Stefan Austermühle, director de la ONG Mundo Azul, encontró 50 omisiones e inconsistencias en la última versión del documento presentado por la empresa consultora ECSA Ingenieros sobre el proyecto de construcción del complejo portuario en Chancay, provincia de Huaral, en la zona norte de la región Lima. Por ejemplo, para medir el impacto del ruido de las operaciones sobre las aves se utiliza un indicador de decibeles para humanos. El Servicio Nacional de Certificación Ambiental para las Inversiones Sostenibles (Senace) tiene en sus manos la aprobación del estudio.

 

Durante tres semanas, ocho horas al día, el biólogo Stefan Jorg Austermühle, director de la ONG Mundo Azul, revisó las más de 2,500 páginas de la Modificación del Estudio de Impacto Ambiental (MEIA) del proyecto “Ampliación de la Zona Operativa Portuario – Etapa 1 del Terminal Portuario Multipropósito de Chancay”, que quiere construir en el norte chico de Huaral, en la región Lima, la compañía china Cosco Shipping Ports Limited en alianza con la minera peruana Volcan.

Se trata de un documento elaborado por la consultora ECSA Ingenieros que amplía el alcance del primer Estudio de Impacto Ambiental, aprobado el 2016. Vale recordar que este tipo de documentos, en los que se analiza los posibles efectos de un proyecto sobre el ecosistema, son requisito indispensable ante el Estado para la construcción de un megapuerto.

El resultado del análisis de Austermühle fue un informe con 50 observaciones técnicas que calibran en su real dimensión los impactos ambientales de la obra proyectada. En palabras del biólogo, lo presentado por ECSA Ingenieros “está lleno de manipulaciones científicas”. Los hallazgos los ha hecho suyos la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH), organización de la sociedad civil que los ha presentado ante el Servicio Nacional de Certificación Ambiental para las Inversiones Sostenibles (Senace), organismo estatal encargado de aprobar la MEIA. 

 

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El megapuerto de Chancay recibiría los barcos portacontenedores más grandes del mundo. Foto: Difusión

 

A continuación, en base a la información a la que accedió Convoca.pe, detallamos las cuatro principales omisiones encontradas por el científico en la Modificación del Estudio de Impacto Ambiental.

 

No miden los polvos tóxicos más pequeños

Todos los autos, camiones y barcos, cuando están en funcionamiento, expulsan un polvo tóxico que permanece un tiempo suspendido en el aire y luego cae al suelo o al agua. En el ámbito científico, se le conoce como “materia particulada”. Las partículas más grandes (llamadas “PM 10”), por su propio peso, descienden rápidamente. Las más pequeñas (“PM 2.5”), en cambio, se quedan flotando en el aire: demoran en bajar. Estas últimas, además, se las lleva el viento a otros lugares. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud del 2013, este polvo pequeño puede causar cáncer al pulmón.

Por eso, la normativa ambiental peruana exige que todo Estudio de Impacto Ambiental calcule la magnitud de la “PM 2.5” que generará un proyecto. Pero, de acuerdo con Stefan Austermühle, el documento presentado por ECSA Ingenieros para el megapuerto de Chancay no lo hace: sólo calcula el tamaño de las “PM10”, las partículas más grandes y menos nocivas.

Hacen una pequeña referencia al acantilado

El documento analizado por Austermühle explica que en 20 años desaparecería una buena fracción de la playa al norte del megapuerto de Chancay. Los rompeolas que se planea construir cortarían el flujo del mar, que en el Perú es de sur a norte, generando un efecto dispar de un lado y de otro: al sur de los muelles, por la acción de las aguas que arrastran y depositan arena, la playa crecería, mientras que al norte el litoral desaparecería 195 metros y más bien el mar avanzaría .

