Agricultores comenzaron a practicar la siembra y cosecha de agua para garantizar su supervivencia y el de toda Arequipa.

wilber

Todas las mañanas Juana Mamani cumple religiosamente su labor de pastoreo. Lleva a sus alpacas a que se alimenten del ichu que crece en los campos de Chalhuanca, una de las zonas altoandinas pertenecientes al distrito de Yanque, en Arequipa. Hace una década atrás, la escena era distinta.


Sobre los 3300 msnm, ella vive agradecida por el cambio que ha tenido la vida de sus animales, desde que comenzaron a realizar todo un proceso de conservación del agua. Según cuenta, su ganado dejó de morir y comenzó a multiplicarse, los campos volvieron a verse más verdes y dar mejor forraje. Este resultado se logró luego de la construcción de qochas o microrepresas, espejos de agua, zanjas de infiltración, y la reforestación de las praderas andinas. Se trata de un sin número de prácticas ancestrales que se conoce como la siembra y cosecha del agua.


 “Aquí no hay contaminación, puedes ver a tus animalitos crecer, te encariñas cuando eso sucede, ya no se mueren como antes. Ha cambiado nuestro modo de vida, tenemos más agua para nuestro ganado y ayudamos a conservar las fuentes de agua que consume Arequipa”, dice Juana. 


A través de esta ancestral práctica incaica se ha logrado reducir el descenso del agua y aumentar la infiltración para recargar las aguas subterráneas. Además de generar un valor sobre la actividad agrícola y ganadera, produce un efecto de conservación del agua, en beneficio de casi toda la región. En la actualidad, Chalhuanca cuenta con 1500 hectáreas de bofedales nuevos, 15 qochas y más de una veintena de espejos de agua. Todo esto les permite contar de este recurso todo el año.


En Chalhuanca existen más de 200 personas distribuidas en 7 comités que se dedican al cuidado del agua, explica Joel Cayllahua, presidente de la Comisión de Usuarios de Chalhuanca. Cada uno tiene en su fundo por lo menos un bofedal, con el cual se abastecen de agua para criar a sus más de 36 mil 200 cabezas de ganado.


“Nosotros cuidamos nuestro bofedal, hacemos limpieza de los canales, de esa forma preservamos el agua”, comenta.


Uno los beneficios, explica Ronald Fernández, secretario del Consejo de Recursos Hídricos, es que el agua no se pierde. Desde hace más de 20 años, el agua almacenada permite regar ciertos sectores de pastos naturales de setiembre a diciembre, previos a la temporada de lluvias. Esto permite que las raíces de los pastos no se encuentren secos y puedan crecer con las lluvias. De acuerdo con los análisis efectuados, esta práctica les ha permitido incrementar la producción del forraje en más del 100%.


 “Cuando se inició, en el año 98, había un gran problema que era el sobrepastoreo. Había una sobrecarga de animales. El pasto era bastante malo para la ganadería. Una alpaca podía acabar en un año con tres hectáreas de la pradera andina. Hoy, se observa que hasta seis alpacas pueden alimentarse al año de una hectárea. Esto lo han notado los agricultores y por esa razón decidieron continuar con la siembra y cosecha del agua”, precisa.

 

Foto_Wilber_Huacasi
Las mujeres comparten las labores del campo con prácticas de artesanía.
Foto: Wilber Huacasi

 

Impacto sobre Arequipa

Pero el impacto más importante que han podido evaluar los especialistas es que gracias a estas prácticas de siembra y cosecha de agua en esta zona se ha podido garantizar, kilómetros más abajo, la supervivencia de la cuenca del Chili, en especial del río Chili, factor fundamental de la vida en Arequipa.


El río Chili se encuentra en la zona más árida del país. El director de Senamhi, Guillermo Gutiérrez, señala que la radiación en Arequipa es tan fuerte que hay una gran pérdida de agua por evapotranspiración. Este fenómeno se ha venido asentando más, debido al cambio climático. Por esa razón, destacó la importancia de contar con un afluente vivo que ayude a regular el clima seco de la región.

 

2
Gracias a las aguas del río Chili se abastece al agro con sus 77 mil hectáreas, la industria, la minería y a más de un millón de habitantes que viven en Arequipa. 
 


Gracias a las aguas del río Chili se abastece al agro con sus 77 mil hectáreas, la industria, la minería y a más de un millón de habitantes que viven en Arequipa. 


“Lo que debemos entender es que al agua que consumimos nos viene de la zona alta actualmente. El agua de la cuenca equivale al 50% del PBI regional. Si no protegemos, podemos acabar sin agricultura, sin minería, etc.”, señala Fernández.
La gestión del recurso hídrico se debe priorizar a través de la protección del agua en las zonas altas. Por ese motivo, el programa Sierra Azul, en colaboración con el Gobierno Regional de Arequipa, viene impulsando la construcción de más reservorios naturales. El gerente de Agricultura, Jaime Huerta, han destinado este año más de 3 millones de soles para la construcción de qochas en las partes altas de las provincias de Caylloma, La Unión y Condesuyos. A través de este programa se han logrado construir ocho qochas en los últimos dos años.


Como iniciativa comunal, está cobrando mayor fuerza y sostenibilidad, con el respaldo de los decisores políticos.

 

banner


 

Preocupación por el cambio climático

El agua al ser un recurso tan valioso para la ciudad merece ser preservado. Pero, la naciente del río Chili es vulnerable al cambio climático. El ingeniero Renato Mejía, de la Asociación Especializada para el Desarrollo Sostenible (AEDES), elaboró un diagnóstico sobre la microcuenca de Chalhuanca, cuyos resultados no son alentadores.


La variabilidad del clima ha hecho que los manantiales comiencen a desaparecer. De acuerdo al estudio de Mejía se han encontrado 282 manantiales de agua en cuenca, sin embargo, solo 96 registran caudal, 18 tienen un caudal mínimo y 168 fueron catalogados como humedecimientos, eso quiere decir que se secan.  


Asimismo, el comportamiento diferido de las lluvias ocasiona riesgos en los cultivos y en la crianza de animales. Por ejemplo, por la cantidad de hectáreas que tiene la cuenca los ganaderos pueden criar en épocas húmedas hasta 45 mil 900 alpacas. Sin embargo, el número disminuye hasta la mitad cuando se registra un año seco.


El especialista señala que, en el último censo de 2018, los comuneros llegaron a tener una población de 36 mil 200 cabezas de ganado. De haberse ausentado las lluvias, al menos 12 mil alpacas no habrían tenido pasto para alimentarse.


El alcalde del centro poblado de Chalhuanca, Eleuterio Cacya, expresa que la mortandad de animales en época de sequía afecta la economía de los residentes. Por lo tanto, deben recurrir a las autoridades regionales y locales para conseguir forraje y vitaminas, porque su exiguo presupuesto de 100 mil soles es insuficiente.


Por esa razón, el burgomaestre ve la posibilidad de que su municipio pueda acceder a los recursos recaudados a través del Mecanismo de Retribución por Servicios Ecosistémicos que impulsa el Estado. Por el momento, la propuesta está bajo evaluación de la empresa Sedapar. Pero de hacerse efectivo, tendrían fondos para construir minirepresas y mejorar la infraestructura hídrica, puntualiza Cacya. Mientras tanto, Juana Mamani y los más de 200 pobladores seguirán preservando el agua porque son muy conscientes del valor que tiene este recurso para ellos.

 

 

Encuentra el reportaje también aquí: https://elbuho.pe/2019/12/corazon-vulnerable-del-rio-chili-protegen-comuneros-chalhuanca-frente-cambio-climatico/