Carlos Arroyo Vivanco
Director del Programa de Auditorías Ciudadanas y Gobierno Abierto de Proética
“El periodismo logró evidenciar que estaban ocurriendo casos de corrupción”
El reportaje de “Vigila la pandemia” sobre los más de 1.300 casos de presunta corrupción en contrataciones durante la pandemia es útil en la medida en que nos genera alertas. Además, nos traduce información que podría ser un poco complicada de entender de entidades como el Ministerio Público. El trabajo que han hecho ayuda al ciudadano a hacer fácil la lectura de lo que está sucediendo. Por ejemplo, a través de los gráficos que ustedes usan. Ahí llama la atención que Perú es, de lejos, comparado con Ecuador y Colombia, el país con mayor número de investigaciones de corrupción durante la emergencia sanitaria, con 1.078 casos. Hay dos maneras de interpretar esa cifra: es algo malo porque estamos en una sociedad donde el funcionario sinvergüenza está encima, o es algo bueno porque las entidades competentes están haciendo su trabajo de investigación.
Para los funcionarios malos la pandemia se convirtió en una gran oportunidad de aprovechamiento personal. La emergencia permitió hacer compras directas, sin necesidad de que haya todo un proceso. Felizmente, algunas entidades como el Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado (OSCE) y la Contraloría fueron liberando alguna información que permitió a los periodistas hacer su trabajo. El reportaje que ustedes hicieron sobre las irregularidades en las compras de productos sanitarios en la Policía y el Ejército peruano se basó en informes de la Contraloría. Por cierto, es terrible que nuestras entidades armadas hayan caído en esto, cuando debieron ser ejemplo en cuestiones éticas.
El periodismo logró evidenciar que estaban ocurriendo casos de corrupción. A partir de ahí en algunos casos empezó a actuar el sistema de justicia. Si los periodistas no hubieran investigado las compras, el tema fácilmente podría haber pasado por agua tibia.
Se investigan más de 1.300 casos de presunta corrupción en contrataciones por la pandemia en Perú, Ecuador y Colombia
Las indagaciones de las autoridades por la compra y comercialización supuestamente ilegales de insumos básicos para hacer frente al Covid-19 se han realizado en distintas instancias en los tres países. Avanzan en grados diferentes, los alcances son disímiles y, en algunos casos, se ve una debilidad a la hora de enfocarse en autoridades de máximo rango o responsabilidad. Por otra parte, en Venezuela se registraron 40 detenciones de civiles acusados de comercializar irregularmente productos sanitarios. Las autoridades de ese país no han informado el destino de los detenidos ni el estado de las investigaciones. ¿Cuáles son los patrones comunes de los ilícitos detectados en estas naciones? Presunto abuso de poder en distintos estamentos de los Estados y hechos que apuntan a beneficiar a empresas privadas en detrimento del interés general.
Por Vigila la pandemia | Publicado el 22 de junio de 2021
Seis medios de Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador investigaron el estado de las investigaciones de distintas instancias (contralorías, fiscalías, procuradurías y fuerzas de seguridad) por la compra-venta presuntamente ilegal o irregular de mascarillas, pruebas de detección rápida, medicamentos y elementos de bioseguridad. Sólo en los últimos tres países se detectaron más de 1.300 investigaciones en el sistema de justicia, entre marzo de 2020 y mayo de 2021.
Los casos analizados también incluyen adquisiciones sospechosas de kits de alimentos y hasta jabón carbólico (desinfectante); oxímetros y bolsas mortuorias para el traslado de los cuerpos de fallecidos por el Covid-19.
En la lista de investigados por estas supuestas irregularidades aparece desde el personal del sector salud, miembros de las fuerzas de seguridad y de las fuerzas armadas hasta empresas privadas y un expresidente.
Perú registró más de mil investigaciones fiscales entre abril de 2020 y junio de 2021, según informó la Procuraduría Anticorrupción.
En Colombia, están en proceso 121 casos penales por contrataciones asociadas a la pandemia. Ochenta y una de ellas superan los 49 millones de dólares. Además, la Contraloría General realizó al menos 185 indagaciones por malos manejos de unos 26 millones de dólares en entes territoriales (distritos, municipios, departamentos) y centenares de procesos administrativos de sanción contra funcionarios públicos hasta mayo de 2021.
Ecuador cuenta con 160 casos, entre marzo de 2020 y mayo último, a cargo de una Fuerza de Tarea, creada por la Fiscalía General y especializada en presunta corrupción de contrataciones durante la emergencia sanitaria.
En Venezuela, una investigación de Runrunes y El Pitazo concluyó que en estos últimos 15 meses de pandemia se impuso una “justicia mediática”, que se centró en pequeños casos aislados y 40 detenciones (entre mayo de 2020 y abril de 2021), en especial, contra personal de la salud. Debido a la falta de transparencia y rendición de cuentas del gobierno de Nicolás Maduro, se desconoce el paradero de los detenidos y el estado de las indagaciones de esos casos.
A la hora de analizar cómo actuaron las autoridades frente a la posible comisión de delitos en estas compras en el contexto de la emergencia sanitaria, los periodistas de la alianza “Vigila la pandemia” determinaron que sobresalen la falta de mecanismos para prevenir casos de corrupción.
En estos meses de compras millonarias se generaron situaciones de excepción que permitieron a los gobiernos saltarse reglas precedentes como transparentar los procesos de compras y contrataciones, que antes de la pandemia eran de acceso público; se dejó de lado la obligación de multar a los proveedores que tardan en la entrega de los bienes y servicios contratados; y se adquirieron elementos básicos que ni siquiera cumplen con las normativas de salubridad del propio Estado.
Investigados y delitos
En esta nueva serie investigativa de la alianza periodística quedan en evidencia patrones de común y diferencias en los delitos imputados o el tipo de investigados en cada país. Algunos están relacionados con prácticas que perjudican a la administración pública como el peculado, contrataciones direccionadas a determinadas empresas y la alteración de las normas de contratación en perjuicio de las arcas públicas.
En otros casos, los expedientes se centraron en delitos de lavado de dinero y delincuencia organizada, además de tráfico de influencias. En Venezuela, el gobierno volvió a apelar a acusaciones por presunto contrabando de extracción y de concusión (requerir un pago indebido abusando de su autoridad) a diversos profesionales de menor rango.
Los grados de alcance de estas indagaciones oficiales también son disímiles.
En Venezuela, mientras las autoridades dan a conocer públicamente detenciones de trabajadores de la salud por posibles irregularidades, otras sospechas de casos potencialmente más graves pasan inadvertidas para el gobierno, como el de un laboratorio privado con apenas 21 días de vida que fue instalado en el aeropuerto internacional Simón Bolívar para realizar la prueba PCR a los viajeros.
En Colombia, donde la pandemia se entrelazó con el paro y las protestas masivas contra la reforma tributaria, Consejo de Redacción ahondó en las investigaciones oficiales a las que tuvo acceso y determinó que la mayoría solo alcanzó a los entes territoriales (departamentos, distritos o municipios). Sin embargo, no se incluyeron casos sobre posibles malos manejos de fondos públicos contra el Covid-19 por parte del gobierno nacional. Además de las 185 indagaciones preliminares de la Contraloría General, hay centenares de procesos disciplinarios contra funcionarios.
El presidente Iván Duque, en un centro de vacunación de san Andrés, junto ministro de Salud y el Gobernador Everth Hawkins. Fuente Presidencia de Colombia.
Las autoridades de Ecuador investigan unos 160 casos de presunta corrupción en el manejo de los fondos para la pandemia, según establecieron los medios GK y Periodismo de Investigación (PI). Las denuncias proliferaron a tal punto que la Fiscalía General ecuatoriana tuvo que crear una Fuerza de Tarea especializada para poder procesar y desarrollar las investigaciones sobre presuntos actos ilícitos relacionados con las adquisiciones de productos para la emergencia sanitaria. Entre los acusados se encuentra también el expresidente ecuatoriano Abdalá Bucaram Ortiz (agosto 1996 – febrero 1997). Según la fiscalía a cargo del caso, el exmandatario sería parte de un “grupo estructurado” que planificó la venta y distribución de insumos médicos con sobreprecios a hospitales de Guayaquil, entre noviembre de 2019 y agosto de 2020.
En Perú, de acuerdo con información de la Procuraduría Anticorrupción a la que accedió Convoca.pe, se abrieron más de mil investigaciones en el Ministerio Público, entre abril de 2020 y mayo de 2021. Entre esos casos, figuran 107 carpetas fiscales por delitos presuntamente cometidos por miembros del Ejército del Perú (90) y del Ministerio del Interior (17).
Miembros del Ejército Peruano son investigados por irregularidades penales en compras de equipos de bioseguridad y aseo durante la pandemia del Covid-19. Foto: Andina.
