El año 2020 ha mostrado un hecho inédito en la historia. La oferta de bienes se congeló y la demanda de bienes fue suspendida por el encierro de la ciudadanía en todo el mundo. Eso llevó a un colapso de las economías a tasas que han hecho perder en promedio en América Latina 9 años a los países, y en Europa 11 años. Estados Unidos perdió 6 años, mientras China crecerá el año en curso 1.2%. Convoca.pe publica este artículo del reconocido economista Óscar Ugarteche elaborado para la revista La Corriente.

 

El año 2020 ha visto por primera vez en la historia una suspensión de la producción en todo el mundo. Esto no había ocurrido jamás, ni en las grandes depresiones de 1872 a 1896 ni en la de 1929 a 1938. Tampoco en las guerras mundiales. Las suspensiones de producción han sido puntuales de países y más puntuales de regiones dentro de países. Esta vez fue una suspensión general dela producción. Lo inusual es que además de haberse suspendido éste, se suspendieron casi todos los servicios en todo el mundo.  En la era de los servicios esto ha sido determinante para impactar sobre el empleo mundial.

El mundo, como se sabe, no es justo. El empleo en las economías más maduras es más formal, con seguridad social universal y seguros de desempleo. En las economías emergentes es más informal, con poca seguridad social y sin seguro de desempleo. De esta forma el golpe de la catástrofe económica ha golpeado de manera diferenciada a unos y otros y hecho crecer las brechas de ingresos entre estos. La formalidad del empleo y la universalidad de la seguridad social es un primer tema que debe de ser atendido por las políticas que se vayan a aplicar en adelante. Sin un sistema de salud universal y de protección ante la pérdida de ingresos no hay forma de evitar una catástrofe social que profundice las disparidades entre los países y dentro de ellos.

En promedio, los países de América latina perdieron 9 años de crecimiento económico.  Sin contar Jamaica, de Belice y los tres “desarrollados” de Iberoamérica observan peor performance que los centroamericanos y Paraguay. Al medio de estos extremos están El Salvador, Perú, Ecuador, Honduras y Uruguay. La consecuencia universal de la pandemia ha sido el desempleo y la pedida de puestos de trabajo. Es decir, personas fueron desempleadas pero sus puestos de trabajo no volverán a abrirse, de forma que las empresas tendrán menos empleados como resultado de la automatización que se aceleró para evitar futuros contagios e interrupciones a la producción y provisión de servicios. Una rama evidente es la banca cuyos cajeros inteligentes están sustituyendo al personal de ventanilla. Tras la pandemia habrá oficinas de bancos que no reabrirán y el personal por oficina se reducirá a pocos. Posiblemente se fomentará el uso creciente de tarjetas de débito, que ya venía, pero se acentuará, en esa mal llamado inclusión financiera, como si un pobre estuviera financieramente incluido en nada. Es la metáfora por cliente bancario.

 

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El PIB de la Unión Europea y de EE.UU. está en dólares, los demás están en monedas nacionales.

 

Cualquier reactivación económica va a tener que poner la agregación de valor y el empleo al centro, como se hizo en una situación parecida en los años de 1930. El empleo es la razón de ser de la economía y la manera de lograrlo es afectando actividades que agregan valor. Producción nueva agrícola, producción vieja perdida del campo, producción más compleja con minerales como insumos, son elementales para generar empleo. Esto lo señaló primero Alejandro Bunge en 1920 en la Revista de Economía Argentina y más tarde Raul Prebisch al fundar la CEPAL. Esto se ha olvidado tras mucha bulla por la inflación europea y estadounidense de los años 70. La inflación fue cotagiada a America latina en la década del 80 luego de subir las atsas de interés a niveles hisftroicos en EEUU y estrangular nuestras balanzas de pagos. Allí vinieron las devaluaciónes significativas y comenzó el proceso inflacionario que en el Perú es de infeliz recuerdo en el primer gobierno de Garcia. Sin empleo no hay inflación ni hay economía. Sin empleo no hay ni producción ni servicios. Sin empleo no hay distribución salarial ni consumo. Sin empleo hay 75% de la población adulta en el sector informal, o 50% en México.

Desde 1990 el eje de la atención macroeconómica en el Perú es la inflación. Esa mirada agarró el sentido común porque el Perú atravesó por una hiperinflación. Luego se vendieron gatos por liebres y terminamos en la privatización de los bienes públicos, en nombre de la inflación y la eficiencia. En el Perú los argumentadores del mercado como “LA SALIDA” a los problemas existentes en 1990 fueron mayoritariamente abogados de la universidad católica. Detrás estuvo el Banco Mundial con su equipo haciendo lo suyo, pero la parte ideológica fue manejada por un grupo de abogados. Más mujeres que hombres en general. El equipo que reemplazo al equipo inicial de Fujimori provino casi íntegramente de los organismos financieros internacionales.

