El Hospital Emergencia Ate Vitarte, uno de los principales nosocomios destinados a atender a pacientes con el nuevo coronavirus, procede con sigilo: no traslada información estadística sobre los fallecidos al Poder Ejecutivo, según la versión oficial del propio Ministerio de Salud. Su Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) está saturada, pero nadie lo admite públicamente. El presidente Martín Vizcarra ha dicho que en la UCI de este hospital caben 110 pacientes, pero un médico intensivista que trabaja en el lugar afirma que solo pueden entrar 36. Algo no encaja y Convoca.pe te lo explica.

 

Hasta hoy Paola Villalobos Calderón espera que el Hospital Emergencia Ate Vitarte le devuelva las tarjetas de débito que estaban en la billetera de su padre. Armando Villalobos Zamora, un policía retirado de 67 años, murió ahí el 30 de mayo pasado. ¿La causa? Una neumonía severa ocasionada por el virus SARS-CoV-2. Antes de dejarlo en manos de los médicos, su hija le alcanzó dos estampas religiosas: una del Señor de la Misericordia y otra del Cristo de Medinaceli.

Armando, que tenía problemas para respirar, las acomodó en su billetera junto a sus tarjetas del Banco de la Nación, el Banco de Comercio y el Banco BBVA, además de su carné de identificación como efectivo policial jubilado. También llevaba algunos billetes de 100, 50 y 20 soles, pues había cobrado su pensión poco antes de ser internado en el hospital. Nada de esto se encontraba en la billetera que le devolvieron a Paola el domingo 5 de julio, 36 días después del deceso.

La hija ha registrado una queja en el Libro de Reclamaciones del nosocomio. El lunes 6 de julio le dijeron que le responderían en 15 días hábiles. Fue la última de una serie de amarguras que pasó en el mencionado hospital que es presentado por el gobierno de Martín Vizcarra como uno de los mejor preparados del país para atender a los pacientes afectados con el nuevo coronavirus.

Su padre ingresó el sábado 16 de mayo, a la 1 de la tarde, con dificultad para respirar y tos seca. En el triaje ella pidió que le suministraran oxígeno. De inmediato, el médico de turno le dijo que no había oxígeno. “Otro doctor, flaquito, dijo: ‘No, no, sí hay’, se fue corriendo, trajo un balón chiquito y auxilió a mi padre”, cuenta Paola, quien vive en el asentamiento humano El Olivar de Pro, en el distrito de San Martín de Porres, al norte del centro de Lima.

 

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Armando Villalobos: entró al nuevo hospital de Ate con tarjetas bancarias que, luego de su muerte, se perdieron. Foto: Archivo familiar

 

Luego, recuerda, le explicaron que no había cama disponible en el área de triaje y le asignaron una silla de ruedas a su progenitor. Para que estuviese más cómodo, ella fue a conseguirle una silla-cama en la calle. Cuando volvió con este aparato —alrededor de las 4 de la tarde—, le dijeron que ya no era necesario, esa misma noche se liberaría una cama en el área de hospitalización. Entonces, se despidió de él. Sería la última vez que lo vería. A partir de ese momento la comunicación con el hospital fue vía teléfono.

La llamaban cada dos o tres días para describirle el estado de su padre. Le decían que se encontraba estable, se alimentaba bien y recibía oxígeno. Un día, Paola no entendió la terminología médica que usó la enfermera que la había llamado, así que la telefoneó de vuelta y le pidió que, por favor, le repitiera la explicación. “¿Sabes qué? Yo no estoy para perder el tiempo”, recuerda que tuvo como respuesta.

El domingo 24 de mayo, Armando entró a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital y, a los cuatro días, ya tenía ambos pulmones dañados. El sábado 30 de mayo, a la 1 de la madrugada, su cuerpo no resistió más.

 

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Armando con sus dos nietos. Tuvo que esperar varias horas a que se libere una cama en el área de hospitalización. Foto: Archivo familiar

 

Paola no pudo ver el cadáver, no se lo permitieron, por más que tenía derecho a hacerlo, según la Directiva Sanitaria 087-2020-DIGESA/MINSA, publicada el lunes 23 de marzo pasado. Según esta norma, hasta dos familiares directos pueden ver el cuerpo de su familiar fallecido a dos metros de distancia “como apoyo del duelo”. Claro, con todas las medidas de bioseguridad. Tener al frente a su padre muerto por algunos segundos le habría bastado para procesar el hecho.