La investigación periodística también permitió ahondar en los casos de 18 integrantes de la Policía Nacional de Perú (PNP) y del Ejército peruano acusados de irregularidades penales en compras de equipos de bioseguridad y aseo durante la pandemia del Covid-19, según informes de la Contraloría General de la República. En las denuncias aparecen implicados oficiales, suboficiales y trabajadores de estas fuerzas del orden.
Al igual que en la primera entrega de esta alianza transfronteriza, centralizada en los contratos de vacunas contra el coronavirus entre las farmacéuticas internacionales y los gobiernos de siete países de la región (Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, México, Perú y Argentina), la opacidad y las sospechas de malos manejos de los fondos públicos de países de América Latina vuelven a quedar en evidencia en esta segunda serie de “Vigila la pandemia”, en un contexto mundial que durante meses estuvo gobernado por la crisis sanitaria y económica.
Perú: Investigan a 18 miembros de la Policía y el Ejército por presuntos delitos en contratos por más de US$ 2.2 millones
Este reportaje reveló que oficiales, suboficiales y trabajadores de la Policía Nacional y del Ejército fueron responsabilizados por la Contraloría General por presuntamente cometer omisiones y favorecer a determinadas compañías en los procesos de compra de equipos de protección personal e implementos de limpieza durante la primera etapa de la pandemia. Inclusive, el órgano de control detectó que los policías y militares buscaron formas administrativas para beneficiar a empresas que habían incumplido con los contratos. Estas irregularidades configuran supuestos ilícitos penales que son investigados por las Fiscalías Anticorrupción.
Por Luis Enrique Pérez | Publicado el 22 de junio de 2021
La Contraloría General determinó que 18 funcionarios de la Policía Nacional y del Ejército cometieron irregularidades de connotación penal en relación a contratos de compra de equipos de protección y de limpieza para enfrentar la pandemia del Covid-19, cuyos montos suman más de 8 millones de soles (2.2 millones de dólares), según informes del organismo a los que accedió Convoca.pe. Estas acciones causaron perjuicios económicos al Estado por 75 mil 365 soles (20 mil 368 dólares) en moras y multas que las instituciones armadas dejaron de cobrar, a pesar de los incumplimientos de las compañías.
Ellos forman parte de los 419 funcionarios, de 52 entidades del Estado, a quienes el órgano de control encontró responsabilidades administrativas, civiles y penales durante la emergencia sanitaria, es decir entre marzo de 2020 y mayo de 2021, de acuerdo con información oficial a la que accedió este medio digital, en el marco del proyecto transfronterizo “Vigila la pandemia”.
Asimismo, en base a registros de la Procuraduría Anticorrupción, Convoca.pe pudo establecer que más de mil investigaciones fueron abiertas por el Ministerio Público, desde abril de 2020 a mayo de 2021. Entre estos casos fiscales, hay 90 denuncias por presuntos delitos en el Ejército y 17 en el Ministerio del Interior, que suman 107 en total. Los ilícitos penales más recurrentes son apropiación de dinero público (35), colusión (24) y negociación incompatible (17).
Respecto a la Policía Nacional, en el Informe 063-2020, de octubre del año pasado, la Contraloría encontró que la VII Dirección Territorial de Policía de Lima (VII Dirtepol Lima) contrató, de forma directa, a cuatro empresas para comprarles productos farmacéuticos, útiles de aseo y equipos de bioseguridad, y omitió las exigencias establecidas en las regulaciones sanitarias, como el registro sanitario y la fecha de vencimiento en los jabones antibacteriales y desinfectantes.
Además, el órgano de control halló que, durante la indagación de mercado, el órgano encargado de las contrataciones de la mencionada dirección policial invitó a cotizar a empresas que no se dedicaban a la venta de los bienes requeridos de aseo y bioseguridad ni registraban antecedentes de contrataciones del Estado en ese tipo de artículos.
Según la Contraloría, las empresas invitadas a cotizar por la PNP no cumplían con la experiencia de venta de artículos de bioseguridad.
El monto total de la contratación directa de las cuatro empresas elegidas por la Dirtepol Lima fue de 1 millón 304 mil 335 soles (352 mil 522 dólares). Las favorecidas fueron la Corporación Alme E.I.R.L., Uniform Sniper E.I.R.L., DMA Servicios S.R.L. y la persona natural Anya Milagros Esquén Gumer.
Otra de las irregularidades que encontró la Contraloría en la misma dependencia policial fue que el personal administrativo elaboró un informe que indicaba que el total de los bienes comprados a las cuatro compañías habían sido internados en el almacén el 16 de marzo de 2020, cuando los materiales se terminaron de entregar el 11 de abril.
Esta demora en la entrega de los productos de aseo y bioseguridad hizo que la Policía Nacional no interviniera urgentemente para prevenir y proteger la salud del personal que labora en la VII Dirtepol Lima. La Contraloría detectó que los equipos de protección especial más importantes, como las mascarillas, guantes y lentes, fueron lo último que se entregó, pese a que el jefe del Departamento de Abastecimiento, el mayor PNP Juan Carlos Valderrama Alva, informó a la entidad policial que todos los bienes adquiridos habían sido entregados por los proveedores.
En ente de control también encontró irregularidades en la entrega de los bienes registrados por la VII Dirtepol Lima.
Invitaciones sospechosas
Según el informe de control, el mayor Valderrama también invitó a cotizar a los cuatro únicos proveedores que no se dedicaban al rubro objeto de la contratación. Esas mismas compañías fueron calificadas para la contratación. Además, la contratación directa se hizo en base a las cotizaciones del valor estimado de los bienes que brindaron las mismas firmas a la Policía.
Por esos motivos, la Contraloría identificó que el jefe de departamento de abastecimiento tendría una responsabilidad penal por las presuntas irregularidades que configuran delitos.
La institución dirigida por el contralor Nelson Shack también detectó que la especialista en contrataciones del Estado Brenda Medina Gamonal, quien es operadora de indagación de mercado de la Región Policial Lima, buscó y recurrió a empresas que no se dedicaban ni tenían experiencia en la venta de equipos farmacéuticos y de bioseguridad.
En diciembre de 2020, la Segunda Fiscalía Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios (FECOF) de Lima realizó un operativo de allanamiento e incautación en 24 inmuebles de oficiales, suboficiales y proveedores de la VII Región Policial Lima. Foto: Fiscalía.
La funcionaria Medina también dio cuenta de que los bienes comprados a los proveedores habían sido internados, en su totalidad, en los almacenes de la Policía Nacional, cuando eso no sucedió. Por ello, la Contraloría también consideró que habría responsabilidad en aquella funcionaria.
El informe sobre estas irregularidades fue elevado al Ministerio Público, que las viene investigando a través de la Segunda Fiscalía Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios. Se indaga el presunto direccionamiento y sobrevaluación en la adquisición de productos de bioseguridad por parte de la VII Región Policial Lima. El caso involucra a oficiales, suboficiales y proveedores en los presuntos delitos de colusión agravada y falsificación de documentos.
Empresas familiares
El ente de control también halló que funcionarios y servidores de la Dirección de Aviación Policial favorecieron de forma irregular a la empresa Ka'linson Perú S.A.C., en dos contrataciones para la compra de implementos de bioseguridad y útiles de aseo y limpieza, por más de 2.3 millones de soles (621 mil 600 dólares).
En las contrataciones directas 001 y 003 del 2020, que emitió la Diravpol, la Contraloría detectó que los funcionarios y servidores de la Policía que participaron en la primera contratación recibieron los bienes de la empresa Ka'linson Perú antes de iniciar los actos preparatorios para la convocatoria de contratación directa. Es decir, habían recibido los productos antes de la búsqueda de los proveedores.
En el caso de la Dirección de Aviación Policial, la Contraloría señaló que se favoreción a un proveedor en los procesos de adjudicación.
Más tarde, la Dirección de Aviación Policial utilizó las mismas cotizaciones del primer procedimiento para realizar el proceso de Contratación Directa N° 003-2020-DIRAVPOL-PNP, en el que volvió a entregar la buena pro a la misma compañía. El órgano de control indicó que la empresa seleccionada para ambas compras "carecía de experiencia en la venta de implementos de bioseguridad”.
Además, en esta última adquisición observada, la Contraloría identificó que la empresa ganadora Ka'linson Perú y la firma Soluciones Tácticas S.A.C., la cual también fue invitada a enviar cotizaciones, están vinculadas, pues sus representantes legales son hermanos. Se trata del gerente general de Ka'linson Perú, Carlos Díaz Moreno y la representante legal de Soluciones Tácticas S.A.C., Neri Teresa Díaz Moreno. Las compañías incluso presentaron las únicas propuestas de cotización en ese expediente y se diferenciaban por 62 mil soles, unos 16 mil 700 dólares, siendo Ka'linson Perú la empresa que cobraba el menor monto.
