Por Ghiovani Hinojosa | 13 de agosto del 2020
El 25 de abril pasado, mientras la mayor parte del país estaba todavía acostumbrándose a la idea de la cuarentena, en la comunidad nativa Doce de Octubre la preocupación era otra: su tierra se había manchado, una vez más, de petróleo. Una fuga de crudo se había registrado en las instalaciones del Lote 192, que está asentado sobre el territorio ancestral de este pueblo kichwa, al norte de la región Loreto. Entre 200 y 300 metros cuadrados de suelo fueron afectados, según los cálculos de Jorge Curitima Sandi, monitor ambiental de la comunidad, ubicada en el distrito de Tigre.
Cuando los comuneros llegaron al lugar del derrame, la planta San Jacinto, a cargo de la empresa de capitales canadienses Frontera Energy del Perú S.A., advirtieron que el petróleo fluía de un tanque que parecía estar a tope y de un tubo roto. Los trabajadores de la compañía habían abandonado la zona dos meses atrás cuando un par de comunidades vecinas tomaron el lote en protesta por los múltiples atentados ambientales que ha habido en los últimos años. Aún sin operar, el Lote 192 seguía contaminando. Su vieja infraestructura, mantenida de forma irregular, parecía ser la causante de la fuga. De hecho, San Jacinto fue construida en 1971, cuando empezó la explotación con la empresa Occidental Petroleum Corporation.
“El tubo se pudre, tú sabes cuántos años tiene esa tubería, se ha huequeado, de ahí es lo que se sale [el crudo]”, explica Curitima en entrevista telefónica con Convoca.pe. Lo vio en la visita que hizo como miembro de la Organización de los Pueblos Indígenas Kichwas Amazónicos de la Frontera Perú Ecuador (OPIKAFPE). Allí su federación registró el siguiente video:
Con la ayuda de 7 agentes del Ejército, una veintena de miembros de la comunidad pasó dos días recogiendo el petróleo y depositándolo en bolsas. Juntaron unas 800. Y sellaron como pudieron el tubo roto. Pero al poco tiempo la presión interna de la tubería hizo que el hidrocarburo volviera a manar a borbotones. El suelo se volvió a poner negro. La comunidad decidió no volver a intervenir. Con las lluvias, el crudo se mueve lentamente en dirección a una quebrada que tiene salida al río Tigre.
“A nosotros nos preocupa que el petróleo llegue al río y contamine nuestro pescado, de ahí jalamos agua y tomamos nosotros. Estamos preocupados más por los niños”, dice Rosa Dahua Cuje, apu de la comunidad, que tiene unos 800 habitantes. Y añade: “Está ya esta enfermedad [la Covid-19] y viene eso. Ni medicina ni enfermera tenemos en la comunidad ahorita, el puesto de salud está cerrado”. Si alguno de los niños llegara a intoxicarse con el crudo no habría un profesional de la salud para atenderlo. “Estamos nosotros abandonados, como si no fuéramos peruanos”, se queja, con amargura, Dahua.
En junio último volvieron a ocurrir otros dos derrames en la planta San Jacinto. Uno fue en la primera semana del mes. “Ese sí fue más grande”, recuerda Jorge Curitima, quien afirma que el área afectada es de unos 2,000 metros cuadrados. El otro, registrado días después, habría contaminado unos 300 metros cuadrados. En este último caso el petróleo fluyó de un tubo en mal estado.
El 2 de agosto una comitiva de la empresa llegó en un helicóptero a San Jacinto para evaluar los daños. Según Curitima, quien estuvo presente, se quedaron cerca de una hora y volvieron a volar.
Los comuneros aguardan que los supervisores del Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) visiten la planta para constatar los derrames. Miembros de esta entidad arribaron a la vecina comunidad nativa Nuevo Andoas, que está también en el Lote 192, el 7 de agosto. Según el organismo, no pudieron entrar antes al lote por el conflicto que opone a parte de la población y la empresa.
Sin embargo, el OEFA todavía no puede ingresar a Doce de Octubre porque el único puente que la conecta con Nuevo Andoas se ha derrumbado. “Hemos puesto un puentecito con tablas para poder cruzar”, cuenta Dahua.
Los tres derrames de petróleo en Doce de Octubre son parte de los 14 que ha habido en todo el Perú desde el inicio del estado de emergencia por el nuevo coronavirus, según el OEFA. La mayoría de estos derrames (8) ocurrió en el Lote 192, el más grande del país. Este espacio comprende las cuencas de los ríos Tigre, Corrientes, Pastaza y Marañón. El último incidente en este lote fue el 30 de julio.