Ahora la noticia es confusa. Ella y su hermana Ruby evalúan esperar que pase la pandemia para verificar si el cuerpo que recibieron envuelto en una bolsa y enterraron era el de Armando. “Ni siquiera sabemos si ha sido nuestro papá”, dice, con cólera, Ruby, quien presentó un reclamo por “inadecuada atención” ante la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud) el sábado 6 de junio pasado. Más de un mes y medio después, aún no le han respondido.

 

“Tenemos 12 camas libres”

¿Qué está pasando en el Hospital Emergencia Ate Vitarte? ¿Por qué el padre de Paola Villalobos tuvo que esperar varias horas en una silla de ruedas para pasar al área de hospitalización? ¿Por qué una enfermera no le quiso volver a explicar a ella la situación de su familiar? ¿Por qué no le dejaron ver el cadáver?

El jueves 2 de julio último, al mediodía, un taxista que llegó en estado crítico murió en la puerta del nosocomio, en plena Carretera Central. Los médicos se demoraron tres minutos en salir a atenderlo. El entonces premier Vicente Zeballos declararía horas después a América Televisión: “Definitivamente, acá hay negligencia, omisión a los deberes funcionales, acá se ha perdido una vida”. Y pidió una investigación a Susalud, la cual continúa en proceso hasta la fecha.

Ese mismo día, pasó algo extraño dentro del hospital. Cuestionado por la muerte del taxista y en un intento por demostrar la capacidad de atención del nosocomio, el director general, el médico cirujano Luis Loro Chero, dijo en Canal N a la 1:45 de la tarde: “En estos momentos, tenemos 12 camas libres con ventilador mecánico y tenemos 15 camas en hospitalización libres para recibir paciente”. Pero horas antes habían rechazado el traslado de cinco personas con COVID-19 que tenían pronóstico reservado del antiguo Hospital Vitarte, ubicado a solo dos cuadras. Uno de ellos, de 60 años, terminaría muriendo luego de dos semanas de espera.

 

 

El Hospital Vitarte, el antiguo, con instalaciones tan precarias que ha sido declarado de alto riesgo por el Instituto Nacional de Defensa Civil, no podía tratar debidamente a estos cinco pacientes, que mostraban severos problemas respiratorios, por lo que se pidió su transferencia al Hospital Emergencia Ate Vitarte, que es uno de los más modernos del país y está dedicado exclusivamente a atender a víctimas de la pandemia.

Uno de los pacientes, de 59 años, necesitaba un ventilador mecánico, esa máquina que con oxígeno mantiene vivas a las personas en la UCI. El hospital antiguo no tiene este tipo de ambiente especializado. El miércoles 1 de julio, a las 10:03 de la mañana, les respondieron vía correo electrónico: “El Hospital Emergencias Ate Vitarte se encuentra saturado al haber superado su capacidad. Se le informará al haber camas disponibles”.

 

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Respuesta que recibió el Área de Referencia y Contrarreferencia del hospital antiguo: el hospital nuevo "se encuentra saturado". Fuente: Hospital Vitarte

 

Por eso en el hospital antiguo levantaron una ceja cuando vieron al doctor Loro afirmar por televisión, 28 horas después, que su hospital tenía 12 camas con ventilador mecánico. Algo no cuadraba. O habían fallecido 12 pacientes en 28 horas y por eso había espacio en el servicio de cuidados críticos, o el Hospital Emergencia Ate Vitarte había llegado a su límite y el director no se atrevía a decirlo públicamente. 

Seis días después, el miércoles 8 de julio, el presidente de la República, Martín Vizcarra, felicitó en su conferencia de prensa habitual a Loro. Dijo que estaba haciendo “un excelente trabajo”.