La Contraloría identificó que la empresa ganadora Ka'linson Perú y la firma Soluciones Tácticas S.A.C. están vinculadas pues sus representantes legales son hermanos.
El ente de control concluyó que ocho funcionarios y servidores de la Dirección de Aviación Policial, entre oficiales y personal administrativo, tienen responsabilidad penal debido a que generaron situaciones que supuestamente beneficiaron a la empresa contratada, afectando el normal y correcto funcionamiento de la administración pública, pues la contratación de Ka'linson Perú “no se desarrolló con objetividad e imparcialidad”.
Además, la Contraloría indica que estos servidores de la Policía favorecieron en dos contratos a Ka'linson Perú, al internar y distribuir los bienes requeridos antes de realizar la invitación a cotizar a las empresas. Asimismo, los funcionarios suscribieron contratos con la compañía sin exigir la garantía de fiel cumplimiento y otorgaron la conformidad de la recepción de los bienes adquiridos sin acreditar las certificaciones de la normativa técnica para los equipos de bioseguridad.
Por otro lado, el órgano de control halló que esos funcionarios omitieron las gestiones para cobrarle a Ka'linson Perú 26 mil 134 soles (7 mil dólares) en penalidades, ya que incumplió con la entrega de más de 8 mil mascarillas y 1 mil 348 unidades de lentes de seguridad.
Por estas irregularidades, la Contraloría encontró indicios de responsabilidad penal en el director de la Aviación Policial, general PNP Alfredo Vildoso; el jefe de la División de Seguridad Aérea de la Dirección de Aviación Policial, comandante PNP Óscar Arones Cánova; el jefe del Área Logística, comandante PNP Omar Puente Auccapoma; y en el jefe de la Unidad de Administración, coronel PNP Enrique Samamé.
También fueron sindicados como presuntos responsables penales por las irregularidades detectadas por la Contraloría los mayores PNP Branjhank Aftez Guzmán y Jesús Benancio Cisneros, jefe de Valor Referencial y jefe del Almacén General, respectivamente, así como la teniente Nathaly Vigil Crisanto, jefa interina de Valor Referencial, y el analista de contrataciones del Estado Miguel Gutiérrez Abramonte.
El gerente de Ka'linson Perú, Carlos Díaz, respondió a Convoca.pe que su empresa tiene 25 años de experiencia en la venta de equipos de protección personal. Agregó que la venta que Ka’linson Perú realizó a la Policía fue la única oportunidad en que su compañía trabajó con esa entidad pública “por los problemas que normalmente existen en esa institución”.
Militares y proveedores
Situaciones similares encontró la Contraloría General en el Ejército. En dos informes de control sobre procesos de compra, se detectó que la institución castrense otorgó contratos a empresas que no cumplían los requisitos de admisión. Además, adquirió jabones carbólicos a dos proveedores que no garantizaron la calidad y eficacia del producto para la protección del personal militar que estaba apoyando a mantener la seguridad ciudadana, durante los primeros meses de la pandemia del Covid-19.
En el Informe 022-2020, la Contraloría examinó el proceso de contratación directa "Adquisición de material y equipos de protección sanitaria en el marco de la prórroga del Estado de Emergencia", realizado entre el 12 de abril y el 2 de junio de 2020, por el cual el Comando de Salud del Ejército (Cosale) invitó a cotizar a cinco empresas que no cumplían con los requisitos de admisión de las bases del procedimiento de selección. Pese a estos incumplimientos, le otorgó la buena pro a esas compañías.
Las empresas Roker Perú S.A., Marcell Importaciones E.I.R.L., Productos Palmera S.A.C., J & R Peruvian S.A.C y FGP Peruvian S.R.L. fueron contratadas por un total de 1 millón 641 mil 136 soles (443 mil dólares) para la compra de alcohol en gel, equipos de bioseguridad, como mascarillas y mandilones, repelentes contra insectos, bloqueador solar, oxímetros portátiles y termómetros digitales.
Además, la Contraloría identificó que el Ejército le otorgó la buena pro a la empresa Roker Perú S.A., el 12 de mayo, para comprarle más de 55 mil frascos de alcohol en gel, que debía entregar en el plazo de 12 días calendario. El ente de control halló que la empresa incumplió ese plazo y terminó de entregar la totalidad de los frascos de alcohol el 28 de mayo.
Pese al incumplimiento que ameritaba la aplicación de una mora de 6 mil 876 soles (1 mil 858 dólares), lejos de multar a la empresa, el jefe del Órgano de Contrataciones, teniente coronel EP José Alarcón, y el jefe de Abastecimiento del Cosale, teniente coronel EP José Luis Azabache Peralta, suscribieron una nueva orden de compra "pretendiendo encubrir el internamiento extemporáneo de 17 mil 21 unidades de alcohol en gel para eludir la aplicación de penalidad", de acuerdo con el órgano de control.
La misma situación de incumplimiento y encubrimiento se detectó en la contratación de la empresa Marcell Importaciones, el 26 de mayo de 2020, para la venta de 4 mil 922 kits de ropa para cirujano. Según el informe, esa compañía se había comprometido a entregar los mandilones, a más tardar, el 29 de mayo de 2020. Sin embargo, la entrega terminó cuatro días después del plazo, el 2 de junio.
Por ese retraso breve, el Ejército debió multar a Marcell Importaciones con más de 11 mil 320 soles (3 mil dólares), pero decidió volver a utilizar la figura de generar una nueva orden de compra para encubrir la entrega extemporánea y evitar el cobro de la penalización correspondiente.
La figura de crear una nueva orden de compra cada vez que una de las empresas contratadas incumple los términos del contrato es utilizada reiteradamente por el Ejército, según señala el informe de Contraloría. Un ejemplo es el caso de la firma Productos Palmera S.A.C., que fue contratada para la venta de 58 mil unidades de bloqueador solar y 33 mil 328 unidades de repelente, por más de 828 mil 16 soles, (223 mil 788 dólares).
Productos Palmera debió entregar los productos el 17 de mayo de 2020, pero lo hizo dos días después de la fecha. Para ocultar el incumplimiento, el jefe de Abastecimiento, teniente coronel EP José Azabache, y el jefe del Órgano Encargado de las Contrataciones del Cosale, teniente coronel EP Alarcón Salazar, generaron una nueva orden de compra.
La misma estrategia fue usada para los incumplimientos de plazo de las empresas J & R Peruvian S.A.C., contratada también para la venta de 37 mil bloqueadores solares y 17 mil 382 unidades de repelente, por 976 mil 573 soles (263 mil 938 dólares). Según el documento de control, la compañía incumplió los plazos de entrega de los bienes adquiridos y los tenientes Alarcón y Azabache volvieron a generar una orden de compra, con nueva fecha, para evitar cobrarles la mora por retraso.
La irregularidad más grave que la Contraloría encontró en el Informe de control 022-2020 fue la derivada de la contratación que hizo el Ejército de la empresa FGP Peruvian S.R.L., que fue contratada por el Comando de Salud del Ejército para adquirir 1 mil 100 oxímetros portátiles, a un precio unitario de 340 soles (91 dólares). La fecha límite para la entrega de los productos era el 30 de junio de 2020, pero los entregó ocho días después.
El Ejército también encubrió este retraso, ya que el Cosale, el martes 7 de junio, un día antes de la entrega de los productos, aprobó y firmó una adenda al contrato con el motivo de que la empresa realizaba un reajuste en el precio unitario de los oxímetros, reduciendo el monto de 340 soles a 289 soles (11 dólares menos).
No obstante, la Contraloría detectó la irregularidad: oxímetros de iguales características que los solicitados por el Ejército eran ofrecidos por otras compañías a precios de entre 130 y 194 soles, por lo que los que vendía FGP Peruvian costaban 49% más caros, incluso con el descuento ofrecido en la adenda firmada.
Dicho informe concluye que ocho funcionarios del Ejército incurrieron en irregularidades administrativas. Además, recomienda que el Procurador Público del Ejército denuncie penalmente a tres de estos funcionarios: el teniente coronel EP Franklin Alarcón Salazar, el teniente coronel EP José Luis Azabache Peralta y el mayor EP Pedro Antonio Mejía Ramírez.
Oxímetros de iguales características que los solicitados por el Ejército eran ofrecidos por otras compañías a precios de entre 130 y 194 soles.
