Desde la creación del Parque Nacional Cordillera Azul, en el año 2001, más de 11,800 hectáreas de bosques han sido taladas en la cuenca del río Bombonajillo, ubicado en su Zona de Amortiguamiento. En vida, Quinto Inuma, líder de la comunidad de Santa Rosillo de Yanayacu, en la región San Martín, denunció la pérdida de bosques en las cabeceras de cuenca cercanas al Parque Nacional Cordillera Azul debido a la tala ilegal. En este informe, Convoca.pe presenta datos que respaldan las preocupaciones expresadas por Inuma antes de su trágica muerte. Las últimas cifras disponibles indican que en el año 2022, la cuenca del río Bombonajillo tuvo la mayor deforestación de la última década, justo cuando San Martín atraviesa por graves problemas como el tráfico de tierras y el cambio de uso de suelos para sembríos de hoja de coca y palma.

Antes de su fallecimiento, Quinto Inuma, apu de la comunidad Santa Rosillo de Yanayacu en la región San Martín, advirtió a este medio sobre el peligro inminente de deforestación en las cabeceras de cuenca cercanas al Parque Nacional Cordillera Azul. Hoy, Convoca.pe y un informe elaborado por la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), confirman las preocupaciones expresadas por el líder asesinado: en una de las cuencas adyacentes a la zona protegida, se han perdido más de 11,800 hectáreas de árboles en los últimos 22 años.

Esta área corresponde a la cuenca del río Bombonajillo, que alberga a 15 comunidades cercanas a Shamboyacu, capital del distrito de Bajo Biavo, provincia de Bellavista, en la región San Martín.

Con una extensión de 35,920 hectáreas, esta cuenca se localiza al oeste del Parque Nacional Cordillera Azul, dentro de su Zona de Amortiguamiento

 

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Cuenca del río Bombonajillo. Fuente: FCDS-Perú.

 

Los datos disponibles, según el análisis realizado por la FCDS - Perú, revelan que entre los años 2001 y 2022, se perdieron en esta cuenca 11,883 hectáreas de bosques. Los años 2005 y 2009 registran la mayor cantidad de deforestación, alcanzando 1,225 y 1,247 hectáreas respectivamente.

Estos períodos coinciden con la primera década desde la fundación del Parque Nacional Cordillera Azul en 2001, así como con la primera modificación de la zona de amortiguamiento de este parque. Esta pasó de 2 millones 61 mil 259,9 hectáreas en 2001, con la fundación del Parque Nacional, a 2 millones 301 mil 117,2 hectáreas en 2007, según una resolución del extinguido Instituto Nacional de Recursos Naturales - INRENA.

Posteriormente, la deforestación disminuyó, coincidiendo el año 2011 con la elaboración del nuevo Plan Maestro del Parque Nacional Cordillera Azul 2011-2016, y el establecimiento de una nueva delimitación de la Zona de Amortiguamiento mediante Resolución Presidencial.

En los años subsiguientes, se observaron picos de deforestación que no superaron las 400 hectáreas, excepto en 2012. Sin embargo, esta tendencia parece ir en aumento: En 2022, último año registrado, se deforestaron 417 hectáreas, la mayor cantidad en una década.

 

 

El grave riesgo de la deforestación en cuencas

Las zonas de amortiguamiento, según lo establecido en el Reglamento de la Ley de Áreas Naturales, son áreas contiguas a las Áreas Naturales Protegidas, y requieren un tratamiento especial para asegurar su conservación. 

En estas zonas, se fomenta una variedad de actividades que van desde el ecoturismo hasta la investigación científica, pasando por el manejo y recuperación de la flora y fauna, el reconocimiento de áreas de conservación privada, concesiones de conservación y servicios ambientales, así como la recuperación de hábitats y el desarrollo de sistemas agroforestales, entre otras. Cualquier actividad que implique el aprovechamiento forestal en estas áreas debe contar con la aprobación previa de la Dirección General del Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) —hoy fusionado al Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego— y estar dentro de las pautas del Plan Maestro respectivo al Área Natural Protegida.