 

El origen de las diferencias

El Hospital Emergencia Ate Vitarte fue construido para aliviar la demanda que tenía el antiguo Hospital Vitarte, a dos cuadras de ahí, que nació como centro de salud en la década de 1950 y que, a pesar de que colapsó mucho antes de la pandemia, sigue atendiendo. La idea era que en la moderna infraestructura del nuevo nosocomio (48 consultorios externos, un centro quirúrgico de 6 salas y 4 salas de parto, por ejemplo) se atendiera a gran parte de la población de los distritos de Lima Este. De hecho, la Municipalidad de Ate cedió el terreno del estadio municipal para la edificación de este establecimiento sanitario.

Los 180 médicos especialistas del nosocomio antiguo esperaron con paciencia el día en que podrían empezar a trasladarse a instalaciones más dignas. Esto ocurrió el 27 de diciembre pasado. Estaban satisfechos, inaugurando progresivamente los servicios, bajo de la dirección de la médica cirujana Josefina Mimbela Otiniano, que había estado a cargo del Hospital Vitarte, cuando la pandemia estalló y les aguó la fiesta.

El miércoles 1 de abril pasado, el entonces ministro de Salud, Víctor Zamora, removió del cargo a Mimbela y la reemplazó por Luis Loro, especialista en medicina de emergencia y desastres. La defenestrada directora ha afirmado que nunca le explicaron por qué le quitaron la confianza. Días atrás, el 21 de marzo, se había rehusado a firmar el acta de recepción de 35 ventiladores mecánicos que llegaron incompletos y con visos de sobrevaloración. Reportó la situación al Ministerio de Salud, que, luego de una investigación, anuló la compra y destituyó a dos funcionarios del sector.

 

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Moderno Hospital Emergencia Ate Vitarte: empezó a funcionar en diciembre pasado con médicos del antiguo Hospital Vitarte, que está a dos cuadras. Foto: Difusión

 

Con la salida de Josefina Mimbela, gran parte de los médicos que ya disfrutaban los nuevos ambientes tuvo que volver al hospital antiguo. Entre ellos surgió la sensación de que les habían quitado su casa recién construida para devolverlos al cuarto hacinado en el que vivían.

La nueva gestión, que convocó a muchos médicos del Hospital Nacional Arzobispo Loayza, empezó a atender sólo a pacientes con COVID-19 en situación grave, es decir, en UCI. Por lo que decenas de pacientes con problemas respiratorios leves o moderados que no eran recibidos allí tenían que acudir al hospital antiguo. “Fue una desgracia: colapsamos en una semana”, cuenta un médico del Hospital Vitarte con conocimiento de lo sucedido.

Entonces, desde el hospital viejo le plantearon al doctor Loro que un grupo de médicos fuese al nosocomio nuevo para ocuparse de las áreas de emergencias y hospitalización. La respuesta fue: “No”. Dijeron que el Hospital Emergencia Ate Vitarte podía solo. El desencuentro se profundizó. Y como la cantidad de contagiados aumentaba, el nosocomio nuevo empezó a desbordarse.

“A mediados de abril, nos empezaron a llegar los [contagiados con] COVID-19 que ellos no recibían. Estábamos hacinados. Tanto así que en la calle hemos tenido que suturar a algún paciente COVID-19”, recuerda el médico del hospital antiguo. Y añade: “Somos paria, apestados. Frustra, de verdad”.

“En la calle hemos tenido que suturar a algún paciente COVID-19. Somos paria, apestados. Frustra, de verdad”.

“La gente ha quedado abandonada en el hospital antiguo de Vitarte. Yo sé que en el hospital antiguo no te dan el mismo equipo de protección personal, el mismo material de seguridad, que en el hospital nuevo, por ejemplo”, dice un médico intensivista que ha trabajado en ambos nosocomios. Estuvo en el Hospital Emergencia Ate Vitarte hasta mayo.

Este doctor, que pide la reserva de su identidad, asegura que allí a veces retrasaban el ingreso a la UCI de pacientes que venían del Hospital Vitarte. “Yo decía: ‘¿Por qué no viene tal, si me están llamando y me han dicho que va a venir?’. A veces, los aguantaban [retenían] en emergencias y la cama de UCI se la daban al [paciente] que venía de otro lado”, afirma en diálogo con Convoca.pe.

Hasta la fecha, dos pacientes del hospital antiguo de Ate esperan ser transferidos a la UCI del nuevo nosocomio. El de 59 años, que ya estaba en espera cuando el doctor Loro afirmó por televisión que tenía camas libres, y otro de 68 años que ingresó horas después el jueves 2 de julio.