Tres de los otros derrames tuvieron lugar en instalaciones de la empresa estatal Petroperú. Dos ocurrieron en un lote a cargo de la compañía de capitales colombianos y coreanos Savia Perú S.A., en Talara (Piura), y el último se registró en las instalaciones de la petrolera estadounidense Olympic Perú Inc. Sucursal del Perú, en Paita (Piura).
55 canchas de fútbol
La normalidad en las comunidades nativas ha sido ver cómo su territorio se contamina con petróleo. Entre 2011 y setiembre del 2019, las petroleras privadas han afectado un total de 455 mil 751 metros cuadrados de agua, suelo y flora en Loreto y Ucayali, según un análisis de la Unidad de Inteligencia de Datos de Convoca.pe en base a información del OEFA. Se trata de un área equivalente a 55 canchas de fútbol profesional.
El 86.9% del territorio impactado es responsabilidad de Pluspetrol Norte S.A., que hasta 2015 estuvo a cargo de dos lotes en Loreto: el 192 y el 8. Desde ese año sólo tiene adjudicado este último. Entre crudo, aguas de producción y otros fluidos tóxicos, esta compañía ha derramado 13 mil 570 barriles en 9 años. El equivalente a 863 tanques de agua caseros de 2,500 litros cada uno. Ha sido, de lejos, la principal contaminadora de la Amazonía peruana. Le sigue Pacific Stratus Energy del Perú S.A. (hoy Frontera Energy del Perú), quien sucedió a Pluspetrol Norte en el Lote 192.
En vez de marcar un punto de quiebre y destacarse por una actividad extractiva sostenible, Pacific Stratus Energy del Perú S.A. incurrió en algunas malas prácticas que terminaron afectando el medio ambiente. Le corresponde el 12.5% del área impactada. 637 barriles suyos, entre petróleo, aguas de producción y otros fluidos tóxicos, cayeron al agua, suelo y flora. El equivalente a 40 tanques de agua caseros de 2,500 litros cada uno.
El 0,6% restante del ecosistema afectado se reparte entre Maple Gas Corporation del Perú S.R.L. (0.4%), Gran Tierra Energy Perú S.R.L. (0.1%) y Perenco Perú Petroleum Limited Sucursal del Perú (0.1%).
El antropólogo Mario Zúñiga Lossio, asesor de la organización Pueblos Indígenas Amazónicos Unidos en Defensa de sus Territorios (PUINAMUDT), que agrupa a las comunidades del Lote 192, remarca que el territorio ha sido dañado por varios tipos de contaminantes: petróleo, aguas de producción, diesel, aceites, fluidos de píldoras viscosas (mezclas que se usan en la perforación de pozos petroleros), entre otros.
Zúñiga menciona que algunos líquidos pueden llegar a ser más nocivos que el propio petróleo. “El hidrocarburo, si es poquito, es posible que se diluya en el ambiente, es posible que haya una atenuación natural, pero las aguas de producción, así sean poquitas, son altamente contaminantes. Estas aguas vienen junto al hidrocarburo, luego son separadas. Por cada barril de petróleo salen 45 barriles de aguas de producción. Cuando se tiraban al río Corrientes no había peces, son altamente nocivas”, asegura.
También recalca que el impacto de los contaminantes se expande debajo de la tierra y hacia arriba, en dirección a los árboles, por ejemplo. Por eso, dice, es importante ver el área afectada en términos de volumen, es decir, en metros cúbicos. De acuerdo con una investigación que ha realizado con la socióloga Aymara León Cepeda, también asesora de PUINAMUDT, los 32 sitios más impactados del Lote 192 suman un total de 364 mil 749 metros cúbicos, es decir, el equivalente a 231.5 estadios nacionales.
Este cálculo figura en el reciente libro “La sombra del petróleo. Informe de los derrames petroleros en la Amazonía peruana entre el 2000 y el 2019”, publicado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y la organización civil OXFAM. En este estudio los autores contabilizan 474 derrames petroleros en los últimos 19 años, la gran mayoría de los cuales ocurrieron en el Lote 8 (189), el Lote 192 (155) y el Oleoducto Norperuano (94).
Un hallazgo valioso de esta investigación son las causas de estos incidentes, según los registros oficiales del Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (OSINERGMIN) y del OEFA. El 65.4% de los derrames fue responsabilidad de las empresas, debido a la corrosión, fallas operativas y condiciones inseguras de las operaciones. Uno de los casos más clamorosos fue el de la comunidad nativa de Nazareth (Amazonas), donde algunos niños recogieron el crudo con sus manos. El 28.8% fue originado por terceros, por ejemplo, por la toma de instalaciones a manos de poblaciones indígenas. Y el 5.8% fue por causas naturales, como eventos climatológicos.
