Como un abuso de los vacíos en la Constitución Política del Perú califica el analista político Carlos Monge la actuación del Congreso de la República al intentar vacar al presidente Pedro Castillo y de este al pretender disolver el Parlamento. En este escenario de inestabilidad, el también antropólogo advierte que estos juegos de poder entre dos élites políticas pueden precipitar al país a una crisis mucho peor de la que se encuentra.
Este miércoles 7 de diciembre, el Congreso debatirá la moción de vacancia de Castillo por permanente incapacidad moral, la cual fue admitida el último jueves con 73 votos a favor, 32 en contra y 6 abstenciones. Este recurso fue impulsado por el congresista no agrupado Edward Málaga, con el respaldo de 67 parlamentarios de diversas bancadas. Para destituir al mandatario, se reuiere 87 votos.
Para Carlos Monge, el rol de la ciudadanía es clave para frenar este nuevo escalamiento del conflicto entre “dos élites afanosas por controlar el Poder Ejecutivo” y, en especial, de los jóvenes, sobre quienes dice que no es preocupante que no estén organizados permanentemente, porque la naturaleza de ellos es que se movilizan en torno a algo, logran un objetivo y vuelven a su vida normal, hasta que algo los convoca nuevamente.
La pugna entre los poderes Ejecutivo y Legislativo -recuerda Carlos Monge- se inicia en 2016, con la negativa de Keiko Fujimori (Lideresa del partido Fuerza Popular) y su mayoría parlamentaria de reconocer que habían perdido la elección presidencial y su pretensión, como ella lo dijo, de gobernar desde el Congreso.
“Desde ese momento, la mayoría congresal no se dedicó a sus tareas de representación, fiscalización y legislación sino a ver cómo tirarse abajo al Poder Ejecutivo”, advierte Carlos Monge, quien considera que eso llevó a la caída del presidente electo, Pedro Pablo Kuczynski, y que, luego, el Ejecutivo, en manos del presidente Martín Vizcarra, le devolvió el golpe y se produjo la disolución del Congreso, por el rechazo de una segunda cuestión de confianza, relacionada con un proyecto de ley sobre el adelanto general de elecciones.
En ese tipo de conflictos, Carlos Monge considera que el objetivo de un poder del Estado es tumbarse al otro. Esto se tradujo, después, en la caída de Vizcarra. “La gente se tumbó al Congreso y, por fin, hubo un proceso de transición que todo el mundo respetó, bajo el presidente Francisco Sagasti”, señaló.
“Con la elección del presidente Pedro Castillo se retomó esa dinámica. La mayoría congresal, elegida en primera vuelta, nunca reconoció su triunfo y, más bien, dispuso una actitud golpista. Ahora, el gobierno reacciona. Estamos mirando el tercer intento de vacancia, con los argumentos presentados por el congresista Edward Málaga, y cómo el Ejecutivo, al sentirse amenazado, responde con el intento de disolución del Congreso”, destaca Carlos Monge.
Lo malo de todo esto es que ambas partes abusan de los vacíos constitucionales. La Constitución Política del Perú es vaga respecto de qué cosa es incapacidad moral y en torno a qué se puede presentar cuestiones de confianza. Uno apela a cualquier argumento, como fue el anterior, de traición a la patria, y el Ejecutivo presenta un proyecto, que supone modificación constitucional, y aduce que ni siquiera lo han recibido, que ese es un rechazo.
Es un juego muy peligroso porque la ciudadanía no creo que aguante ninguna de las dos cosas. Castillo tiene 31% de apoyo. No tiene el casi 80% que tenía Vizcarra, cuando disolvió el Congreso. El Congreso no tiene ningún respaldo ciudadano. Si pretenden sacar a Castillo y quedarse ellos o sacar a Castillo y sacar a Dina Boluarte (Vicepresidenta) y colocar al general José Williams (Presidente del Congreso) como presidente de la República, va a haber una respuesta igual o peor de la que hubo contra Manuel Merino.
Es un escenario de inestabilidad, donde a cualquiera que se le pase la mano en este juego “yo te vaco, yo te disuelvo”, puede precipitar al país en una crisis mucho peor de la que ahora estamos.