En la actualidad, sin embargo, no existen concesiones madereras en el área de la cuenca del río Bombonajillo, la cual también forma parte de la Zona de Amortiguamiento del Parque Nacional Cordillera Azul, por lo tanto, las razones para la pérdida de más de 11,800 hectáreas de bosques en esta área, apuntan a actividades no reguladas.

 

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Área de la cuenca del río Bombonajillo. No se registran concesiones madereras. Fuente: Sisfor.

 

Como se recuerda, el desaparecido apu Quinto Inuma, que también fue presidente de la Federación de Pueblos Indígenas Kechwa Chazuta Amazonía (Fepikecha), denunció en vida la deforestación en cabeceras de cuenca. Hoy, Marisol García, actual presidenta de esta Organización, vuelve a confirmar lo dicho por Quinto Inuma.

“No es que él solo [Quinto Inuma] tenía la razón, todos los indígenas denunciamos lo mismo. Hace mucho tiempo que se están quemando las cabeceras de cuenca”, dice la dirigente a Convoca.pe.

García denuncia que las comunidades no tienen títulos sobre sus territorios y que esto les abre las puertas de los bosques a los traficantes de terrenos. Señala que estas personas, ante esta situación, estarían adueñándose de grandes cantidades de terrenos que luego venden, queman o depredan para extraer madera, sembrar hoja de coca o palma aceitera e incluso también para actividades mineras. 

"Todo es narcotráfico, extracción de madera y ahorita está entrando con fuerza la minería", señala la presidenta de Fepikecha. Además, García comenta que todas estas actividades aumentaron la inseguridad en la zona: "Nosotros estamos luchando en esa situación y ellos [traficantes] son personas que no tienen escrúpulos y que están dispuestos a matarte con tal de ellos avanzar en tema económico, aquí aumentó bastante el sicariato", concluye.

 

 

Las consecuencias en el ambiente

¿Cuáles podrían ser los efectos de la deforestación en una cuenca como la del río Bombonajillo? En primer lugar, la afectación al balance hídrico, es decir, a la cantidad de agua en el río y el ambiente. De acuerdo con Fernando Regal, especialista técnico de la iniciativa "Unidos por los Bosques" de la FCDS-Perú, la deforestación en la cuenca del río Bombonajillo provoca un impacto hidrológico significativo de dos maneras. 

En primer lugar, al perder la cobertura forestal, el suelo queda expuesto a la erosión causada por la lluvia, lo que conlleva a la degradación del suelo y al aumento de sedimentos (arena y otros) en el río, aumentando la turbidez y, por lo tanto, afectando la calidad del agua que se consume de la cuenca. En segundo lugar, la pérdida de cobertura forestal y el aumento de la velocidad de desplazamiento del agua durante las lluvias impiden que el suelo retenga agua de manera efectiva. 

“El suelo absorbe el agua, que es almacenada en el subsuelo, y que poco a poco va desplazándose a los cursos agua [ríos], por esta razón, [cuando ya no puede retener el agua adecuadamente], durante la época seca,  va a haber una menor cantidad de agua que ha estado almacenada en el suelo y que está siendo liberada. Por lo tanto, es posible que la disponibilidad de agua durante la época seca también se vea afectada y disminuida”, explica Regal.

Un fenómeno que Marisol García, presidenta de la Fepikecha, también confirma.

“En plena Amazonía, nosotros tenemos escasez de agua. ¿Por qué? Porque justamente se deforesta, se quema las nacientes. Las personas que vienen de fuera a comprar terreno, no lo ven como un área, un ser vivo, ellos lo ven plata, no les interesa si hay agua, si hay biodiversidad, bosque de protección, si es parque [nacional] si es ANP [Área Natural Protegida], les llega altamente”, dice para Convoca.pe
 

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La ronda de Santa Rosillo encontró este ejemplar de tornillo en octubre de 2022. Foto: Hugo Anteparra.