Cada mañana, el Área de Referencia y Contrarreferencia del Hospital Vitarte, que está a cargo del traslado de los hospitalizados, reitera el pedido al hospital nuevo, pero no tiene suerte. A quienes sí logra colocar en el Hospital Emergencia Ate Vitarte son a pacientes que tienen el coronavirus, pero no muestran un cuadro complicado. Personas que no suelen necesitar oxígeno y que no se dirigen a la UCI del nosocomio, sino al área de hospitalización. En la primera quincena de julio, 28 pacientes, la mayoría gestantes con COVID-19, fueron transferidos al establecimiento nuevo. Oportunidad que ya quisieran tener las personas con una condición de salud más delicada.

 

Elocuente mutis en Ate

¿Cuál es el porcentaje de fallecidos entre los que ingresaron a la UCI del Hospital Emergencia Ate Vitarte? ¿Cuál es la cifra en el caso de los que murieron en el área de hospitalización? Convoca.pe solicitó esta información al Ministerio de Salud. Su respuesta fue reveladora: “El Ministerio de Salud aún no cuenta con información estadística del Hospital de Emergencias de Ate – Vitarte”, contestó, vía correo electrónico, Marco Polo Bardales Espinoza, de la Oficina General de Tecnologías de la Información de la entidad.

 

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Respuesta que recibimos del Ministerio de Salud el 16 de julio pasado. Fuente: Convoca.pe

 

En otras palabras, el Poder Ejecutivo supuestamente no sabe lo que está ocurriendo en Ate. La flamante ministra de Salud, Pilar Mazzetti, parece no conocer cuál es la tasa de letalidad en uno de los principales hospitales COVID-19 del país. ¿La gestión del doctor Luis Loro tiene plena libertad para hacer y deshacer sin tener que trasladar las estadísticas de los fallecimientos al Ministerio de Salud?

El 20 de julio pasado, la Oficina de Transparencia y Anticorrupción del ministerio le pidió por escrito al Hospital Emergencia Ate Vitarte que entregue al autor de este reportaje los datos solicitados. Al cierre de esta edición, no recibimos nada. Igual de infructuosa fue nuestra solicitud de entrevistar a Loro. Le hicimos un pedido formal a la encargada de comunicaciones del nosocomio el viernes 17 de julio y hasta ahora sigue sin responder.

El misterio que rodea a este hospital ha sido alimentado por el propio presidente Vizcarra. El miércoles 8 de julio, en la citada conferencia de prensa, declaró: “Hoy, ya el hospital de Ate, que puede atender a 400 pacientes, está completamente listo y habilitado. Puede atender a 110 pacientes UCI, tiene 110 ventiladores [mecánicos], con el personal completamente capacitado”.

 

 

¿La UCI del hospital nuevo de Ate puede acoger a 110 pacientes? Se lo preguntamos a un médico intensivista que trabaja en el lugar en este momento, Néstor Luque Chipana. Lo que responde dista mucho de lo afirmado por el presidente. “Hay 36 camas, siempre está lleno eso. Hay una cola de cientos de pacientes para entrar ahí”, sostiene.

¿En qué se basó el mandatario para referirse a 74 camas adicionales? El presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva, Jesús Valverde Huamán, tiene una explicación: “Están sumando camas de emergencia como si fueran camas de UCI. La cama de UCI la ve un médico intensivista, la cama de emergencia la ve un médico emergenciólogo”, precisa.

Si bien las camas de emergencia tienen monitores y ventiladores mecánicos, no están diseñadas para cuidados intensivos, sino para estabilizar a un paciente que debe permanecer allí un máximo 48 horas. Además, explica Valverde, mientras en emergencias una enfermera atiende en promedio a cuatro pacientes, en UCI sólo se ocupa de dos. Y si una enfermera atiende a más contagiados, el riesgo de infecciones intrahospitalarias crece. Esto tal vez ayuda a entender por qué en estos momentos hay un brote de contagios de las bacterias acinetobacter, pseudomona y klebsiella en cuidados intensivos, como ha informado El Comercio.