La única manera de impedir el escalamiento de este conflicto entre dos élites afanosas de controlar el Poder Ejecutivo, es a través de la ciudadanía. El único sector que puede frenar esta escalada y buscar una salida es la ciudadanía movilizada y creo que la salida inmediata para frenar esta escalada es el reclamo de adelanto general de elecciones.
No que el Ejecutivo disuelva el Congreso y pretenda seguir gobernando, como lo hace hasta ahora, que es un desastre, menos aún que el Congreso saque al Ejecutivo y pretenda quedarse, salida que tiene menos respaldo ciudadano que la propia permanencia del Ejecutivo, sino que ambos se vayan. Es mejor aún si se logra un pacto previo, para producir reformas electorales, nuevas reglas de juego que permitan airear un poco la cancha electoral y darnos la posibilidad de elegir un poco mejor esta vez.
Pienso que el reclamo del adelanto general de elecciones es el camino que hay que impulsar. Hasta ahora, ese reclamo tiene un par de deficiencias: Es impulsado por un sector donde predominan instituciones de la sociedad civil, colectivos, ONGs, pero no hay una presencia importante aún de organizaciones sociales. Le falta eso y también un paquete de reformas que no sean solamente políticas y constitucionales.
Han hecho el esfuerzo en la Coalición Ciudadana (Integrada por más de 120 organizaciones sociales) de presentar un paquete de reformas, algunas propiamente electorales y algunas de mayor rango, constitucionales. Junto con más calle, más pueblo, más sociedad organizada, a ese paquete de reformas habría que añadirle algunas otras que son indispensables, en el caso de la economía, el medio ambiente, la organización del Estado.
Si se logra armar una movilización ciudadana, que reclame adelanto de elecciones generales, esas reformas electorales y políticas y algunas otras que debieran incluirse, en el terreno económico y ambiental, el movimiento puede ser más amplio, una base más sólida, mayor potencia, y lograr el objetivo: que es frenar esa polarización absurda entre dos sectores de la élite política que, en verdad, no tienen ningún interés en el país. Es buscar una salida que dé un poco de aire y que permita elegir un Ejecutivo y Congreso más honrados, con mayor visión del país, con menos corrupción y mediocridad.
El papel de los jóvenes siempre ha sido fundamental. Lo fue en la derrota de la Ley Pulpín, de la pretendida presidencia de Manuel Merino y en otros momentos. Es la movilización joven la que le da, a veces, un vigor y una potencia definitiva a un movimiento mucho más amplio.
Mucha gente se preocupa porque, luego, eso no se traduce en organización permanente, pero yo creo que esa es la naturaleza de los jóvenes. Esos sectores de la juventud se movilizan en torno a algo, logran un objetivo y vuelven a su vida normal, hasta que algo los convoca nuevamente.
Más que frustrarse o andarse preguntando dónde están los jóvenes, hay que estar atentos para el momento en que se produzcan los hechos, que convoquen a esa movilización. Estoy seguro de que si el Congreso se tumba al presidente Castillo y los congresistas pretenden entronizarse en sus cargos, esa juventud que salió para protestar contra Merino va a protestar el doble y el triple contra una pretensión como esta, en este momento.
En el Congreso, por más que se peleen en público, en el fondo hay un acuerdo reaccionario, conservador muy fuerte entre esas fuerzas. Perú Libre y sectores del Bloque Magisterial han votado, junto a Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País, en una serie de temas, regresionando, retrocediendo conquistas hechas.
Juntos han desmontado la reforma universitaria, están desmontando toda forma de meritocracia en educación, la presencia de la perspectiva de género en las políticas públicas, quieren debilitar los marcos institucionales -por ejemplo los ambientales-, porque ambos representan economías ilegales. Están de acuerdo en muchas cosas. Han votado muchas cosas importantes juntos.
Lo que se están disputando es la administración directa del botín, pero tienen un acuerdo profundo en varias otras cosas. Por eso, es posible que esta moción de vacancia, nuevamente, no prospere y que tampoco el Ejecutivo se lance a una segunda cuestión de confianza -siendo debatible la primera- porque, en el fondo, ambos quieren quedarse para seguir haciendo lo que están haciendo.