Jabones de dudosa calidad
Otro caso irregular de contratación en la institución castrense fue identificado por el ente de control en el informe 024-2020, emitido en diciembre de 2020, que encontró que el personal del Servicio de Intendencia del Ejército del Perú (SINTE) contrató a los proveedores Opal Clean S.A.C. y Negocios Advance S.R.L. para la compra de útiles de aseo, en la que incluyeron 554 mil 472 unidades de jabón carbólico (desinfectante) destinado a 46 mil 206 efectivos militares que apoyaban la seguridad durante la primera etapa de la pandemia.
El contrato con ambas compañías, firmado en mayo de 2020, sumaba 665 mil 366 soles (179 mil 828 dólares). Los militares recibieron dichos artículos de diferentes marcas, en cajas de segundo uso que señalaban que era jabón para lavar ropa. Además, los artículos no registraban la procedencia, el año de fabricación ni el lote.
Los jabones desinfectantes adquiridos por el Ejército no contaban con registro sanitario y fueron entregados en empaques reutilizados.
Algo que causó sorpresa a los auditores de la Contraloría es que ambas empresas proveedoras entregaron al Ejército las cajas con la marca “CAMPEÓN”, en empaques reutilizados que habían contenido otros productos de alimentación.
Lo más grave es que los jabones entregados al personal del instituto castrense no contaban con especificaciones técnicas y no tenían registro sanitario, por lo que no se podría confirmar la composición del jabón carbólico, que tiene características específicas para su efectividad y claras indicaciones de la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (DIGEMID) del Ministerio de Salud.
La Contraloría encontró indicios de responsabilidad penal en cinco militares y funcionarios del Ejército que supuestamente permitieron esta irregularidad al elaborar y aprobar una ficha técnica de jabón carbólico sin la descripción precisa y objetiva, con lo que el personal del habría contravenido las normas sanitarias, como la Ley de los Productos Farmacéuticos, Dispositivos Médicos y Productos Sanitarios, y la norma de Seguridad y Salud en el Trabajo.
El órgano de control señaló que el jefe del Departamento de Apoyo Técnico del SINTE, mayor EP David Gómez Almeida, otorgó conformidad técnica a los productos adquiridos, pese a que los "jabones carbónicos” para el aseo y desinfección del personal militar no contaban con registro sanitario ni se les había efectuado ningún análisis químico para confirmar su composición.
El Servicio de Intendencia del Ejército habría incumplido las normas sanitarias al adquirir artículos de aseo que no garantizan eficacia para la protección de la salud de la tropa.
El ingeniero Rolando Aburto, quien era el técnico del departamento de Apoyo Técnico del SINTE, elaboró y dio conformidad a la ficha técnica de los útiles que compraron a las empresas Opal Clean S.A.C. y Negocios Advance S.R.L. sin considerar el registro sanitario ni la descripción de su composición. Asimismo, la Contraloría sostiene que este funcionario tiene responsabilidad penal.
Los tres miembros del Comité de Recepción y Conformidad de los bienes, el teniente coronel EP Luis Sime Calderón, el técnico de primera EP Miguel Muñoz y el suboficial de segunda, Arnold Espinoza Viera, también tendrían responsabilidad penal, según el informe, ya que dieron conformidad a un producto sin registro sanitario, en cajas de segunda mano y con el rótulo de jabón de lavar ropa.
Convoca.pe intentó comunicarse reiteradamente con representantes de las compañías Opal Clean y Negocios Advance a los números telefónicos que registran en su sitio web, pero no obtuvimos respuesta.
Además, este medio digital pidió a la Policía Nacional y al Ejército del Perú conversar con los servidores públicos involucrados y obtener sus descargos, pero no se obtuvo respuesta de las áreas de comunicaciones de ambas instituciones.
Presunto delito de colusión y negociación incompatible
Convoca.pe consultó a dos abogados expertos en contrataciones del Estado sobre estas penalidades que no han sido cobradas por las instituciones a las empresas. Para el abogado Roberto Benavides, los funcionarios han tratado de "salvar las compras de manera irregular".
Benavides advirtió que la modalidad de generar otras órdenes de compra para evitar el cobro de penalidades es ilegal y transgrede las normas de contrataciones en el Estado pues violenta el principio de legalidad.
El especialista dijo que durante la pandemia se pudieron presentar retrasos extraordinarios en la importación de productos y las empresas pudieron solicitar una postergación de plazos con una justificación lógica. Advirtió que esas omisiones de aplicar las penalidades deben ser investigadas por el Ministerio Público.
En tanto, el experto en contrataciones públicas Miguel Ángel Pastor explicó que todos los contratos con el Estado incluyen penalidades por incumplimientos porque la demora de entrega de los bienes adquiridos afecta el fin social y, en el caso de la pandemia, la prevención del contagio del Covid-19 entre el personal de la Policía y del Ejército.
Además, Pastor explicó que los funcionarios que elaboraron las nuevas órdenes de compra, para evitar el cobro de las penalidades, podrían generar sospechas del delito de colusión y negociación incompatible por los servidores públicos. En este presunto ilícito se tendría que demostrar que existió un acuerdo entre funcionarios y empresarios para pactar el no cobro de los montos moratorios.
“Podría configurarse el delito en los funcionarios que dejan sin efecto los términos de referencia para ayudar a las empresas que han incumplido el contrato”, manifestó el experto, que enfatizó que la circunstancia del estado de emergencia obliga a contratar más rápido y de forma directa, pero que eso no implica que se pueda mermar los principios de la contratación.
Venezuela: detenciones y justicia mediática cubren la irregular gestión contra la pandemia del gobierno de Maduro
Entre mayo de 2020 y abril de 2021, al menos 40 personas fueron detenidas y acusadas públicamente por el mandatario venezolano Nicolás Maduro, otros altos funcionarios y cuerpos policiales de comercializar medicamentos y pruebas de detección rápida de Covid-19, según una investigación de El Pitazo y Runrunes. Especialistas consultados sostienen que se trata de una “pantalla” y que los grandes casos de corrupción en el sector salud no son investigados. Un año después de la publicación de este reportaje, el Gobierno de ese país no ha dado información oficial sobre esas detenciones.
Por Armando Altuve, Gitanjali Wolfermann, Lisseth Boon y Grisha Vera / El Pitazo y Runrunes | Publicado el 22 de junio de 2021
El primer caso de venta ilegal de medicamentos para tratar el Covid-19 en Venezuela fue informado por el propio Nicolás Maduro. “Es una irregularidad terrible. La investigación está avanzada, gente vendiendo en dólares la medicina que el país trae y la da gratis a los hospitales. Vendiendo ese medicamento en 4 mil o 5 mil dólares, que es gratis, que se la damos a las clínicas privadas y a los enfermos de Covid”, dijo el presidente venezolano el 9 de septiembre de 2020 durante una actividad pública.
Cuando anunció el caso, Antonio José Amell Cantillo, un médico de nacionalidad colombiana de 27 años, que cursaba su residencia en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera (CHET) en Valencia, estado Carabobo, llevaba dos días detenido. Lo apresaron el 7 de septiembre en su domicilio, luego de que circulara un video en las redes sociales en el que se ve al galeno presuntamente negociando unos medicamentos. Desde Colombia, su familia denunció una presunta desaparición forzada y la ONG Foro Penal, defensora de presos políticos, informó que había recorrido varios sitios de detención en Carabobo y no logró dar con Amell.
El fiscal general de Venezuela designado por el gobierno de Maduro, Tarek William Saab, aseguró aquel 9 de septiembre que a Amell Cantillo se le acusaba por los supuestos delitos de concusión (requerir un pago indebido abusando de su autoridad), contrabando de extracción y asociación para delinquir. En esa misma rueda de prensa, Saab dio a conocer que la comerciante Francis Margarita Aguiar Salazar, de 52 años, encargada de la Quincalla y Frutería Central, ubicada detrás de la CHET, también había sido detenida. En su local, incautaron planillas y formularios de documentos oficiales que supuestamente servían para comercializar los fármacos sustraídos del hospital. En consecuencia, a Aguiar se le imputó por forjamiento de documentos públicos, contrabando de extracción y asociación para delinquir.
Saab afirmó que Amell y Aguiar mantenían vínculos con al menos cinco farmacias privadas para vender los medicamentos sustraídos del hospital. “El director de ese hospital, Alexis Rivera, está siendo investigado para determinar si hubo complicidad de su parte”, dijo el fiscal. Por este caso fueron detenidas cuatro personas más.
El Pitazo y Runrunes registraron 40 detenciones en Venezuela, entre mayo de 2020 y abril de 2021, de individuos señalados por cuerpos policiales y funcionarios del Gobierno, acusados de comercializar medicamentos, pruebas de detección rápida de Covid-19 y presunta falsificación de resultados.
La mitad de los señalados son trabajadores del sector salud. Se pudo conseguir información extraoficial del estatus de 13 de los detenidos, pero de esta investigación surge que en 67% de los casos no hay información sobre cada procedimiento judicial.