Néstor Luque, que es doctor en Medicina de la Universidad de Barcelona y máster en Atención Integral al Enfermo Crítico y Emergencias de la misma universidad, entiende que Ate sólo tenga 36 camas UCI por la clamorosa falta de intensivistas que hay en el país. De hecho, cuenta que algunos anestesiólogos y otros especialistas tienen que operar respiradores artificiales de pacientes COVID-19 en el área de emergencias del nosocomio.

Pero, en vez de reconocer que muchos pacientes que necesitan una UCI no podrán acceder a ella, Vizcarra forzó la aplicación de la matemática y sumó elementos no equivalentes. Una cifra robusta parecía mejor que una raquítica.

 

 

Las más de 70 camas restantes tampoco pueden ser consideradas de cuidados intensivos, explica Valverde, por el espacio que cada una ocupa. Según los estándares internacionales, cada paciente UCI requiere 12 metros cuadrados. La distancia entre cama y cama, que debe ser de al menos dos metros, evita las infecciones en la sala. Luque dice que en Ate han hecho el “artificio” de sacar algunas camas para que los pacientes estén un poco más separados.

El intensivista que trabajó allí hasta mayo recuerda que “no respetaban mucho la distancia entre cama y cama, que debe ser de más de un metro y medio, hasta dos metros, debe tenerse en cuenta que son pacientes altamente infecciosos. El otro problema era la presencia de zancudos y moscas. Como el hospital está cerca al río y cerca de la obra en construcción del Metro de Lima, lo recuerdo bien: había moscas, mosquitos, adentro de la UCI, necesitaban una fumigación urgente. No sé en qué habrá quedado eso”.

Luque cuenta que no ha visto ninguno de esos insectos y explica que por estos días de invierno todas las ventanas permanecen cerradas. El hospital tiene un sistema de succión del aire contaminado, pero para que funcione bien el personal debe mantener cerradas las puertas de acceso a la UCI, algo que no siempre hacen.

 

Protesta en plena pandemia

El mismo 8 de julio el presidente Martín Vizcarra también hizo un anuncio sorpresivo. “Ate debe convertirse en el Instituto Nacional de Medicina Crítica”, declaró adelantándose al fin del coronavirus y de la crisis sanitaria. Comentó que ahí se podría atender “a los pacientes críticos de Lima o del Perú” y que habría “profesionales de la más alta calificación para que puedan atender cualquier tipo de enfermedad”.

“Es una aberración completa”, comenta al respecto el directivo de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva, Jesús Valverde. Y agrega sobre la idea del mandatario: “No tiene ningún sustento científico ni técnico, los cuidados intensivos son unidades de apoyo al paciente grave y hospitalizado. Si vas a hacer un instituto, ¿quieres que yo, desde mi hospital, por ejemplo, que está a 10 kilómetros de distancia, mande a mi paciente grave ahí para que lo vean?”.

Valverde, que trabaja en la UCI del Hospital Dos de Mayo, remarca: “Nadie va a enviar nada. Primero, es difícil transportar a un paciente grave y, segundo, hay área de UCI en cada hospital. Transferir es una exposición, la condición de un paciente intubado es altamente riesgoso, se muere”.

Además, asegura que un instituto, por definición, se centra en un área de la medicina o un órgano del cuerpo. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (oncología), el Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas (neurología) o el Instituto Nacional Cardiovascular (cardiología). Todos tienen su UCI. “Los cuidados intensivos son apoyos de las especialidades”, enfatiza.

 

 

El anuncio de Vizcarra también movilizó a decenas de trabajadores de salud y administrativos del antiguo Hospital Vitarte, que el martes 21 de julio salieron a marchar con pancartas en los alrededores del nosocomio. Pidieron que cuando acabe la pandemia les devuelvan el Hospital Emergencia Ate Vitarte. Uno de los lemas fue: “Hospital sí, instituto no”. El alcalde de Ate, Edde Cuéllar, se sumó al reclamo. Muchos vecinos lo acompañaron asumiendo el riesgo de contagiarse.

Han transcurrido más de cuatro meses desde que se inició el estado de emergencia nacional por la pandemia, y todavía no hay visos de que la situación mejore en esta zona de la capital peruana. En tanto, la cantidad de decesos por COVID-19 en el país sigue incrementándose y se acerca a los 18 mil, de acuerdo con la información oficial.