Frente a una pantalla gigante y al compás de la melodía del arpa y la guitarra, cerca de cuarenta mujeres con polleras y trenzas se desplazan en el Patio de la Municipalidad de Huamanga al caer la tarde. Al mismo tiempo, se escucha a través de los parlantes, una voz tras otra:
“Tu hijo, el ultimito, tiene un taller de marinera y enseña a bailar”.
“Nuestra hija tiene un niño ¡se parece bastante a ti!”.
“Hermano, hace dos meses nació tu sobrino y lleva tu nombre”.
“Tienes una nueva nieta y tiene tu sonrisa”.
Las frases resuenan en el corazón de Huamanga, la capital de Ayacucho, donde surgió como un grito de valentía hace más de 30 años, la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (Anfasep), conformado principalmente por las abuelas y madres de los desaparecidos en plena efervescencia de los años de violencia en el Perú (1980-2000). Esas mismas mujeres y sus herederas decidieron transformar su duelo prolongado en una representación artística el último 2 de noviembre por el Día de los Muertos, bajo el nombre “Allin Willakuykuna”, una expresión en quechua que significa buenas noticias.
“Para nosotras, para los familiares de los desaparecidos, no hay donde llevar un ramo de flores”, recuerda Adelina García Mendoza, presidenta de la Anfasep, que exige al Estado la ubicación y restitución de los restos de sus seres queridos para un entierro digno.
Para María Elena Tarqui, el Día de los Muertos se convirtió en un día en blanco, atrapado en el limbo, desde que su padre, Ignacio Tarqui Ccayo, fue asesinado extrajudicialmente en el distrito ayacuchano de Cayara aquel 13 de mayo de 1988. “No sabía adónde ir, en el cementerio no está mi padre. Creo que esto (Allin Willakuykuna) es muy importante para no recordar de una manera muy triste y dolorosa, sino de una manera que nos permita tener paz y tranquilidad”. En Cayara fueron asesinados campesinos por el Ejército Peruano en respuesta al ataque de la organización terrorista Sendero Luminoso. La masacre de Cayara aún no tiene sentencia.
Ayacucho fue el departamento que registró el mayor número de víctimas fatales durante los años de violencia: más del 40 por ciento de los 69 mil muertos registrados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación hasta 2003.
En el Perú, desaparecieron más de 20 mil personas durante el periodo de violencia (1980-2000), según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y Sitios de Entierro (Renade). Entre ellos, los familiares de las madres de Anfasep que decidieron transformar su dolor en un ritual artístico para empezar a sanar esa gran herida de la pérdida, entre los sonidos del arpa y la danza.
Para nosotras, para los familiares de los desaparecidos, no hay donde llevar un ramo de flores”, recuerda Adelina García Mendoza, presidenta de la Anfasep, que exige al Estado la ubicación y restitución de los restos de sus seres queridos para un entierro digno
Una mesa larga como una gran ofrenda se extendió en el centro del patio durante la representación artística, los tanta wawas (panes de trigo tradicionales para conmemorar el Día de los Muertos) fueron entregados a los asistentes en medio del sonido festivo de la banda y la voz de Renata Flores. El arte fue el canal para ir al encuentro de quienes desaparecieron y de un público conmovido que honró a las víctimas del pasado.
Fueron 30 minutos para expresar el dolor, la alegría y la fortaleza con canto, baile y abrazos, sin olvidar que la noticia más esperada para estas mujeres es encontrar a sus familiares.
“Lo que hemos vivido ha sido esta integración de la vida y la muerte”, dice la directora de coreografía de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Mónica Silva Macher, quien formó parte del equipo que estuvo a cargo del proyecto. A través del arte, se busca también conmover, recordar y hacer visible la fuerza de las mujeres de Anfasep, enfatiza.
Para el director de teatro del grupo Sala de Parto, Alejandro Clavier, ‘Allin Willakuykuna’ es una propuesta que surgió desde las buenas noticias, sin negar el dolor que hay detrás de cada historia. Ha sido una oportunidad para que las madres puedan conectarse con sus familiares desde el arte. “Ha sido sanador”, agrega.
Lo que hemos vivido ha sido esta integración de la vida y la muerte”, dice la directora de coreografía de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Mónica Silva Macher
“Yo puedo decir que es como una terapia porque hay mucho sufrimiento por la pérdida de los hijos. Ha sido importante para nosotras”, dice mamá Adelina, la presidenta de Anfasep, que tiene la gran misión de seguir adelante. Y espera llegar a Lima, junto a sus compañeras de lucha, para presentar esta iniciativa en 2020.