Septiembre de 2020 fue el mes en que se detuvo a Amell y el que aparece con más detenciones durante la pandemia. Solo por el caso del médico colombiano las autoridades detuvieron a seis personas, entre ellos al director del Hospital y a Juan Yánez, presidente del Instituto Carabobeño para la Salud (Insalud). Ambos fueron destituidos de sus cargos y excarcelados el 30 de diciembre, tras 113 días privados de su libertad. Mientras tanto, de acuerdo con las cifras oficiales, agosto y septiembre fueron los meses donde más contagios y fallecidos se reportaron durante el primer año de la pandemia en el país. Sólo en agosto se registraron 28.154 casos, el 62% de los 46.728 que había hasta esa fecha, como publicó Runrunes.
El abogado Gonzalo Himiob, director del Foro Penal —una ONG venezolana que defiende presos políticos—, explicó que el Gobierno está convirtiendo investigaciones en instrumentos para consolidar una hegemonía con fines políticos, en lugar de propiciar la administración de justicia.
“Lo que está pasando es que el Estado no está garantizando el derecho a la salud y en ese contexto es normal que la gente busque resolver su problema de una manera informal. El problema de fondo, que es la carencia de medicamentos e insumos, no se resuelve metiendo presas a 30 o 40 personas”, afirmó Himiob.
Justificación de la ineficacia
Rafael Alejandro Portales Navarro (31) y Zulay del Carmen García Serrano (33) son médicos cirujanos, especialistas en traumatología, que fueron detenidos el 3 de septiembre de 2020 por funcionarios de la División de Inteligencia y Estrategias Preventivas (Diep) de la Policía de Aragua.
Al momento de la detención, ambos trabajaban en el Hospital Clínico Universitario, ubicado dentro de la Universidad Central de Venezuela. La versión policial indicó que, después de un trabajo de investigación, los médicos fueron detenidos en flagrancia cuando intentaban vender 20 pruebas de diagnóstico rápido del Covid-19, a razón de 30 dólares cada una.
En la detención se incautaron 20 pruebas de diagnóstico rápido del COVID-19. Foto: Policía de Carrizal.
La identidad de los médicos se dio a conocer de inmediato y se distribuyeron fotografías en las que se veían los rostros de los detenidos, aunque en la práctica policial venezolana la mayoría de estas tomas fotográficas suele realizarse de espalda a la cámara. Además, se difundieron fotos de sus respectivos carnets de trabajo donde se podían ver sus rostros y otros datos personales.
Al día siguiente de la detención, en las redes sociales circuló la imagen de una boleta de libertad (N.139-20), firmada por Nitzaida Vivas Martínez, juez del estado Aragua, donde se solicitaba la libertad plena y sin restricciones para García Serrano. “En la revisión exhaustiva de las actuaciones, se evidencia que no hay delito que se pueda imputar”.
De acuerdo con los registros públicos y notas de medios analizados, en 11 meses han detenido a seis médicos y 16 de los hechos registrados por esta investigación son por ventas de pruebas para detectar el Covid-19.
Himiob explica que la Ley de Medicamentos y la Ley del Ejercicio de la Farmacia establecen que sólo las farmacias y su personal calificado están facultados para la venta o comercialización de medicamentos.
“No es que las personas que han sido detenidas por vender medicamentos o insumos médicos no estén cometiendo ninguna infracción, pues ciertamente se está violentando una disposición legal. El problema está en criminalizar esas ventas no por su propia ilegalidad sino porque el Gobierno quiere mantener la hegemonía y el control absoluto sobre la pandemia, y no facilita el acceso de los pacientes a esos medicamentos por los canales regulares”, argumentó Himiob.
El manejo de la pandemia por parte del gobierno venezolano se ha caracterizado por el control absoluto y la opacidad en la información. La primera entrega de la investigación que desarrolla la alianza “Vigila la pandemia” dejó al descubierto cómo el gobierno de Venezuela y el de otros seis países en la región han rechazado desclasificar contratos para vacunas por más de 3.747 millones de dólares.
“Cuando desde el poder se trata de consolidar una determinada narrativa, incluso antes de que comience la investigación, dirigida a criminalizar de entrada a una persona sin respetar el debido proceso, su derecho a la defensa y los plazos de la investigación, ya hay algo que huele mal”, sostuvo Himiob. “El poder necesita montar un cuento para poner en hombros de algunos chivos expiatorios su propia irresponsabilidad. Es ahí donde te das cuenta de que el proceso no es jurídico sino político”, agregó.
Lo dicho por Himiob no es una práctica nueva del oficialismo. Ya en 2016, cuando la escasez de alimentos en Venezuela estaba en su punto más crítico, las autoridades encarcelaron a quienes comercializaban productos regulados. La Ley de Precios Justos (2014), destinada a controlar la inflación y el abastecimiento de insumos básicos, establece penas de hasta 14 años de prisión para quienes revendan estos productos y establece también el delito de contrabando de extracción, uno de los imputados a Amell.
El nuevo coronavirus llegó a Venezuela cuando el sistema sanitario del país ya se encontraba afectado por la crisis hospitalaria. Los médicos atienden a pacientes con Covid-19 en instituciones sin agua y con electricidad intermitente, con escasos insumos médicos y reducidos equipos de bioseguridad. Hasta junio de 2021, habían fallecido 582 trabajadores de la salud por causas asociadas al coronavirus.
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Justicia mediática
Los soldados José David Camperos (19) y José Díaz Blanco (25) fueron detenidos el 1 de septiembre de 2020, junto a otras tres personas, en un procedimiento del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), en el municipio San Cristóbal del estado Táchira. La prensa local reseñó que las autoridades habían recibido “numerosas” denuncias contra los detenidos por la presunta venta de pruebas rápidas para Covid-19.
De acuerdo con el reporte, al grupo le incautaron 41 cajas de test de descarte rápido para el Covid-19 (1.025 pruebas). El organismo de seguridad presume que los dispositivos habían sido tomados de un centro de salud, pero no ofreció más información. Se informó que todos los arrestados fueron puestos a la orden del Ministerio Público, pero a la fecha se desconoce la evolución del caso y no se ha dado información pública sobre el paradero de los detenidos.
Alí Daniels, abogado y director de la ONG Acceso a la Justicia, afirmó que el Estado venezolano solo ejerce una ‘justicia mediática’, pues explicó que las autoridades informan sobre presuntos responsables de ciertos delitos, pero no ofrece detalles sobre el avance de las investigaciones y el proceso judicial que se le sigue a los casos. “Es una justicia sólo de titulares, pero no de sentencia firme”.
Sostiene que en la justicia venezolana ha cobrado fuerza una práctica irregular que sólo alimenta el patrón de impunidad: el Estado acusa o juzga a los más débiles de la cadena. “Se usan a estas personas para crear la matriz de opinión de que el Estado venezolano lucha contra el contrabando de extracción de medicinas o tráfico de vacunas, pero no sanciona realmente a los verdaderos responsables”, afirmó Daniels.
“Decir que no hay medicinas porque una o dos personas tienen en su poder algunos productos no evidencia una red de tráfico, por ejemplo, porque ese entramado implicaría que hay un volumen de personas involucradas en concierto para concretar una acción delictiva. Las detenciones aisladas realmente no indican que se está combatiendo el problema”, añadió Daniels.
El abogado señaló que el gobierno viola el principio de presunción de inocencia y el debido proceso al anunciar públicamente la responsabilidad de ciudadanos en presuntos delitos sin haber tenido elementos suficientes para acusarlos. Consideró que no perseguir los casos de corrupción se ha convertido en una “política de Estado” y resaltó que la justicia ha sido ineficaz para resolver los casos. “En el caso de las medicinas, se detiene a la persona y no hay un acto frente a un juez donde se presente el caso; ese caso muere, pero crea la imagen ante los venezolanos de que la justicia es eficiente”.
Los grandes emprendedores de la pandemia
Mientras el gobierno de Maduro detiene a personas por presunto contrabando de extracción y otros delitos, hay casos que despiertan sospechas más contundentes y que las autoridades no han señalado. El 2 de marzo de 2021, el Instituto Nacional de Aeronáutica Civil de Venezuela (Inac) informó que los viajeros que entraran al país debían realizar la prueba PCR con un laboratorio que dispusieron en el aeropuerto internacional Simón Bolívar para ese fin. Ese laboratorio apenas tenía 21 días de haberse constituido.
En mayo de 2020 comenzó a observarse, en la base de datos creada para esta investigación, la venta de pruebas COVID-19 por particulares. En la misma línea de las declaraciones de Maduro, funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado declararon a la prensa, en el momento de las detenciones, que la aplicación de estas pruebas era gratuita y debía ser controlada por el Ministerio de Salud. En paralelo a esta situación, surgieron laboratorios privados y ventas de estas pruebas a domicilio promocionados mediante anuncios por la red social Instagram.
