han facturado alrededor de US $ 20 millones en algas exportadas. Pero la empresa no es totalmente responsable. El Produce ha sancionado a Algas Sudamérica en dos oportunidades por no presentar la documentación de sus cargamentos de algas en el momento de la intervención y tampoco en el plazo que la entidad les dio. Vale destacar nuevamente que ninguna de las cuatro plantas de procesamiento que la empresa tiene en las regiones Ica y Arequipa aparece en el registro de Plantas Pesqueras del Produce.
Así, la lista de empresas sancionadas por el Produce suman 19; un 10,5% de todas las que operan en el país. (Lista completa)
Para este reportaje visitamos los almacenes y las plantas de procesamiento de estas empresas y los trabajadores señalaron que no podían dar ninguna manifestación. Dejamos nuestro contacto para que los dueños puedan brindar sus descargos, pero nunca llamaron.
Quién sí respondió fue el gerente de la Producción del Gobierno Regional de Arequipa (GORE Arequipa), Luis Vargas Choque. Pero dijo que no conocía el tema y deslizó que de todas maneras no podría hacer nada y nos trasladó con el subgerente de Pesquería Omar Paz Valcárcel. Días después Vargas Choque renunció al cargo.
Paz Valcárcel declaró y aclaró que el gobierno regional ya no cuenta con las competencias para fiscalizar a las plantas procesadoras de algas marinas. Esto porque desde el 2017 el Produce determinó que las plantas ya no podían ser artesanales, sino de tipo industrial. Esto ha provocado que las empresas inicien un proceso de adecuación, que ya lleva más de cinco años y que no parece haber cambiado el panorama.
“Sabemos que muchas de las plantas siguen con las técnicas rudimentarias de siempre”, añadió Paz. El funcionario además se excusó de la falta de fiscalización a la actividad de los algueros en las playas y caletas de la región. Dijo que a pesar del cambio de autoridades, en enero de este año, la situación no ha cambiado.
“Seguimos con tres fiscalizadores y no podemos cubrir los 521 kilómetros de litoral de la región. Tampoco tenemos logística ni presupuesto para realizar operativos, aunque estamos coordinando siempre con la Policía”, dijo. El funcionario además explicó que estos tres fiscalizadores no solo tienen que supervisar la actividad alguera, sino toda la actividad marina y la que se realiza en los ríos de la región. Una tarea ya de por sí titánica.
Una salida con valor agregado
Mientras en Arequipa e Ica los algueros, acopiadores y empresas depredan los bosques de algas marinas para hacer crecer sus intereses, en la región Moquegua, en el puerto de Ilo, el panorama es totalmente distinto. Allí hay solo tres asociaciones de algueros que cuentan con apenas 35 miembros registrados, quienes realizan la labor de recolección cumpliendo estrictamente las disposiciones que señala la ley de aprovechamiento de las algas marinas. La misma dispone que sólo pueden aprovecharse las algas que el mar vara de forma natural.
En Ilo están desterradas las técnicas ilegales del barreteo o del corte con ganchos o por buceo de las algas marinas. José Zapata, dirigente de la Asociación Las Brisas, explica que antes del 2012 los algueros depredaban los bosques marinos sin piedad, pero también se dieron cuenta que estaban afectando otras actividades como la pesca artesanal y la extracción de mariscos. “Desde entonces nos hemos organizado y existe un acuerdo de cumplimiento mutuo, para no cortar las algas, sino solo recolectar. El fin es obtener un balance: que nosotros podamos obtener ganancias pero sin afectar al ecosistema”, dice Zapata.
Este joven dirigente cuenta que las asociaciones han buscado la forma de sacarle mayor provecho a su actividad tecnificándose. José, por ejemplo, estudió ingeniería pesquera en la Universidad Nacional de Moquegua (UNAM) y logró pagar sus estudios con su actividad alguera. Luego empezó a especializarse en el cultivo de algas marinas y llevó la idea a su asociación. Con el apoyo de todos lograron ganar subvenciones concursales que la empresa minera Quellaveco convocó como parte de sus programas de responsabilidad social. Y con los primeros premios, Zapata y otros algueros pudieron capacitarse en Chile y luego contratar especialistas para que les enseñen los primeros pasos en el cultivo de algas.
Hoy, Las Brisas cuenta con un laboratorio de cultivo de algas ubicado en una sede del Ministerio de la Producción, a unos minutos del puerto de Ilo. Allí Zapata y su compañero Esaú Calagua muestran el proceso que realizan. Para cultivar algas de la variedad yuyo hay que cortar ramas como si de piecitos de plantas se tratase y luego estimulan su crecimiento en cuerdas de rafia que son llevadas a sus “parcelas” ubicadas en una playa cercana. Allí tienen 18 líneas de 100 metros cada una y de las que pueden obtener alrededor de una tonelada por línea dos veces al año. La alga que cosechan la vendían sin procesar a los restaurantes de la ciudad portuaria, pero desde hace dos años han dado un paso más de su proyecto: le están dando valor agregado generando productos comestibles y de consumo.
José Zapata muestra con orgullo la mermelada, la harina de alga, el fertilizante y la alga deshidratada que están elaborando y que ya venden en algunos comercios y a empresas, como Quellaveco, y que muestra su éxito. “Lo que buscamos es dejar de vender materia prima y generar una pequeña industria alrededor de las algas. Y ya estamos ganando clientes, que nos piden más producto y para ello necesitamos hacer crecer la magnitud de nuestros cultivos. Ahora tenemos que pensar como empresa, para ganar rentabilidad”, añade Zapata en la oficina de la asociación donde vende, por ejemplo, dos potes de mermelada de membrillo enriquecida con harina de algas a 15 soles o US 4 dólares.
Mientras tanto, en el lejano distrito arequipeño de Chala, donde los algueros siguen depredando las praderas marinas, el dirigente Sixto Rojas sueña con que algún día sus paisanos y las autoridades regionales implementen un programa de cultivo de algas para darle valor agregado y generar una pequeña industria para la venta local y, por qué no, para la exportación.
“Así dejaríamos de ser depredadores para convertirnos en transformadores. Incluso, si contáramos con una pequeña industria los algueros dejarían de depredar y solo aprovecharían lo necesario para producir productos con valor agregado. Lo que necesitamos es tecnificarnos, pero solos no podemos. Necesitamos que las autoridades regionales se interesen”, agrega Rojas, mientras mira como un sol rojizo va perdiéndose en el horizonte del océano Pacífico.
*Este reportaje fue elaborado por Roberth Orihuela para Convoca.pe con el apoyo de InquireFirst y del Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Hughes (HHMI). En la edición participaron Iván Carrillo (Inquire First) y Gonzalo Torrico (Convoca.pe).