La evidencia muestra que en el Perú el crecimiento económico nunca ha sido más alto que entre 1950 y 1975 y las recuperaciones de la década del 90, tras una década catastrófica, fue de un crecimiento anémico y lo que sigue a la década del 90 fue otro más anémico y la segunda década del XXI peor aún. Es decir, por matar la inflación parece que mataron el motor del crecimiento. Lo cierto es que el crecimiento de las exportaciones no se correlaciona con el crecimiento del PIB, tampoco en el Perú. Las razones por las que no se correlaciona es porque no genera empleos formales en volúmenes sustantivos. Sin una demanda interna robusta, el crecimiento del PIB es bajo porque el consumo es lo que más pesa en el PIB, en general, en el mundo. Poco consumo con altas exportaciones resulta en una economía interna pequeña y muy informal.

Reactivar la economía a través del empleo con derechos es fundamental. Quizás lo que atrasa el proceso de empleo, y que ha quedado olvidado, es que apenas en 1968 el 57% de la población no tenía salarios ni derechos al voto y eran analfabetas. La economía de la hacienda tenía al Perú en una condición de economía dual monetaria y no monetaria. Incorporar a esa inmensa masa de la fuerza de trabajo a la economía ha sido la labor de las décadas que siguieron con altibajos con la crisis de 1976 a 1978 y la de la década del 80. Esa es la razón por la que el Perú no es Colombia ni Chile.

 

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De ese origen tenemos problemas educativos estructurales y poca valoración por el conocimiento. El conocimiento para lo que sirve en América latina es para emigrar porque no abre oportunidades, como si lo hace en el resto del mundo. Quizás en Argentina y Brasil abra más oportunidades y hasta recientemente en México. El conocimiento debería de servir para transformar la realidad y la producción. La verdad es que no se transita de saber a producir ni nuevos conocimientos ni bienes.

Esto ha empeorado en las últimas décadas cuando dijo Thatcher “Están lanzando sus problemas a la sociedad. Y, ya sabes, no hay tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres individuales y hay familias. Y ningún gobierno puede hacer nada excepto a través de la gente, y la gente debe cuidarse a sí misma primero. Es nuestro deber cuidarnos a nosotros mismos y luego, también, cuidar a nuestros vecinos." (https://www.theguardian.com/politics/2013/apr/08/margaret-thatcher-quotes). 

La epidemia nos ha dado un balde de agua helada que sin sociedad no hay posibilidad de mejora. Sin sociedad no se puede controlar el virus ni hay solidaridad. En el Perú lo que se vio en medio de la pandemia es que un pequeño grupo de la casta de los blancos, ricos, heterosexuales, de familias antiguas, y católicos no pagan impuestos. Es decir, en el Perú hay sociedades en general, divididas en sus propias castas por región, historia familiar, riqueza y educación, y un pequeño grupo de individuos que no se sienten peruanos o que no se identifican con el malestar social y en todo caso que no están dispuestos a tributar la parte legal de su riqueza para hacer que el Estado pueda enfrentar el problema social. 

Todos tenemos en común en Sudamérica que estamos orientados a vender materias primas que son muy contaminantes y cuyos precios están a la baja y seguirán a la baja en el futuro más visible. Es decir, la reactivación tiene que ser pensada desde el empleo y desde actividades económicas que no estén colgadas de precios depresivos. La nueva idea es producir cerca de los mercados por acortar las cadenas de valor geográficamente, para que no se reputa el episodio que se cierra un país y se cierra el mundo. Como fuere, la economía del mundo va a tener una muy lenta reactivación entre 2020 y 2024 y cuando se logre será sobre la base de energías limpias, automatización creciente, trabajo en casa, con un comercio de petróleo muy disminuido y con precios muy bajos.

Un problema final es que como Europa ha caída en promedio más que América latina y Estados Unidos ha sufrido un durísimo golpe, amortiguado porque puede imprimir billetes y repartirlos dentro del país, no hay certeza sobre la recuperación global.

Este artículo fue publicado en Convoca.pe, con la autorización de la revista La Corriente que dirige el reconocido sociólogo Nelson Manrique

Crédito de la imagen principal: Jesús Ruiz Durand