Mildred Rojas, abogada especialista en contrataciones públicas en la ONG Transparencia Venezuela, explicó que la información sobre las compras y contrataciones, así como la lista de materiales y bienes asignados, debe publicarse en formatos de datos abiertos. Sin embargo, en Venezuela las contrataciones, adquisiciones y asignaciones que se han hecho durante la pandemia están marcadas por la opacidad y la discrecionalidad.
En el sector salud, las únicas investigaciones anunciadas por las autoridades venezolanas en los últimos años son casos de corrupción “que no involucran grandes cantidades de dinero público ni la participación de funcionarios de alto nivel con responsabilidad en el manejo de recursos”, afirmó Rojas.
En el primer decreto de estado de alarma dictado por Maduro, en marzo de 2020, cuando se confirmó la presencia del Covid-19 en Venezuela, se dispuso la creación de la Comisión Presidencial para la Prevención y Control del Coronavirus. De los 12 funcionarios que ha elegido el presidente para que sean parte de esta comisión, cinco han sido sancionados por Estados Unidos, como Vladimir Padrino, ministro de la Defensa, y Tareck El Aissami, ministro de Petróleo. Ambos son acusados por la justicia norteamericana de presunto tráfico de drogas.
En paralelo a la opacidad del oficialismo y al surgimiento de nuevas empresas privadas que comercializan insumos médicos, Amell continúa privado de libertad, sin que trascienda información sobre su caso. Otro acusado por el oficialismo, Luitxon Alejandro Caripe Ochoa, de 26 años, quien fue detenido en julio de 2020 en Caracas por presunta estafa con pruebas rápidas para detectar Covid-19, terminó limpiando su nombre por redes sociales luego de ser liberado y sin información sobre el proceso judicial en su contra. “Bueno, como todo el mundo tiene derecho a la defensa, aquí estoy y desmiento la investigación efectuada (...) que nunca se hizo”, aseguró en una publicación de un medio local del estado Vargas.
Hasta octubre del 2022, el gobierno venezolano no había dado ninguna información oficial sobre los detenidos.
Ecuador: Los largos tentáculos de la corrupción en la pandemia llegan al hijo de un expresidente
Durante los primeros meses de la pandemia del Covid-19 se evidenciaron decenas casos de corrupción en los hospitales de Ecuador. Pero hay un nombre que se repite en varios de ellos: Daniel Salcedo Bonilla. Con el tiempo, se descubrió que este empresario tenía importantes contactos dentro de la política ecuatoriana. Hoy se le investiga por delincuencia organizada junto con el hijo del expresidente Abdalá Bucaram y Paul Granda, exjefe del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Este reportaje forma parte del proyecto “Vigilia la pandemia”, una iniciativa transfronteriza para investigar el uso de fondos públicos y potenciales hechos de corrupción en América Latina.
Redacción GK y Periodismo de Investigación | Publicado el 1 de septiembre de 2022
En junio de 2020, cuando aún la pandemia del Covid-19 azotaba con fuerza al Ecuador y gran parte del mundo, se cayó una avioneta en Tumbes, Perú, una ciudad fronteriza entre ambos países. En la aeronave viajaban cuatro personas. Una de ellas era Daniel Salcedo Bonilla, de treinta y tantos años, moreno, de pelo oscuro, con músculos trabajados en largas horas de gimnasio que exhibía en sus fotos en redes sociales. Hasta entonces, su nombre era poco conocido para la mayoría del país. Tras el accidente, se hizo público que la Fiscalía lo investigaba por presuntos hechos de corrupción en dos hospitales públicos de Guayaquil, la ciudad más afectada por el coronavirus.
Más de dos años después, Salcedo enfrenta, desde la prisión, cinco procesos judiciales. Los más graves son por peculado, lavado de activos y delincuencia organizada. Los tres están en distintas etapas. Por uno de ellos, el de peculado, ya tiene una sentencia de 13 años de prisión, como autor directo en el proceso de adjudicación de fundas para cadáveres con sobreprecio en el hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) Los Ceibos. En este caso, faltan, por lo menos, dos instancias más para que la sentencia quede ejecutoriada.
El empresario Daniel Salcedo se encuentra recluido en la Cárcel 4 de Quito Captura de pantalla.
Mientras sus procesos se resuelven, Salcedo ha interpuesto, al menos, una docena de hábeas corpus para intentar salir de prisión; el más reciente en agosto de 2022. Ninguno de estos recursos ha logrado su objetivo, y él sigue cumpliendo prisión en la Cárcel 4 de Quito.
En el proceso por lavado de activos fue ratificada su inocencia. Ahora, el expediente está en casación, la última instancia en la que un proceso judicial puede ser apelado. El de delincuencia organizada está en etapa de juicio, por lo que aún podría durar varios meses para que haya una primera sentencia, que podría ser apelada en otras instancias de la justicia.
Los dos otros procesos son por fraude procesal y por ingreso de materiales no permitidos a la cárcel. El primero se abrió después de que la justicia determinara que Salcedo habría intentado fugarse cuando la avioneta en la que viajaba cayó. Por este caso, fue sentenciado a cuatro años de prisión, pero un tribunal decidió reducirla y ya tiene boleta de excarcelación. El segundo se inició tras la viralización de un video que mostraba a Salcedo bailando, desde la prisión, y se descubrió que tenía un teléfono celular dentro de la cárcel. La justicia lo condenó a tres años de prisión.
A Daniel Salcedo se le han imputado cinco delitos en cinco expedientes distintos. Cuadro: GK.
Estos cinco procesos han mantenido el nombre de Salcedo en los titulares de la prensa sobre los casos que se investigan desde el inicio de la pandemia hasta dos años y medio después. Su nombre se enlaza con el de personajes políticos y funcionarios públicos también señalados por presuntos actos de corrupción en el peor pico de la pandemia.
Aunque han pasado más de dos años de la caída de la avioneta —el 79% de los ecuatorianos ya tienen las dos dosis de la vacuna contra el Covid-19 y Ecuador se recupera de la crisis que dejó la pandemia—, los casos de corrupción en contra de Salcedo continúan.
Este es un recuento para entender hasta dónde llegan los tentáculos de este personaje que parece el núcleo de la corrupción en los hospitales durante la pandemia.
Los vínculos con la familia Bucaram
Unos días antes de que la avioneta se accidentara en Tumbes, mientras Ecuador vivía uno de los picos más difíciles de la pandemia por el Covid-19, la Fiscalía y la Policía Nacional ejecutaron un operativo en Guayaquil. Presumían que existían irregularidades en la compra de fundas para envolver a los miles de cuerpos que se amontonaban en el Hospital del IESS Los Ceibos, en Guayaquil. Algunos morían en el hospital, otros en la sala de espera, otros llegaban sin vida en los brazos de sus familiares desesperados.
La presunción de la Fiscalía se confirmó cuando se descubrió que en el portal de compras públicas —por el que deben pasar todos los procesos de adquisición de bienes y servicios para las instituciones del Estado— constaba que este hospital había comprado 4 mil bolsas para embalaje de cadáveres a 148,5 dólares cada una. El precio en el mercado estaba entre los 12 y 25 dólares por unidad: entre cinco y 12 veces menos. El monto total del contrato alcanzó los 594 mil dólares y la empresa adjudicada fue Silverti S.A, cuya gerente desde 2019 es Sandra Ortega Romo, quien fue sentenciada por peculado, al igual que Salcedo, por la venta de fundas de cadáveres.
La Fiscalía dijo que Silverti S.A., vinculada a Salcedo, presentó la propuesta más barata para la compra de fundas de cadáveres, pero estas tenían un sobreprecio de 300%.
A Salcedo se le ha investigado por el caso de la venta sobrevalorada de fundas para cadáveres al Hospital Los Ceibos. Foto: Difusión.
Uno de los allanamientos en este caso fue en el hospital. La Fiscalía reportaría después que una de las irregularidades encontradas fue en el kárdex —el sistema por el cual un hospital está obligado a registrar el ingreso y la salida de los insumos que utiliza, para llevar un inventario y garantizar el buen uso de los recursos públicos—. Mientras la Fiscalía allanaba el hospital, una funcionaria registró el ingreso y la salida de las fundas de cadáveres.
Según una fuente cercana al proceso, que pidió la reserva de su nombre, la funcionaria alegaría después que ella no conocía del allanamiento y que la información fue coincidentemente llenada el mismo día en que este ocurrió porque “no había tenido tiempo de hacerlo antes”. El comportamiento llamó la atención de la Fiscalía porque, en un proceso de compras regular, el ingreso de los implementos médicos se hace al momento en el que son recibidos en el hospital, tras una compra.