De este modo, se descarta la acción de los pueblos originarios como la principal causa de los derrames. Ha sido el descuido de las empresas lo que ha originado más afectación, algo que se aprecia con claridad a partir del 2005, cuando la explotación de los hidrocarburos empieza a crecer en el país.
Oxígeno en el Lote 192
Según el informe de Mario Zúñiga y Aymara León, el 81.2% de los derrames en el Lote 192 fue causado por la corrosión, fallas operativas y condiciones inseguras de las operaciones de Pluspetrol Norte S.A. y Frontera Energy del Perú S.A. El 15.8% tuvo como origen la acción de terceros, por ejemplo, la toma de instalaciones por parte de la población. Y el 3% fue por causas naturales.
La propia infraestructura, por su antigüedad, ha sido un factor de riesgo para los derrames, como se ha visto en las emergencias que ha habido durante la pandemia, cuando la empresa no estaba operando.
“Es un lote antiguo, hay lugares donde se acumula petróleo y las lluvias hacen que se desborde, en otros sitios la misma infraestructura está tan deteriorada que gotea, necesita una atención constante, que vayan y lo limpien, que vayan y lo parchen. La infraestructura es tan vieja que genera este tipo de daños”, explica Zúñiga.
Ciento cincuenta y cinco derrames entre 2011 y 2019, a razón de 8.1 derrames por año, hicieron que 2 de las 19 comunidades nativas que hay en el lote paralizaran las operaciones en febrero pasado. Una de sus exigencias era la remediación de los daños ambientales. Con el levantamiento de la cuarentena general en Loreto, Frontera Energy del Perú S.A. planteó la reanudación de las actividades en una reunión que tuvo con representantes indígenas el 26 de junio. Lo hizo a raíz de un pedido de los comuneros para activar la planta de oxígeno industrial que hay en el lote. La idea era embotellar allí oxígeno medicinal para beneficiar a pacientes Covid-19.
“Esa planta de oxígeno está en un lugar estratégico, a la mitad de 3 cuencas: la del Tigres, el Corrientes y el Pastaza, podría alimentar a esas poblaciones. En la reunión, la empresa planteó: si vamos a abrir una planta [de oxígeno], se tiene que abrir todo el lote, pero la gente de la zona sabe que no se necesita abrir todo el lote para hacer eso. Se tiene que encender parte del lote, pero no todos los pozos”, afirma el antropólogo Zúñiga. Al final, la negociación no prosperó y hoy esa planta de oxígeno sigue cerrada.
Consultada por Convoca.pe, Frontera Energy del Perú S.A. señala a través de un correo electrónico: “La planta de oxígeno que usted menciona se encuentra ubicada en las instalaciones tomadas por la comunidad nativa José Olaya, a quien hacemos un llamado para poder operarla”. También asegura que “actualmente, la totalidad del oxígeno que se requiere en el Lote 192 está siendo proporcionado por Frontera Energy. El día de ayer [11 de agosto] hemos entregado dos balones adicionales a la Posta Médica de Salud de la comunidad de Nuevo Andoas a requerimiento de la propia comunidad”.
Le preguntamos a Rosa Dahua, apu de Doce de Octubre, por la situación del nuevo coronavirus en su zona. Dice que los casos se multiplican y que lo que realmente necesitan son profesionales en el puesto de salud de la comunidad. La eventual activación de la planta de oxígeno del Lote 192 le es indiferente, dado que están a unos 80 kilómetros de allí. “Ahorita no contamos con carretera”, recuerda. Y agrega: “Nos tomaría dos días ir caminando hasta allá en busca de oxígeno”.
¿Cómo calculamos las 55 canchas de fútbol?
Para estimar que el área afectada por derrames entre 2011 y setiembre del 2019 es equivalente a 55 canchas de fútbol, Convoca.pe hizo dos operaciones. Primero, sumó todos los registros de las áreas afectadas que tiene el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) para ese lapso, lo cual dio un total de 455,751 metros cuadrados de agua, suelo y flora dañados en las regiones Loreto y Ucayali.
Y segundo, dividió esta cifra entre el máximo tamaño que puede tener una cancha de fútbol, según la Federación Internacional de Fútbol Asociativo (FIFA): 8,250 metros cuadrados. Se trata de un campo de 110 metros de largo por 75 de ancho, usado para partidos internacionales. El resultado fue 55.24 canchas. La comparación tiene sólo fines didácticos: los daños ambientales no son un juego.