El biólogo señala que las olas, al norte, podrían hacer que la playa desaparezca por completo y avanzar hasta el pie del acantilado, minando sus bases poco a poco. Arriba, algunos habitantes de Chancay tienen sus casas, que estarían en riesgo de caer por su propio peso. “Se va a venir abajo toda la construcción que está arriba”, dice.

Y recalca que en el estudio la consultora se limita a decir que el acantilado podría debilitarse: una frase en más de 2,500 páginas. Además, ECSA Ingenieros deja su solución para un anexo, en caso esto ocurra: bypasses de arena, es decir, tubos que bombearían agua con arena del sur al norte de los rompeolas, para que allá la playa crezca. El problema es que esta tecnología es muy costosa y ha tenido resultados poco satisfactorios en Estados Unidos y Australia.

 

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Así luce el muelle antiguo de Chancay. Sería reemplazado por un megapuerto multipropósito. Foto: Perú Construye

 

Usan un software errado para calcular el impacto acuático

Para configurar un megapuerto y permitir el ingreso de embarcaciones se necesita bajar el nivel del fondo del mar cerca al rompeolas, un proceso que se conoce como “dragado”. Se introduce un tubo bajo el agua y se succiona la arena que está en el fondo marino. En el camino, microorganismos como conchas, caracoles y gusanos dejan de existir.

El material succionado se lleva mar adentro y se devuelve al agua: las partículas más grandes y pesadas descienden rápidamente al fondo marino enterrando miles de microorganismos vivos, y las más pequeñas tardan en bajar. El área marina afectada por la devolución de material succionado se conoce como “la pluma” y es uno de los factores a ser medidos en un Estudio de Impacto Ambiental. Se debe calcular el volumen de esta área, es decir, el largo, el ancho y la profundidad.

Pero, explica Austermühle, para medir “la pluma” la compañía ha usado un software diseñado para calcular solo el largo y el ancho, no la profundidad. “El manual de usuario de ese software dice en la primera página que no puede ser usado para sistemas tridimensionales, como ‘la pluma’, porque está hecho para cálculos bidimensionales”, comenta. Con esta metodología errónea, el impacto que generaría el proyecto de Chancay sobre la vida marítima parece mucho menor.

 

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El biólogo Stefan Austemühle hizo 50 observaciones que están en manos del Senace. Foto: The University of British Columbia

 

Usan parámetros humanos para medir el efecto en las aves

La empresa, recalca el biólogo, dice que el nivel tolerable de ruido para las aves de humedal que estarían muy cerca al megapuerto es de 50 decibeles, el máximo permitido para las personas, en el país. “La literatura existente en abundantes estudios dice que las aves reaccionan con estrés y huida a partir de 40 decibeles, no de 50”, afirma. Y recuerda que la zona donde harían las voladuras para montar el puerto estaría a sólo 180 metros del humedal Santa Rosa, un importante ecosistema para las aves y reserva natural de Lima.

 

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Solo 180 metros habría entre la zona de voladura y el humedal Santa Rosa. Foto: ECSA Ingenieros

 

Ahora bien, la distancia disipa el ruido. La consultora afirma que las voladuras podrían causar un ruido de 90 decibeles que bajaría a 50 en esos 180 metros que habría de distancia con el humedal. Pero Austermühle dice que esto no es posible. “Yo mismo he hecho un estudio en diciembre y enero en Paracas, con permiso del SERNANP [Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado], y hemos comprobado que para bajar el ruido de un camión de 70 a 40 decibeles se necesita de 300 a 400 metros de distancia”, sostiene.

Y añade: “¿Cómo ellos van a bajar de 90 a 50 decibeles en sólo 180 metros? ¿Los ruidos que se harían en Chancay serían distintos a los que se hacen en el resto del mundo?”. Desde su punto de vista, las voladuras espantarían a las aves de humedal, que se verían obligadas a migrar en busca de menos bullicio.

 

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Estas aves del humedal Santa Rosa correrían riesgo, según el biólogo. Foto: Difusión