Cada vez que un insumo se utiliza debe quedar registrado en el momento en el que se usa, no después. Por eso, las autoridades de justicia se alertaron al conocer que, en el caso de las fundas para cadáveres, tanto el registro y la salida de las fundas se hizo el mismo día del allanamiento del hospital para investigar posibles irregularidades.
Entre las 14 personas que fueron detenidas en el operativo, no estaba Daniel Salcedo, quien, para esa fecha, ya estaba en el radar de las autoridades ecuatorianas pero seguía siendo un desconocido para la ciudadanía. Salcedo no trabajaba en el hospital. El vínculo entre él y las bolsas de cadáveres se conocería luego. Nadie sabría de él hasta cuatro días después, cuando la avioneta en la que intentaba escapar de la justicia ecuatoriana se estrellara.
El intento de fuga puso el foco de atención sobre Salcedo Bonilla y los vínculos que, según la Fiscalía, mantenía con la familia del ex presidente Abdalá Bucaram Ortiz, especialmente con su hijo, Abdalá (Dalo) Bucaram Pulley, quien fue asambleísta entre 2009 y 2014.
Entre julio y diciembre de 2019, Salcedo habría hecho donaciones económicas para el equipo de fútbol 9 de Octubre, que entonces era presidido por Dalo Bucaram Pulley. Esta evidencia fue utilizada por la Fiscalía en una de sus investigaciones. Las donaciones se habrían hecho desde dos empresas de Salcedo Bonilla: HDC Producciones y Salnoedan. La primera habría donado 49.700 dólares, y la segunda, 30 mil dólares.
El expresidente Abdalá Bucaram (al centro) y sus hijos Dalo (izquierda) y Jacobo (derecha). Foto: Efe.
Los casos de corrupción no solo alertaron a las autoridades de justicia, sino también a la comisión de fiscalización de la Asamblea Nacional, encargada del control político de las responsabilidades que pudieran tener los funcionarios públicos. Un año después del accidente de avioneta, en una comparecencia en esta comisión, Salcedo aceptó que conocía a Dalo Bucaram, pero negó que hubiera vínculos entre Bucaram y su empresa HDC Producciones. Pocos días antes de esa comparecencia, Salcedo había sido sentenciado a 13 años de prisión por peculado: fue encontrado culpable de vender las bolsas de cadáveres con sobreprecio.
A raíz de esa investigación, se abrieron dos más: una por delincuencia organizada —en la que, además de a Salcedo, inicialmente, se investigó al expresidente de la República, Abdalá Bucaram Ortiz, a sus tres hijos Jacobo, Dalo y Michel, y a su nuera, Gabriela Pazmiño— y otra por lavado de activos.
Ambos delitos, lavado de activos y delincuencia organizada están tipificados en el Código Orgánico Integral Penal (COIP). El primero lo cometen quienes tengan, entreguen u oculten activos de origen ilícito. En el segundo, por delincuencia organizada, puede ser juzgado quien forme un grupo estructurado de dos o más personas que financien de cualquier forma actividades de una organización delictiva, con el propósito de cometer uno o más delitos.
Además de las presuntas donaciones al equipo de Dalo Bucaram, la sospecha de los vínculos entre Daniel Salcedo Bonilla y la familia del expresidente de la República aumentó cuando se hizo público que la avioneta en la que Salcedo Bonilla y sus acompañantes se accidentaron pertenecía a la empresa Granjas Marinas Doble “A”-Gramada S.A., de propiedad de Alfredo Adum, amigo cercano de Abdalá Bucaram. Adum fue ministro de Energía durante su gobierno y candidato a la alcaldía de Guayaquil por el PRE, el partido que lideraba Bucaram en los 90.
Adum confirmó que se trataba de una avioneta familiar, pero dijo que no conocía del vuelo que sacó a Salcedo Bonilla de Ecuador con rumbo a Perú. El mundo vivía aún los días más difíciles de la pandemia e, incluso, la frontera con Perú estaba cerrada. “Le han dado plata a mi piloto para que les preste la avioneta para una fuga premeditada hecha a mis espaldas”, dijo Adum a Ecuavisa en esa época.
La avioneta en la que viajaba Daniel Salcedo Bonilla era de Alfredo Adum. Se accidentó en junio de 2020 luego de cruzar la frontera con Perú. Foto: Andina.
Por estos hechos, Adum fue inicialmente investigado por la Fiscalía pero, finalmente, quedó fuera del proceso. Los vínculos entre Salcedo y la familia Bucaram se evidenciaron aún más durante los siguientes días.
Dalo Bucaram Pulley, que había salido de Ecuador tres meses antes de que se cayera la avioneta —y no había regresado a pesar de que sobre él, su hermano Michel y su esposa pesaba una orden de captura desde el 13 de junio— admitió en una entrevista a Teleamazonas, concedida vía telemática desde Miami, que Salcedo era su amigo. Dijo que era un empresario y que lo conoce “como un hombre honesto, que me ha respaldado en mi campaña de 2017”, en referencia a su candidatura a la presidencia de la república ese año.
Mientras el perfil de Salcedo era más conocido por la ciudadanía por las publicaciones de los medios que intentaban descifrar quién era, un reportaje de Teleamazonas reveló que Dalo Bucaram se había hospedado en la casa de Salcedo en Miami, pocos días después del accidente de avioneta y de su detención.
Pero Dalo Bucaram no fue el único de la familia con vínculos con Salcedo. El empresario que intentó huir en avioneta en plena pandemia también tuvo una relación de negocios con Michel Bucaram Pulley, otro de los hijos del expresidente Abdalá Bucaram Ortiz. Ambos habían creado la empresa de insumos de cocina, Sabupi S. A, en 2018. Esta empresa nunca fue vinculada con ninguna investigación, pero sí reafirmó que Salcedo mantenía varias conexiones con los Bucaram.
Alfredo Adum es amigo cercano de Abdalá Bucaram. En su avioneta viajaba Salcedo antes del accidente. Foto:
Twitter/Abdalá Bucaram.
En julio de 2021, Michel y Dalo Bucaram Pulley y Gabriela Pazmiño Yépez —esposa de Dalo— quedaron fuera del proceso por presunta delincuencia organizada por el que, inicialmente, estaban siendo investigados. El proceso sigue para su hermano Jacobo Bucaram, Daniel Salcedo Bonilla y Paúl Granda, expresidente del directorio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).
Las presuntas relaciones con altos funcionarios
Mientras se investigaba el sobreprecio de las bolsas de cadáveres con las que se demostró que hubo peculado, la Fiscalía encontró indicios de que también podría haberse cometido el delito de delincuencia organizada.
Además de Daniel Salcedo Bonilla y de uno de los Bucaram —Jacobo, el hijo del expresidente Abdalá Bucaram Ortiz—, se sumó el nombre de un ex funcionario de alto rango: Paúl Granda, quien fue presidente del Directorio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) entre diciembre de 2018 y abril de 2020. Según la Fiscalía, Salcedo Bonilla, Granda y Bucaram, además de otros involucrados, se habrían organizado para armar una red de corrupción en el interior de dos hospitales públicos: el Teodoro Maldonado Carbo y Los Ceibos en Guayaquil.
Una publicación del portal Periodismo de Investigación de junio de 2020 —firmada por Christian Zurita y Fernando Villavicencio, este último actual asambleísta y presidente de la Comisión de Fiscalización— denunció que el entonces presidente del directorio del IESS visitó la Torre Colón, en Guayaquil, en donde Daniel Salcedo Bonilla tenía arrendada una suite desde 2018. Una fuente cercana al proceso judicial que pidió la reserva dijo que la información de ese reportaje fue un elemento determinante para vincular a Granda.
Las empresas que estaban en la mira de la Fiscalía en este proceso de presunta delincuencia organizada son Silverti S.A, Ecap-Mediq, Bioim Cia. Ltda, relacionadas a Salcedo; también se investigó a Raismonel S.A., cuyo propietario era Xavier Jordán, desde 2016 hasta junio de 2018.
Xavier Jordán es un empresario que huyó del Ecuador a partir de esas investigaciones. Su nombre ha tomado relevancia en las últimas semanas porque investigaciones policiales consideran que tendría relación con grupos allegados al tráfico de narcóticos Existe, además, evidencia de que un asambleísta ecuatoriano, Ronny Aleaga, del movimiento Unión por la Esperanza (UNES), participó de una fiesta en la casa de Jordán en Miami, Florida.