 

Regal también menciona que la pérdida de más de 11,800 hectáreas de bosque en la cuenca del río Bombonajillo, lo que representa el 33% de su superficie, tiene graves implicaciones ambientales a nivel de ecosistemas e incluso de riesgo para la flora y fauna.

“Se tienen ecosistemas degradados en las partes medias y altas, lo que va a comprometer la provisión de servicios ecosistémicos como es la protección de los suelos, en la purificación del aire, el almacenamiento del agua en el suelo mismo, e inclusive dependiendo del nivel de afectación y de las especies involucradas podría llegarse a la pérdida de poblaciones locales de especies de flora y fauna” menciona el especialista.

Y no solo eso, un estudio realizado en 2022 sobre la deforestación en la cuenca de los ríos Mezcalapa, Grijalva y Usumacinta, en México, alerta sobre los efectos adicionales de la deforestación en las cuencas, tales como la sedimentación, que provoca la acumulación de arena, limo, arcilla, y otros materiales, así como obstrucciones en las desembocaduras de los ríos afectados por este fenómeno. Por otro lado, otro estudio enfocado en el impacto de la deforestación en la cuenca del río Magdalena, en Colombia, advierte que la erosión causada por la deforestación puede acelerar procesos hidrogeológicos como deslizamientos e inundaciones, entre otros.

 

 

La Ley Antiforestal: ¿Otro peligro para la cuenca del río Bombonajillo?

La Ley Forestal, también denominada "antiforestal", ha motivado críticas severas debido a que, según especialistas, fomenta la impunidad y la deforestación en la Amazonía. Esta disposición legislativa abre una puerta a la posible legalización de toda actividad de deforestación ilegal, efectivamente convirtiendo lo que hasta ahora era ilícito en legal.

Esta medida ha generado preocupación y oposición por parte de diversas organizaciones indígenas. En particular, la modificación del procedimiento de Clasificación de las Tierras por su Capacidad de Uso Mayor (CTUM) ha suscitado inquietudes, ya que podría permitir la legalización de actividades agrarias sin el respaldo técnico necesario.

En esencia, la Ley 31973 elimina tres reglas clave que anteriormente ayudaban a contener la deforestación: primero, suspende la zonificación forestal, que anteriormente determinaba las áreas potenciales y limitadas para el uso forestal y no forestal; segundo, otorga a los propietarios la facultad de obtener automáticamente la Clasificación de las Tierras por su Capacidad de Uso Mayor (CTUM), lo que les permite emprender cultivos en terrenos amazónicos sin la necesidad de autorización previa; y tercero, exime a los propietarios y poseedores de tierras de cumplir con las normativas sobre cambio de uso de suelo. 

Antes de esta ley, se requería una autorización del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre - SERFOR para el cambio de uso de suelo en tierras forestales amazónicas con fines agropecuarios, un requisito que ya no se aplica bajo la nueva legislación. Esto conlleva a que zonas como las del Río Bombonajillo puedan ser deforestadas y luego “legalizadas” si es que esos terrenos se regularizan ante el Estado o se transfieren mediante compraventa de terceros en operaciones, por ejemplo, de tráfico de tierras.

César Ipenza, abogado ambientalista, así lo cree. “Sin lugar a dudas la “ley antiforestal” permite legalizar esa deforestación [en la cuenca del río Bombonajilo]. Esta ley permite el tráfico de tierras, lamentablemente, y genera impunidad porque aquellos que hayan deforestado sin ninguna autorización, obviamente, a través de esta ley, quedan también exceptuados de alguna sanción”, señala el especialista.

De tal forma que muchos problemas confluyen en esta zona: deforestación e impunidad, son solo dos de ellos. Quinto Inuma siempre tuvo razón, pero en este país, tenerla no parece ser suficiente para que las cosas vayan en el camino correcto.