Antes de que iniciara la pandemia, ya había una alerta de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA) sobre irregularidades en el Hospital Teodoro Maldonado Carbo de Guayaquil. Uno de los nombres que esta organización señala que está estrechamente relacionado a la familia Bucaram es el de José Luis Llerena, hermano de María Gabriela Llerena Candela, ex esposa de Jacobo Bucaram. Entre 2012 y 2019, la familia Llerena Candela consiguió 46 contratos para la venta de insumos en dicho centro médico por cerca de 7,7 millones de dólares.
En las contrataciones del Hospital Maldonado Carbo de Guayaquil también se encontraron irregularidades. Foto: Wikipedia.
La Contraloría General del Estado también ha encontrado irregularidades en los procesos de contratación del Hospital Teodoro Maldonado Carbo desde antes de la pandemia. Especialmente los que se hacen bajo la modalidad de convenio de pago. Entre enero de 2018 y julio de 2020 se autorizaron convenios de pago por más de 17 millones y medio de dólares para la compra de medicamentos e insumos médicos, en los que se eludieron los procesos regulares de contratación.
La teoría de la Fiscalía es que Paúl Granda, en calidad de presidente del directorio del IESS, habría ordenado la liberación de los pagos pendientes a los proveedores de insumos médicos con los que Salcedo estaría vinculado. Una de las pruebas serían las bitácoras del edificio Torre Colón, publicadas en el reportaje del portal Periodismo de Investigación.
En el reportaje se incluyen las fotografías de las bitácoras de la guardianía del edificio en las que se lee el nombre de Granda como visitante a la suite de Salcedo. Según la publicación, Granda habría hecho, al menos, tres visitas al departamento de Salcedo: el 3 de junio, el 11 y el 27 de julio de 2019.
Granda lo niega. “Yo no conozco al señor Salcedo ni he estado en ningún departamento de él”, dice en entrevista telefónica con GK. “A Dalo Bucaram lo conozco porque me reuní con él por delegación del Presidente [Lenín] Moreno, para tratar temas políticos de la coyuntura electoral de 2019”, dice. Comenta también que se reunió en un lobby en el Hotel Colón de Guayaquil, que queda al lado de la Torre Colón: “era en un lugar público”.
Para Granda, las bitácoras no demuestran la existencia de una reunión ni el cometimiento de un delito. “No sé por qué mi nombre consta en ese registro”, dice. “Son además bitácoras con tachones y mutiladas”, insiste.
El nombre de Paúl Granda, entonces presidente del IESS, aparecía en los registros de visita de la Torre Colón, donde vivía Salcedo. Foto: Internet.
Un texto publicado en el portal Opción S, cuyo director es Víctor Granda Aguilera, el padre de Paúl Granda, afirma que uno de los guardias que atestiguó las supuestas visitas de Paúl Granda a la suite de Salcedo, luego se desdijo. Según la publicación, el testigo explicó que su declaración inicial de que Granda se había reunido con Jacobo Bucaram era falsa. “Esto lo dijimos por pedido de los agentes civiles que detallamos en nuestra declaración”, señala el texto que cita supuestamente al guardia del edificio. Una fuente de la fiscalía que pidió no ser identificada confirmó que el guardia se había retractado.
Además, según el acta de identificación personal que se elabora tras el proceso de identificación en la cámara Gesell y que consta en el proceso, los guardias que anteriormente habían dicho que Granda entró al edificio, no logran reconocerlo.
Granda dice también que sus funciones como vocal del Consejo Directivo del IESS nada tenían que ver con los procesos administrativos en los hospitales. Niega, además, haber visitado la suite de Salcedo. “Nunca en mi vida he presionado ni he gestionado pagos a favor de nadie. Yo no sabía de la existencia de esos contratos ni de esas empresas”, dice Granda.
Niega también que en la reunión política con Bucaram Pulley él le haya hablado de contratos. “Jamás tratamos sobre temas contractuales, ni me lo insinuó, ni nada”.
Todo esto consta en el proceso en curso por delincuencia organizada, cuya siguiente audiencia aún está pendiente. La sentencia máxima a la que se enfrenta Granda, Salcedo y los otros procesados en este caso es de 10 años de prisión que, en el caso de Salcedo, se sumaría a las otras sentencias que ya tiene y podrían alcanzar, con todos los procesos en curso, un total de 42 años. Sin embargo, el Código Orgánico Integral Penal establece como pena máxima los 40 años, pero también dice que la suma de las condenas de una persona no puede ser mayor al doble de la pena más alta. En el caso de Salcedo, este enfrentaría entonces una pena de 26 años de prisión.
Un proceso descartado
En julio de 2021, la justicia ratificó la inocencia de Daniel Salcedo Bonilla en el caso de lavado de activos que se había abierto tras la investigación de las bolsas para cadáveres con sobreprecio en el hospital Los Ceibos del IESS. La fiscal del caso, Ivonne Proaño, hizo pública la preocupación de la institución, pues consideraban que habían presentado pruebas contundentes para mostrar la culpabilidad de Salcedo.
La fiscalía presentó como evidencia del presunto delito de lavado de activos la intención de Daniel Salcedo de realizar dos transferencias de su dinero depositado en el Banco de Guayaquil al Statetrust Bank, en San Juan, Puerto Rico. El 3 de junio de 2020 realizó dos transferencias por 1 millón 250 mil dólares, que fueron anuladas por el banco en Ecuador y reportadas como inusuales al sistema nacional de análisis financiero.
Al día siguiente, el 4 de junio, Daniel Salcedo firmó un poder especial a nombre de su hermano Noé Salcedo para administrar las cuentas bancarias. Según la fiscalía, esa acción fue para colocar el dinero en un lugar que impida el rastreo e incautación. Unos días después, el 8 de junio intentaron salir del país por avioneta usando documentos falsificados.
Otra de las pruebas que citó la fiscalía fue la discordancia en las cuentas, en referencia a los movimientos bancarios. Dijo la fiscal Proaño que entre 2018 y 2020, el ingreso de Daniel Salcedo fue de un poco más de 2 millones y medio de dólares en sus cuentas bancarias, mientras que el ingreso declarado solamente fue de un millón y medio.
La diferencia, superior a un millón de dólares, demostraba, según la fiscal, que había movimientos irregulares. Solo con su tarjeta de crédito había hecho pagos superiores a 600 mil dólares en compras en el exterior. “Uno de sus gastos, como persona natural, fue la adquisición de pasajes aéreos para la familia Bucaram”, dijo la fiscal tras la decisión de los jueces. Otra evidencia que se suma a los vínculos de Salcedo con esta familia.
Salcedo sigue recluido en la Cárcel 4 de Quito, exclusiva para reos por delitos de cuello blanco. Foto: Difusión.
La fiscal dijo, además que Foracril, Importadora y Exportadora Dapasma, Silverti y Bioim Cia. Ltda., empresas proveedoras de los hospitales públicos investigados, también relacionadas a Salcedo Bonilla, no prestaron los servicios por los que fueron contratadas. Es decir, habían simulado contratar a HDC Producciones para lavar dinero, de acuerdo con la hipótesis fiscal. Los montos de los supuestos contratos con HDC Producciones y otra empresa llamada Salnoedan Productions S.A. fueron de $1’956.125, según la Fiscalía.
El tribunal que juzgó el caso no observó el delito de lavado de activos y los declaró inocentes, sin preguntarse por el origen del dinero.
Presente último
El entramado de corrupción hospitalaria no ha dejado de estar en el foco público durante dos años. Daniel Salcedo Bonilla continúa en prisión a pesar de los intentos constantes de utilizar recursos legales que le permitan salir de la cárcel. Por su seguridad, la justicia ha dispuesto que cumpla su condena en la Cárcel 4, de Quito, un centro que suele albergar a criminales de cuello blanco.
Salcedo ha sido trasladado a ese lugar porque la justicia ha considerado que en Guayaquil, donde le correspondería estar, su vida corre riesgos. Y la preocupación no es sin sustento. En la masacre carcelaria de noviembre de 2021, Abraham Muñoz murió de forma violenta. Muñoz era amigo y entrenador físico de Salcedo. Estaba cumpliendo ocho años de prisión por la venta ilegal de actemra, un medicamento con el que se trataba el Covid-19 en los peores picos de la pandemia. Por este caso, también fue sentenciado Noé Salcedo Bonilla, hermano de Daniel Salcedo. El día que la avioneta se estrelló en Tumbes, encontraron la identificación de Abraham Muñoz que Salcedo habría utilizado para viajar.
Según la Policía peruana, luego del accidente Salcedo intentó identificarse como Abraham Muñoz Vélez. Incluso, llevaba un fotocheck con su nombre. Foto: Difusión.
Ninguno de los tres procesos que Salcedo enfrenta tienen una sentencia ejecutoriada —aquella que, en última instancia judicial, declara su culpabilidad—, a pesar de que han pasado más de dos años desde que inició la investigación por el primer delito que se le atribuye: peculado.